El presidente nos ha dado a conocer su estrategia como de costumbre eufemística para enfrentar el escenario luego del 13 de abril al finalizar la cuarentena, ha decidido llamarla un “aislamiento inteligente”, en donde “mantengamos la protección al adulto mayor”, al escuchar eso la mano invisible, esa de la economía tomo mi garganta y comenzó a ahorcarme dificultando mi respiración, “no quieren afectar la economía” pensé, “es más fácil enviarnos a que nos contagiemos que pensar en no pagar la deuda externa y mantener una cuarentena” se me viene a la cabeza, “hemos luchado muy poco por conseguir una renta universal”, sale de mi boca en tono de regaño hacía mí.
Al finalizar mi regaño acontece, de nuevo un ataque de ansiedad, han sido comunes estos días, pero hoy, por primera vez encuentro cuál es la causa de éste, tengo miedo, lo reconozco, es miedo a morir, pero no, temo a la muerte de los demás más que a la propia, temo más que todo no poder estar con ellos cuando mueran, y lo entiendo, tengo miedo de que mis padres o mi hermano mueran solos, de que algún amigo muera sin nuestra compañía, porque sí, siento que eso sucederá, moriremos por salvar como mártires desechables y acumulables, la economía, es a está la que han decidido favorecer, a la que han decidido poner por encima de la vida de todos, y sí, moriremos, todos, quizás no físicamente, pero presiento que alguna amiga o amigo, nuestros padres o hermanos, tías o primos, profesores, compañeros, si lo harán, cuando esto acabe no estarán, y nos hallaremos más rotos que antes, sin sus presencias.
Todos habremos muerto y habrá muerto el mundo que conocíamos, y no, no me refiero al fin de un mundo capitalista, creo que hay escenarios de futuro, pero no necesariamente será ese, y eso depende de qué forma disputemos el sentido de esta pandemia. No estaremos los mismos, no estaremos todos, y quienes estemos nos enfrentaremos a la nueva e imprevisible forma que tomaran las cosas, sin tacto, entre algoritmos y el big data gobernando nuestra vida como un biopoder 2.0
No sé si mis padres estén cuando esto termine. Mi padre “inteligentemente” tendrá que salir a trabajar bajo este panorama luego del 13 de abril, tiene más de 60, inteligentemente no tiene aún 70 y no debe ser “protegido”, otro eufemismo para significar que esos viejos son más costosos para el sistema de salud y por eso hay que encerrarlos, “inteligentemente” también mi mamá que se ha dedicado a cuidarnos se quedará en casa, mientras yo también regreso a mi vida, mis clases, mi oficina, mis reuniones, cada noche, cuando llegue a casa, “inteligentemente” nos desinfectaremos e “inteligentemente” tendré en mi cabeza que puedo ser yo quién traiga el virus a casa, que en algún momento del día no me lave las manos, toque mi boca o mis ojos, que hubo algo que no limpie lo suficientemente bien y mi mamá toco y por ello enfermó.
También pensare “inteligentemente” si mi papá puede cuidarse lo suficiente, si tiene gel antibacterial, si le dieron tapabocas o si al menos puede lavarse las manos cuantas veces se pueda, al final “inteligentemente” tendré que afrontar un hecho, mis padres enfermaran, porque no fuimos tan “inteligentes” en nuestro aislamiento, para ese punto lo único que se habrá aplanado será nuestra vida, sin encuentros, sin contacto, sin besos, sin sexo, sin nexos más allá de las pantallas.
No sé si habrá una cama para ellos, oxigeno o un respirador, probablemente no, en condiciones normales han sido muchas las noches que yo en virtud de algún mal psíquico o físico he pasado noches en urgencias a la espera de una silla plástica en urgencias esperando una cama. Al final, inteligentemente moriremos, solos, sin vernos, sin verlos, sin tocar la sus manos una última vez, sin un último adiós, teniendo que despedirnos de nuestros muertos, como si ya fuera tradición en este país, mentalmente, y esperar que nuestros sentimientos llegaron a ellos y supieron cuánto los extrañaremos.
Inteligente e inexorablemente moriremos, y la economía, también.