Muchos fantasmas y poco control fiscal

Muchos fantasmas y poco control fiscal

La corrupción aceptable llegó a sus límites, por eso se debe insistir en la detección de situaciones irregulares y en su posterior corrección

Por: JORGE ALBERTO LOPEZ RUIZ
junio 04, 2019
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Muchos fantasmas y poco control fiscal
Foto: Pixabay

Una nota publicada en El Espectador pone en evidencia algo que se sospechaba: la existencia de profesores fantasmas, a quienes de manera regular se les pagó con recursos públicos sus servicios, en pesos constantes y sonantes, no con dinero etéreo.

Dicha situación fue denunciada por el gobernador de Córdoba. Como es previsible, la Contraloría llegará a realizar las tareas que le son propias en relación al control fiscal (¿levantar muertos expuestos?). Eventualmente, se constatará la existencia del hallazgo y se determinará alguna que otra responsabilidad fiscal.

¡Y todo el mundo contento!

Inclusive los “malos”, los cuales con estrategia de la “mula”1, pueden estar tranquilos haciendo sus pilatunas por un tiempo más, pues es típico que las autoridades y la sociedad se enfoquen (no se mira para otro lado) en ese torcido, se placen en publicaciones, manifestaciones de indignación, eventualmente en investigaciones exhaustivas, shows mediáticos…

Y luego del boom, llega el olvido. En tanto el modus operandi de ese tipo de tumbis continúa como si nada.

Algo no está funcionado.

Algo que hace que ese tipo de prácticas se presenten, se presenten y vuelvan a presentarse, hasta el punto que la corrupción reiterativa sea ya casi que tolerable y hasta aceptable en la cultura pública del “todo vale” (en tanto no atente directamente mi bolsillo). Aceptable en tanto se afecte a otros (indígenas, enfermos y niños de allá) ya que salvamos nuestra propia responsabilidad con profundas manifestaciones de indignación.

!Y ya!

La mera indignación, sin actuación contra la corrupción y las malas prácticas, puede ser suficiente para cualquier paisano, pero no lo es, ni ética ni institucionalmente para un organismo de control. Y menos ya que en el juego de la mirada hacia otro lado, el olvido y la minimización contribuye a hacérsela fácil a “esos” y a promocionar la cultura de la corrupción aceptable.

Pero, la corrupción aceptable llegó a sus límites, hoy desborda límites del efecto a otros. Como Ionesco, ya está aquí.

En alguna reflexión anterior se señalaba que “…en ese mundo de apropiaciones indebidas, el organismo de control expone sus mejores esfuerzos bajo la cultura de la caza del hallazgos (pequeños, individuales y con resultados intrascendentes). Sin atacar esas estructuras macro-crimino-fiscales. Privilegiando la reacción puntual y deshilvanada a la prevención inteligente, proactiva y de impacto y efectos”.

Se ha dicho.

Sin embargo, se debe insistir en que el control debe(ría) servir no solo para detectar situaciones irregulares y armar alharaca sobre los denominados hallazgos. Una función o efecto de lo más importante es inducir las correcciones, desde los orígenes de las malas prácticas y no meramente en los efectos de esas malas prácticas. Con ello se traspasaría el borde de la indignación social tradicional en pos de soluciones efectivas.

En este caso concreto.

Hace algo más de tres años se propuso hacer una auditoría profunda (transversal e integral) y en toda la nómina de docentes, dadas la cifras de gastos involucrados (decenas de billones) y que se detectaron algunos perfiles y zonas de riesgo en el conjunto de instituciones, entidades y dependencias. Nunca cuajó debido a que ello hubiese implicado la salida del espacio de confort, entiéndase este como el derivado del modelo de auditoría que hace énfasis en la detección del hallazgo individual. Y ya.

Cada vez es más evidente que se debe adoptar un control del tipo macroscópico, que permita establecer cuántos casos, como el referido de docentes fantasmas, han existido y existen en toda la nómina del país, establecer los medios o condiciones que hacen que ese tipo de “tumbis” se presenten. Y tomar las decisiones para de verdad pegarle a lo que toca pegarle.

La hipótesis del modelo macroscópico es que cada tipo de mala práctica conocida o detectada es meramente una manifestación de un conjunto amplio (y hasta masivo) de eventos no descubiertos (invisibles a los ojos pero no al entendimiento). El ensañarse en un mero caso, para congraciarse con la audiencia, es una terrible irresponsabilidad que elude, para alegría de los malos, el hacer verdadero control.

El caso de los emergentes fantasmas de Córdoba, como el cúmulo de otros fantasmas existentes en cualquier operación de gasto público, debería generar la consabida pregunta: ¿existe este tipo de mala práctica en otras zonas del país?. Bajo la presunción sobre que la tipología es dable, repetible y altamente rentable, la hipótesis es que sí. Luego el aparato de control debería no satisfacerse en ese caso singular. Un modelo inteligente y responsable con su finalidad necesariamente apuntaría evaluar las condiciones del conjunto, detectar los casos equivalentes o similares, caracterizar esas prácticas, ponerlas a la vista de todos, castigarlas y enviar el mensaje a los malos de que son vistos, para inducir los correctivos.

En una gestión inteligente y responsable, digo.

¹La estrategia de la mula es la aplicación del modelo de la “vaca flaca” y corresponde a una usanza de los narcotraficantes: ellos cargan con droga una “mula”, la denuncian para desviar la mirada y actuaciones de las autoridades hacia esa mula, en tanto hacen el pase de mayores cantidades por el ladito.

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