Siempre recuerdo a mi padre, q. e. p. d., quien me reiteraba que en Colombia tocaba ser "tristemente célebre". Es decir, que solo con actos que causaran escozor en la sociedad, se ocupaban páginas en los medios de comunicación. Esto parece ser cierto no solo en nuestro país sino en el mundo, pero la verdad es que no es la mejor manera de destacarse porque definitivamente hay formas más estimulantes y positivas de sobresalir. Esta reflexión la hago como alguien que reconoce que Colombia es una sociedad patriarcal que no logra valorar el aporte de la mujer en esta convulsionada sociedad, y que por lo tanto lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Nada que ver con la esa sí tristemente célebre, " ideología de género".
Pero por razones poco conocidas, en este momento en el país tenemos mujeres con altas posiciones que han optado por este camino: hacer afirmaciones públicas y repetirlas hasta la saciedad con las cuales ofenden a sectores importantes del país o agreden a otros grupos vulnerables e indefensos, y logran con este tipo de pronunciamientos un gran protagonismo. Por tratarse precisamente de mujeres en posición de liderazgo, en una sociedad donde los hombres dominan el poder, es necesario que ellas y la sociedad misma comprendan los inmensos costos de estos comportamientos.
Es realmente doloroso, precisamente en momentos en que se abren las posibilidades de que Colombia deje de ser una sociedad tan excluyente como ha sido históricamente, tan desigual en el acceso al poder de hombres y mujeres, que sean aquellas que han tenido la oportunidad de llegar a esos niveles, las que se pueden ubicar en esa indeseable categoría. Lo que las mujeres del país tenemos que demostrar no es que muchas de nosotras somos profesionales, sino que somos capaces de manejar el poder mejor que los hombres. Debe recordarse que el ejercicio de la política copado aun por representantes del sexo masculino, vive en Colombia y en muchas partes del mundo, su período de mayor desprestigio. Es entonces la oportunidad de que las mujeres que logren llegar a estas posiciones privilegiadas, le devuelvan la dignidad a la política, hasta convertirla en la más noble de las profesiones, como repite permanentemente el presidente Barack Obama.
Si seguimos siendo identificadas como salidas de tono, irrespetuosas,
así se reconozca la inteligencia,
seguiremos ocupando el papel de segundonas, después de los hombres
Solo cuando se nos reconozca como la mejor alternativa, lograremos algo hasta ahora inalcanzable en Colombia: mujeres ocupando la Presidencia de la República y en las posiciones más importantes en todos los sectores del Estado y del sector privado. Pero si seguimos siendo identificadas como salidas de tono, descalificadoras, irrespetuosas, así se reconozca su inteligencia, seguiremos ocupando ese papel secundario en el cual nos ha colocado la historia, como segundonas, después de los hombres.
Este protagonismo negativo no solo frena la carrera de muchas que miden su éxito por las veces que aparecen en los medios así sea con posturas delirantes o francamente agresivas, sino que les hace mucho daño a todas las mujeres de este país. Esa descalificación que sufrirán algunas, así sean parte de las elites políticas o económicas, también se convierte en una barrera creada por prejuicios, para que muchas otras bien calificadas y con menor afán de protagonismo a cualquier precio, puedan demostrar el valor de las mujeres en el poder.
Noticia es noticia, dirán con cierta razón los medios, en un país en el cual siempre lo que suene a chisme o escándalo goza de gran atractivo. Por ello más que pedirles templanza a ellos es a las mujeres con posiciones de poder, las que tienen que demostrar mesura, coherencia, solidez en sus exposiciones públicas y privadas. Recuerden que aún los techos de cristal existen para las que se sienten privilegiadas. Pero, además reconozcan que nuestras generaciones tienen que abrirles puertas a las generaciones de mujeres que vienen. De manera que por un protagonismo de quinta, no terminen en vez de abrir, cerrándoles puertas a las mujeres jóvenes, probablemente mejor preparadas que las actuales.
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