Una reciente audición de mi muy modesta colección de jazz colombiano en la que pude necear un poco repasando morosa y amorosamente nombres, temas, discos, formatos, épocas volví a realizar el mismo ejercicio que hice hace ya más de una década cuando me propuse escuchar juiciosamente los trabajos de ese notable saxofonista y compositor colombiano que es Antonio Arnedo.
Me refiero a la experiencia de volver a escuchar en un solo programa los discos de su ya antológica trilogía: Encuentros, Travesía y Orígenes. Con estos trabajos Antonio Arnedo ha entregado a la música colombiana el fruto de una investigación y una creación musical sin precedentes en nuestra historia sonora reciente. Se trata de un ciclo en el que Arnedo recoge temas y motivos colombianos tradicionales de nuestra cultura musical y nos los devuelve reformateados en un lenguaje arreglístico decididamente contemporáneo en el que son perfectamente reconocibles tanto los procedimientos armónicos del jazz moderno, como la sabiduría rítmica y la legendaria impronta melódica de nuestra música. El contenido de cada uno de los discos no nos señala una especialización en la selección de sus temas. No. En cada uno de ellos están presentes temas del norte, del sur, de los andes y del pacífico colombiano, lo indígena y lo caribe-español, lo ritual y lo popular celebratorio, mezclados con temas propios de Arnedo que aparecen bien contextualizados en el conjunto. Allí están, por tanto, los universos sonoros de las sabanas, las montañas, los ríos y los mares de la música colombiana, todo ello con una idea compositiva coherente que pretende llegar a una meta sonora claramente entrevista: la de encontrarle a nuestra música colombiana nuevos planos de expresión armónica que le permitan superar sin traumas tanto los facilismos que trajinan, fatigan y deslucen nuestra música popular, como las complejidades abstrusas de la gratuidad experimental.
Sin embargo, tengo la impresión de que este trabajo de Arnedo, que hay que escuchar completo en un ejercicio que permita ver lo unitario del concepto que en los tres discos se maneja, no ha sido aún bien comprendido. Máxime si en lo de este joven músico colombiano no vemos concesiones perversas al gusto altamente malformado de nuestros públicos. Tal vez será por eso que después de escuchar esta música en los discos, o en vivo, interpretada por su grupo, siempre tiende a quedarnos un pequeño déficit de plena satisfacción, que yo me permito calificar de positivo.
Vale la pena destacar la especial significación que para este ciclo de tres discos seguramente ha tenido el hecho de haber sido grabados por el mismo cuarteto que reune a Arnedo en los saxofones (tenor y soprano) y en la dirección; Jairo Moreno, bajista que ha grabado importantes cosas con Ray Barreto; Ben Monder, un guitarrista de altos quilates, y Satoshi Takeishi, baterista y percusionista prodigioso que ha sabido resumir en su batería, con gran solvencia, los sabores rítmicos del porro, la puya y el fandango, y ha sido condiscípulo de Arnedo en las filas de las formaciones coyunturales del Zumaqué de los años 80. Y por supuesto, el hecho excepcional de incluir como invitado especial para el disco Encuentros al bombardinista costeño Ramón Benítez que logra imprimir una dinámca dialoguística especial entre saxo y bombardino que redefinen por completo la naturaleza del trabajo del ciclo sin hacerle perder la unidad y coherencia que le habíamos señalado arriba. Y le permiten, de paso, un protagonismo instrumental muy parecido al que tiene el bombardino en nuestras bandas pelayeras.
La presencia de la guitarra en vez del piano, sabemos que significa un desafío armónico en el manejo de la sonoridad del cuarteto (o del quinteto) y ello le aporta al trabajo de Arnedo varios grados de dificultad que muchos aficionados (músicos inclusive) no han sabido valorar aún, y que nos recuerda el asombro y la incomprensión que en la historia del jazz contemporáneo produjo en su momento el famoso “piano less quartet” con el que Gerry Mulligan dio sus memorables lecciones de arreglo y composición en aquellos días de la corriente del “cool” jazz.
Para cerrar esta nota quiero destacar de este ciclo los siguientes trabajos: la conmovedora belleza de piezas como Clarinete solo y La Chiva, del disco Travesía; la grata sonoridad coltraneana de La Visión y la sutileza del memorable tema tradicional del folclor del pacífico Velo qué bonito, del disco Orígenes; y, por supuesto, las dos versiones del tema Fiesta en Corraleja, del disco Encuentros, la primera de Arnedo, figurativa (para prestarle a la pintura ese término) y la segunda una variación de Jairo Moreno, abstracta, que conforman en ese trabajo una exquisita lección de creatividad y búsqueda, dos dimensiones que le están haciendo mucha falta a la música y a los músicos colombianos del momento.