El año que está por culminar ha deparado varias experiencias positivas para el devenir de la nación colombiana, por ejemplo que en todas las elecciones llevadas a cabo hubo avances significativos de los sectores que impulsan cambios en el modelo económico y social y en la lucha contra la corrupción. En las congresionales se conformaron unas bancadas alternativas de mayor envergadura, en la primera vuelta presidencial los candidatos alternativos superaron los nueve millones de votos, muchos más que el candidato del continuismo, en la segunda se ratificaron los mismos guarismos y en la consulta contra la corrupción casi doce millones de votos rubricaron la tendencia ascendente de la inconformidad social contra el régimen caduco de los partidos tradicionales, lo que indica la posibilidad real de un triunfo de las fuerzas alternativas y de oposición en 2022.
Sin embargo, el hecho de mayor relevancia que ha puesto la vara más alta en la lucha y movilización social es el pujante movimiento estudiantil de las universidades públicas. Los universitarios llevan más de dos meses enfrentando la Ley 30 de 1992, que degradó las condiciones de la educación superior al congelar las finanzas a contrario sensu del aumento de la cobertura de 284,3% entre 1993 (159.218 estudiantes de pregrado) y 2016 (611.800).
Los estudiantes se han destacado en la lucha centenaria por la independencia nacional, el conocimiento avanzado y el progreso social. El 7 de junio de 1929 levantaron sus voces en Bogotá contra la infame masacre de las bananeras acaecida en Ciénaga, Magdalena, un año atrás, y en la protesta resultó asesinado el líder estudiantil Gonzalo Bravo Pérez. En el 25 aniversario de esta luctuosa fecha, en 1954, durante la dictadura de Rojas Pinilla, cohonestada por los partidos tradicionales, los estudiantes hicieron parte de las luchas contra el régimen militar y se movilizaron en la capital del país. Cayeron muertos Uriel Gutiérrez y otros once compañeros de la Universidad Nacional.
Capítulo aparte merece el portentoso movimiento estudiantil de 1971, influenciado por el Mayo francés de 1968, la guerra de agresión de EU contra Vietnam, la oposición al gobierno ilegítimo de Misael Pastrana, el cincuentenario del Manifiesto de Córdoba y el rechazo a los convenios con organismos internacionales. Entraron en escena todas las universidades públicas y no pocas de las privadas, desatando una ofensiva de masas nunca vista y enarbolando un programa mínimo que contenía: cogobierno de estudiantes y profesores con el Ministerio de educación nacional, congelación de matrículas y financiación estatal y adecuada de la educación superior, entre otros. Se conquistaron organismos de gobierno provisional de estudiantes y profesores en la Universidad Nacional y de Antioquia, que consiguieron hacer florecer las actividades académicas hasta el año siguiente, cuando fueron abolidos.
Después de un largo letargo, en el año 2011 el estudiantado universitario vuelve a levantarse en lucha, bajo la correcta dirección de la Mane, derrotando con grandes movilizaciones en todo el país el esperpento de ley del gobierno de Santos de clavarle el ánimo de lucro a las universidades públicas.
Este año estelar vuelve el estudiantado, con una nueva ofensiva, a movilizarse de manera pacífica y creativa para exigirle al gobierno duquista la financiación adecuada de la educación superior. La dirigencia, completamente unificada, mantiene la negociación en medio del paro estudiantil con argumentos contundentes sobre las fuentes de recursos y ha conquistado el apoyo creciente de la ciudadanía como una muestra de la justeza del movimiento. Sin duda alguna, esta gesta democrática quedará grabada en la memoria histórica de nuestra nación.