Mucho ruido… poco cambio. ¿O el cambio es patear el tablero?
Opinión

Mucho ruido… poco cambio. ¿O el cambio es patear el tablero?

Mandando al diablo a todo tipo de posibles aliados, Petro cultiva una audiencia minoritaria y renuncia a los cambios prometidos

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marzo 25, 2024
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Del acuerdo nacional se pasó al nuevo modelo: patear el tablero. Mandando al diablo a todo tipo de posibles aliados, Petro cultiva una audiencia minoritaria y renuncia a los cambios prometidos.

Algunos creyeron, a mediados del 2022, que Petro podría ser una nueva edición de Alfonso López Pumarejo. López, un liberal, reformista, creyente en el sistema democrático, en una época en que su militancia le olía a chamusquina del demonio a algunos prelados y líderes conservadores. Un famoso titular de El Siglo rezaba que quienes leían el diario El Tiempo incurrían en pecado mortal. Épocas distintas, aunque con el rasgo común de inequidades sociales y económicas solo superables mediante acuerdos entre sectores diversos y su movilización.

La ilusión del 2022 parecía convertirse en algo real con el nombramiento en el gabinete de José Antonio Ocampo, Cecilia López, Alejandro Gaviria y Jorge Iván González. Sin ser cuota de nadie, representaban lo que podría asimilarse a un tipo de liberalismo progresista, honrado, defensor de la justicia económica y social, personas de comprobada experiencia en la administración pública y excepcional formación académica.

No es necesario recordar el arco que va desde su nombramiento hasta su exclusión del gabinete. Finalmente, las personas que integran un gabinete son fusibles y su ingreso y salida del mismo son episodios normales en todo el mundo.

Lo que sí resulta novedoso y, a la vez, brutal, es la campaña de descrédito y, en el caso de Alejandro Gaviria, de calumnia, de parte del presidente, que raya en lo penal.

Misterios del alma: ¿qué se requiere en la mente del mandatario para, en su momento, ofrecerle la embajada del Reino Unido a Gaviria, después de botarlo del MEN y meses después, estar dispuesto a destruirlo moralmente? ¿O para desacreditar a González por habérsele medido a construir un plan de desarrollo que, pareciera, el jefe de estado desconoce?

Lo peculiar, en nuestro caso, es la ruptura del gobierno con las enormes posibilidades de tejer alianzas con sectores amplios concientes de las necesidades de cambios e interesados en ellos. Y que comprenden, también, de los logros que el país ha tenido a lo largo de décadas en temas como la educación y la salud.

¿Es conciente de los resultados electorales de octubre pasado, una derrota que hubiera tenido que enfrentar con un acuerdo nacional renovado?


Sus amigos son de “el pueblo”, una idea que pareciera rentable con sus adeptos y que, en realidad, apunta a un aislamiento político cada vez mayor


En vez de construir vínculos, de concertar, de abrazar sectores que le podrían acompañar en el camino de reformas a ser discutidas y aprobadas en el marco democrático, ha resuelto atrincherarse en contra de quienes considera sus enemigos. Sus amigos son de “el pueblo”, una idea que pareciera rentable con sus adeptos y que, en realidad, apunta a un aislamiento político cada vez mayor.

A propósito del nombramiento de la nueva junta directiva de Ecopetrol, Petro la califica de un triunfo de la clase obrera. ¿De cuál? ¿Se refiere al sindicato de la USO, con sus obvios intereses gremiales?  Cuando se habla de la reforma laboral ¿no está en el pensamiento político la visión de “clase obrera” de los años setenta del siglo pasado, anteriores a la caída del muro de Berlín y a los profundos cambios de la tecnología? ¿Conoce el gobierno los índices de rotación laboral de los jóvenes, de sus anhelos, bastante distantes de las reivindicaciones del sindicalismo del siglo XX?

Mucho se ha dicho en estos últimos días acerca de la imposibilidad de adelantar la propuesta de la asamblea constituyente. En realidad, quienes discuten el tema, pisan la cáscara de ocuparse del nuevo globo, dejando a un lado líos de carro-tanques, agendas de cancillería y otros eventos que indican pocos cambios en materia de corrupción.

Dándole palo a sectores que podrían catalogarse de democráticos, es imposible que el presidente sume la masa crítica necesaria para emprender algún tipo de cambio constitucional. Ha optado por patear el tablero, restando y dividiendo. Un modelo que no funciona. Es la renuncia a la gran oportunidad de gobernar y de emprender reformas con amplia particpación

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