Las orejas grandes, la piel blanca, el pelo ensortijado y desordenado. Candado, Jeans y camisa latex, Jesús Ignacio Roldán, alias Monoeleche, parecía un colombiano cualquiera de cincuenta años. Había llegado la noche anterior de Montería, Córdoba, a donde vive desde el 12 de octubre del 2016, fecha en la que un magistrado de la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín lo dejó en libertad por cumplimiento de pena.
Burló con facilidad los flashes de los periodistas asentados afuera de la sala 35 del piso 18 del Palacio de Justicia a donde se desarrolla el juicio contra Santiago Uribe. Se presentaba en calidad de testigo, citado por el abogado Jaime Granados, quien se retiró de la rueda de prensa del senador Avaro Uribe en su finca de Rionegro para asistir al juicio contra su defendido.
El paramilitar testificó en el caso de la Hacienda la Carolina por el que Santiago Uribe está detenido acusado de haber participado en la formación de grupo paramilitar conocido como Los 12 apóstoles y en el origen del Bloque Metro. En este último caso están señalados los dos hermanos Uribe Velez. Monoleche negó cualquier participación de estos en la conformación de este grupo ilegal que operaba en la zona de San Roque donde esta situada la finca Guacharaca.
Sentado frente al juez, Monoeleche destilaba algo parecido a la paz. No parecía ser la misma persona que había desatado una tormenta de balas y muerte en Antioquia y que se desmovilizó junto al Bloque Calima en cabeza de alias HH en el 2004.
Tenía 20 años cuando lo descubrió Fidel Castaño. En esa fecha entró a formar parte de la escolta personal del hombre que impulsó el paramilitarismo en Antioquia. Una vez éste fue asesinado en 1994 pasó a ser el jefe de seguridad de los hermanos Carlos y Vicente y también a administrar sus haciendas y Agropalma, compañía creada por paramilitares.
Fueron varios los crímenes por los que terminó condenado en Justicia y paz: por el homicidio de Juan Antonio Espitia, un comerciante y parcelero asesinado el 9 de enero de 1994, a unos cuantos metros del Batallón de Ingenieros Pedro Nel Ospina, cuyo capitán, según su versión, ayudaba a los paramilitares en la zona; por el crimen de Elías Hernández Vega, joven campesino de 24 años; del adolescente de 16 años Hernán David Carvajal Arias por haber sido señalado de pertenecer a una secta satánica; las desapariciones del albañil de 30 años y de Joaquín Emilio Taborda Ruiz, de Rodolfo Torres Romaña, amigo íntimo de Carlos Castaño. Pago tres años de cárcel dentro de Justicia y paz cuya máxima pena tenia como tope los 5 años.
A Monoeleche nunca le tembló la voz esa mañana del 31 de julio del 2018 ante el juez. El hombre que mejor conoció a los hermanos Castaño, el que le metió siete tiros de pistola a Carlos, el menor por ser “un sapo de la DEA”. Afirmó no tener ningún tipo de conocimiento de reuniones de los Castaño con los hermanos Uribe Vélez. Dejó en claro que su responsabilidad en las AUC estaba restringida a la la juridiscción fue San Pedro de Urabá y Córdoba y que por tanto no tuvo conocimiento de la creación de los Doce Apostoles, el grupo paramilitar que azotó Yarumal y el nordeste antioqueño y cuyo origen, según la versión del ex oficial Juan Carlos Meneses, ocurrió en la hacienda La Carolina propiedad de Santiago Uribe Vélez.
Monoleche también testificó, por solicitud del abogado Jaime Granados, en el caso de los testigos falsos que involucra a los senadores Ivan Cepeda y Alvaro Uribe y que llevó a que la Corte Suprema de Justicia llamara a indagatoria a este último. Hablo con firmeza y seguridad que cuando estaba en la cárcel de Itagui un compañero recluso le ofreció en varias oportunidades un fajo de billetes y prebendas a nombre del congresista Iván Cepeda, a cambio de enlodar a los hermanos Uribe Vélez vinculándolos con grupos paramilitares.
Monoleche afirmó que otros reclusos también habían recibido propuestas similares para conspirar contra el expresidente. Soltó entonces los nombres de los excomandantes Iván Roberto Duque, el Alemán, Raúl Hasbún, alias Pedro Bonito, Julian Bolívar y otros 40 paras que estaban en su mismo Patio. Todos, dijo Monoleche, conocían de los ofrecimientos de Iván Cepeda. Según su declaración sólo se vio una vez con el senador Cepeda en Itagui. Y a él, en particular, nunca le prometió nada, sólo se preocupó por conocer cual era su situación carcelaria. Quedaron de verse en otras oportunidades pero el reencuentro nunca se pudo hacer: el propio Monoeleche le habría pedido a la dirección de la cárcel no recibir a Cepeda.
Al mediodía Monoeleche terminó su declaración. Salió en silencio, más despelucado y un poco más blanco de lo que llegó. Lo único que se le iluminaba en la cara eran los flashes de los fotógrafos.