Hace unas semanas se daba como un hecho de que Nairo Quintana pasaría al equipo francés Arkea. Se había hartado del maltrato dado por Movistar. No era posible que, aunque siempre demostró ser el mejor ciclista de ese equipo, el único capaz de ganar una Gran Vuelta, le pusieran un líder español con el que tendría que compartir gregarios. Desde que Landa llegó en el 2018 los buenos resultados de Nairo desaparecieron, eso de los tres líderes para jugarse una Vuelta es una mentira inmensa. En el Tour, después de la traición en el Tourmalet, las relaciones quedaron maltrechas. En ese momento se estuvo a punto de hacer pública la vinculación con el Arkea, pero la exhibición que hizo en el Gallibier, ganando la única etapa que tuvo en este Tour el Movistar, hizo que los planes del equipo cambiaran.
Si, sobre todo después de que Landa oficializara su ida al Bahrein, sobre todo después que Carapaz anunciara su viaje al INEOS, y sobre todo después de la exhibición que dio en la segunda etapa donde, contra todo pronóstico, ganó un embalaje de largo plazo. Está a dos segundos de la camiseta roja, del liderato. Las declaraciones de Valverde, después del Tourmalet, donde criticó abiertamente a Nairo se han transformado en elogios: el campeón del mundo se ha rendido al boyacense y afirma que está mejor que nunca, que está muy fuerte y que le ayudará sin condiciones para ganar su segunda Vuelta a España.
Si, con Valverde Nairo está feliz, muy diferente a lo que le toca con Landa. Ya el equipo contrató al joven Enric Mas quien, a pesar de ser subcampeón con 21 años de la Vuelta el año pasado, sigue siendo una promesa. Pero Quintana sería el único líder absoluto el próximo año si se dan ciertas condiciones: no sólo la subida del sueldo sino que reengancharan a gente de su entera confianza como su hermano Dayer Quintana. Por ahora Nairo se lo piensa.