Así de sencillo. Elemental. Hacía tiempo estábamos esperando este llamado del presidente Santos: “Hay quienes no pueden resistir este avance, quienes están desesperados porque se les va a acabar su oxígeno, que es el miedo y la guerra. Y han acudido a todo tipo de ataques, inclusive llamando a la resistencia civil, esa misma que antes proponía Carlos Castaño. Pues a esa resistencia civil le vamos a responder con una movilización contundente en favor de la paz. Porque el país no quiere más guerra”.
Más claro no canta un gallo. Desde hace rato lo estábamos pronosticando. Si no hay un movimiento ciudadano de masas en favor de la paz, apague y vámonos. Aquí los “uribistas” y los “ordoñistas” que quieren continuar ordeñando la vaca de la guerra, nos van a coger con los calzones abajo si no abrimos los ojos para ver lo que se viene pierna arriba. Y aunque estamos por el diálogo civilizado para dirimir nuestras contradicciones políticas, económicas y sociales, no podemos pecar por ingenuos frente a lo que se viene en él postconflicto. Guerra avisada no mata soldado, dice el refrán popular. Por eso el llamado del presidente Santos, cae como anillo al dedo.
Lo que no está claro es cómo, dónde y cuándo vamos a manifestar nuestro repudio a la guerra. La consigna: “vamos a responder con una movilización contundente en favor de la paz”, interpreta cabalmente la coyuntura política del momento, pero se queda corta sino se implementa su desarrollo. Si no ponemos manos a la obra corremos el riesgo de quedar como dice la canción del trio La Rosa: “Buche y pluma no más”.
No señores. Aquí y ahora mismo hay que salir al frente en defensa de la paz. Si miedo, sin tembleque en las rodillas, porque ya hemos soportado y sufrido como el profeta Jeremías con sus lamentaciones interminables, toda la infamia que en Colombia ha habido contra la generación del desencanto y de la desilusión.
Por eso hay que actuar. Del pesimismo de la inteligencia al optimismo de la acción política. Ni un segundo de vacilaciones frente al futuro de este país. Las generaciones del porvenir no tienen por qué seguir condenadas a vivir en el estercolero de esta miseria y de esta corrupción que florecen impávidas como verdolaga en playa, en medio de la guerra que precisamente estamos tratando de sepultar con todos los dolores del parto de la Paz.
El ojo del huracán se empecinó contra el “Acuerdo especial humanitario”, como uno de los mecanismos para blindar jurídicamente los acuerdos de La Habana. Fue como si les hubieran echado sal en la herida, como si les hubieran punzado en la retina de los ojos. Claro, desde su punto de vista tienen toda la razón puesto que aspiran a reconquistar la presidencia de la República para resucitar la nueva versión corregida y aumentada, de la “seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social”, mediante las cuales quieren la tierra arrasada con la guerra contrainsurgente.
Como si el problema esencial fuera jurídico, que, entre otras cosas, es legítimo e indiscutible para poder implementar normativamente los acuerdos de La Habana, pero que, por eso mismo, estos señores pierden el horizonte, “los árboles no les dejan ver el bosque” de la Paz, y se enredan con argumentos mentirosos, tratando de justificar su desesperación ante la falta del oxígeno que les depara la guerra.
Me agarro de la mano de san Miguel arcángel. Que el “Dios de Colombia” salve a la Patria, como decía el expresidente César Gaviria. Por eso, repito, hay que llamar a la conciencia democrática del país: al Partido Comunista, a la Unión Patriótica, a la Marcha Patriótica, al Congreso de los Pueblos, a la Mesa Agraria campesina, étnica y popular, a la Dignidad agropecuaria, al Partido Liberal, al Partido de La U, al Partido Conservador; y porque no, al Partido Cambio Radical y a los sectores lúcidos del Centro Democrático; a la Iglesia Católica y a todas las Iglesias; a todos los Gobernadores y a todos los Alcaldes, a los medios de comunicación, al movimiento sindical, al arte y la cultura, para que entre todos entonemos el coro de la alegría, de la novena sinfonía de la Paz.