Tengo 54 años de edad y recuerdo que nuestra realidad siempre ha estado teñida de graves problemas. Desde mis primeros años escuché a los adultos eruditos quejarse de la situación del país.
Ha corrido mucha agua debajo del puente de mi vida y es increíble que en vez de ser más limpia sea más turbia y más remolineada.
Qué asco haber trabajado para tener una percepción que nos ayude como individuos en las facetas de la vida y terminar sintiendo la rabia y la impotencia de un país cada vez más corrupto, un pueblo colombiano más estúpido, eligiendo los mismos sinvergüenzas que nos exprimen material y energéticamente.
Las autoridades de la rama jurisdiccional, los encargados de velar por el cumplimiento de las leyes, involucrados en un escándalo que es peor para nuestra imagen que el estigma de traquetos que se refuerza con las exitosas series de televisión que han tenido tanta acogida dentro y fuera del país.
El cartel de las altas cortes se pulió con prácticas que lo hacen digno de un guion que tendría más éxito que cualquier Narcos o el Cartel de los Sapos.
Y qué sentir cuando hoy el procurador de Colombia nos afirma que la corrupción del sector salud le ha significado a Colombia más muertes que el conflicto armado.
Los más votados senadores del país, Roberto Prieto, Uribitos, Andrades, los de derecha, los de izquierda, por donde uno mire, le meten el dedo en la boca y como idiotas, nos lo siguen metiendo.
¿Hasta cuándo? Recientemente, Juan Carlos Galindo Vacha, Registrador Nacional, decía en la W que no tenía plata para el conteo de los 31, repito, 31 colombianos que pretenden hacer contar las firmas para ser candidatos presidenciales. Ante el descrédito de los partidos, los representantes quieren hacernos creer que van a actuar de manera diferente y con intenciones más altruistas.
Pero somos muy idiotas los colombianos si volvemos a elegir a los mismos políticos que nos tienen donde estamos.
Propongo a alguien que sepa de redes y de medios masivos a conformar un movimiento que le impida a don Germán Vargas Lleras hacernos pagar el conteo de los 4 millones de firmas que espera recoger.
¡No seamos tan pendejos!