Nos llega a carteleras la película “Rodin”, un buen fragmento de la vida del famoso escultor francés Auguste Rodin (1840, París - 1917, Meudon) quien rompiendo con los cánones académicos es considerado el padre de la escultura moderna. Una vida de inconformidad que lo llevó a conformar con Monet, Pissarro, Renoir, Degas, Cezanne y otros notables un grupo de artistas rebeldes que modernizaron el ambiente plástico de la época y muy particularmente el tradicional francés.
Cuando, dentro de su revolución escultórica, introdujo la noción de dejar las obras en aparente inacabado, como nacientes de un magma terráqueo difuso, a menudo espetaban sus contemporáneos que sus obras no estaban terminadas, a lo que con convicción replicaba "¿Acaso la naturaleza termina?".
El filme transcurre por la época de su mayor gloria, al tiempo que de su mayor angustia y dificultad. En el pináculo de su celebridad y con el drama obsesivo de querer ver aceptada su obra en todo lugar, así como de poder sobreponer su voluntad a quien enamoraba. Fama y sentimientos, un difícil coctel que rara vez se conjuga.
Artísticamente logra imponerse y alcanzar renombre en vida, afectivamente le es imposible pues el objeto de sus deseos y querencias es Camille Claudel, una de sus modelos y estudiantes, quien dotada de belleza y considerable talento se convierte en gran escultora. Infortunadamente Camille no logra soportar el verse eclipsada por su genial maestro, su ambición personal aunada a los celos profesionales la invaden y el rompimiento se efectúa acabando con 10 años de pasión y dejando hondas huellas en la vida del escultor. Ha de decirse que Rodin llevó una vida de gran admiración y apasionamiento sexual por las mujeres –es, en todo caso, la versión que nos libra la película–, en ellas encontró su sostén e inspiración sin que trascendiera a planos sentimentales estables, salvo con Rose Beuret quien fue su esposa abnegada durante toda su vida, pero con quien a pesar de haberle dado un hijo no constituyó su gran amor, sino su compañía; tal vez porque Rodin se aferraba a sus amantes sólo eróticamente, y a manera de una continuación de la estética que plasmaba y tanto admiraba, y no como seres en quienes versar algún caudal de sentimientos, porque probablemente de ellos carecía.
La película tiene como telón de fondo una de sus obras principales “La puerta del infierno”, el mayor desafío plástico del artista. Se trata de un trabajo realizado por encargo estatal, para el Museo de Artes Decorativas, que representa la entrada al averno adornada con bajorrelieves inspirados de Dante Alighieri en su “Divina Comedia” y del poemario “Las flores del mal” del vate maldito Baudelaire. En esta puerta infernal aparecen en pequeña talla muchas de las obras que posteriormente desarrollaría el artista y que se convertirían en sus obras icónicas. Tiene esta obra por característica malhadada que nunca fue realmente terminada –así existan cuatro versiones fundidas dispersas en diversos lugares del mundo– ni expuesta en el lugar para el que se concibió dado que el proyecto fue cancelado, no obstante el escultor trabajó arduamente en ella hasta el final de su vida.
Las mujeres y la escultura fueron sus grandes obsesiones, a las primeras en gran parte debe su celebridad pues constituyeron su inspiración, fueron sus musas; una mezcla que le permitió expresar su arte, solidificarlo, llevarlo a nuevas dimensiones, sacarlo de la morosidad del clasicismo hasta romper con él, a pesar de la admiración que le producía Miguel Ángel y la Italia renacentista en general.
Es, hoy en día, casi imposible hablar de Rodin sin que resuene como reflejo asociativo “El pensador” o “El beso”, referencias obligatorias, de las que el filme, y de manera original, se pasa, ni las menciona, para poner en valor otras obras como la estatua de Balzac y el busto de Víctor Hugo.
La mayor parte de la película transcurre en interiores, en el grandioso taller del artista entre asistentes, modelos y amoríos; allí podemos admirar su método de creación que consiste en concebir esculturas a partir de dibujos, luego modelarlos en yeso, cera o barro y finalmente hacerlos fundir en bronce o tallar en mármol.
Enfatiza el filme en el afán de Rodin por hacer aceptar la escultura con la que honró al gran novelista Honoré de Balzac y que en varias ocasiones fue rechazada y objeto de numerosas críticas; comenzó por presentar al escritor desnudo lo que causó gran revuelo, después de muchos intentos y otras tantas discrepancias lo presentó vestido de monje; esquivo el destino no quiso dejarlo degustar en vida del éxito que el futuro concedería a esta obra.
Una película interesante y recomendable, de portentosa fotografía, inigualables decorados entre sombras y luces tamizadas, que nos ilustra sobre parte de la vida de Rodin ahora que estamos en la rememoración de los 100 años de su muerte y que se nos presenta como una lección didáctica de su vida y obra. Estrenada en el Festival de Cannes 2017 y presente desde entonces en muchos otros festivales, tiene por protagonista al muy conocido actor francés Vincent Lindon bajo la dirección de Jacques Doillon.