La situación jurídica que vive el expresidente Álvaro Uribe Vélez da mucho de qué hablar, que de eso no le quepa la menor duda, amigo lector. Más allá de la campaña mediática que la defensa de este poderoso político ha venido llevando a cabo a capa y espada –aparentemente comprando la opinión de periodistas, contratando publicistas en Estados Unidos para limpiar su nombre, y exigiéndole a medios reconocidos no entrevistar a la víctima de todo este fraude procesal, el senador Cepeda–, nadie puede negar que realmente se está abogando por un culpable o por un muerto al que están tratando de revivir. Y que también se hace acto de presencia ante el discurso de un hombre que, aunque está diciendo la verdad, en algún momento de su acusación quiso retractarse por simple interés.
Desde mi perspectiva, Juan Guillermo Monsalve, un temido paramilitar al que quieren hacer pasar por un bandido de bajo rango, no miente cuando dice que en la Hacienda Guacharacas operaba el Bloque Metro: hace rato la gente conoce el pasado criminal de Uribe. Sin embargo, este se habría dado cuenta de que lo suyo era salir de la cárcel y disfrutar de la vida que otros paramilitares viven sin haber pagado ni un día de condena. Y si bien le ha dicho a los medios que nunca buscó retractarse, los audios son claros y dan cuenta de que sí intentó modificar su versión, aceptando la revisión de su caso con la intermediación de Uribe. Según lo veo, si quiso cambiar de parecer no fue por mentiroso, sino simplemente porque sus deseos de libertad probablemente eran más fuertes que otra cosa. Ahora bien, ¿por qué no terminó aceptando lo que le proponía el abogánster de Uribe? Diría yo, porque se dio cuenta de que tampoco lo iban ayudar tal como él esperaba. Esa es la cuestión: Monsalve se habría desengañado.
Por eso no hay que creerle a Vicky cuando busca hacerle creer a la opinión pública que Monsalve es un mentiroso, ni mucho menos es prudente participar de la campaña de desprestigio que la defensa de Uribe promueve, porque realmente se está ocultando la verdad y no quieren que se sepa que Diego Cadena habría intentado fabricar un caso para encochinar al senador Cepeda. Todo esto no es más que una lucha de intereses, en donde se va evidenciando que se cambia de acera según sea la necesidad. Es que no es de todo cierto lo que dice Deyanira Gómez, la exmujer de Monsalve, cuando plantea que este nunca buscó rectarse, conociendo ella que le ordenaron radicar un documento en la Corte Suprema de Justicia desmintiendo el pasado criminal de Uribe. En mi opinión, de su acercamiento a Cadena, por petición de su expareja, viene todo el montaje que Granados y Lombana habrían querido imponer, más cuando se infiere que todo lo que ellos dicen no es más que un cocido bastante rancio.
Insisto, Monsalve no miente, nunca ha mentido. Sabe lo que realmente pasó con la participación de los grupos paramilitares en Antioquia. Si en algún momento buscó aceptar la ayuda de Uribe, simplemente fue porque quería salir del hueco en el que hoy está, aunque mejor custodiado y alimentado. Todo este lío judicial puede que no llegue a nada serio, pero lo que sí es cierto que en este país se acude a cualquier cosa con tal de perjudicar al que menos tiene, porque así es el poder: se da a conocer aunque se acuda a las bajezas más ruines.
