Anthony José Zambrano no es ningún desconocido en el universo del atletismo. Fue medalla de plata en el mundial de Doha en el 2019 y es considerado el cuarto mejor atleta del mundo en su especialidad: los 400 metros plano. Cuando viajó a Qatar a representar al país en los juegos olímpicos vendió el televisor de Miladys, su mamá, la empleada domestica que lo sacó a delante a punta de madrugar y de fregar pisos, y le pareció que las doce pulgadas del televisor eran demasiado poco para que ella pudiera ver sus hazañas deportivas.
Entonces fue a un almacén y le compró un Samsung de 36 pulgadas, el mismo en donde ella vio cómo este jueves 5 de agosto, se colgaba la medalla de plata en Tokio.
Mucho trecho había tenido que recorrer para llegar ahí. Anthony José Zambrano nació hace 23 años en Maicao, de padre desconocido y su mamá, por motivos de trabajo, se trasladó a Barranquilla en donde viven desde el año 2002. Arrendada en un cuarto en Soledad, Atlántico, aceptaba cualquier oficio para llevarle un pan a su hijo quien desde pequeño mostraba el talento que lo convirtió en el segundo mejor atleta del mundo en su deporte.
El primer rival al que le ganó Zambrano una carrera fue al hambre. Desde los 8 años tuvo que combinar oficios como el de ser mototaxista, mesero y albañil mientras estudiaba y doblegaba a todos sus oponentes en la pista. A los 19 años, y después de ganar la medalla de oro en el mundial de Doha, le pudo cumplir uno de los sueños a su mamá: lograr que la gobernadora del Atlántico, Elsa Noguera, le diera una casa.
Que quede claro: a Anthony José Zambrano nadie lo ayudó. Y en el 2018, cuando se lesionó, le retiraron todo el apoyo. La única que siempre creyó en él fue su mamá quien porfín se dará un pequeño lujo: ponerle bañera al baño de su cuarto y enmarcar la medalla de plata de su hijo y ponerla en la sala, justo arriba del Samsung de 36 pulgadas que él le regaló para ver sus hazañas.
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