Mojar la cama
Opinión

Mojar la cama

Por:
diciembre 13, 2013
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Estoy seguro que el niño Jesús, como todos nosotros, se orinó en el pesebre y luego en su camita. María y José no deben haber hecho nada fuera de cambiarle los pañales como en cualquier villancico. Probablemente actuaron bien. Probablemente digo, porque hay algunas condiciones médicas serias que se manifiestan con enuresis, orinarse en la cama. Pero no volver esta situación un drama o asunto de rigurosa disciplina infantil es lo más sensato. Mojar la cama fue seguramente vergonzoso para el niño Jesús como lo era para todos nosotros. Y preocupante para María, José y todos los padres.  Debemos entonces educarnos en el manejo familiar de esta situación.  Para eso es útil un folleto (NIH Publication 12-5631, junio 2012) repartido en el último congreso de la Asociación Pediátrica Americana.

Algunos niños tardan más tiempo que otros para alcanzar control voluntario de su micción pues nada en el desarrollo humano normal sigue un calendario estricto. Ser buen padre consiste en gran parte en saber esperar. Pero en nuestra cultura contemporánea del comparar y cumplir metas no sabemos tener paciencia con nuestros niños. Aunque nos preciemos de liberales, igualitarios e inclusivos tenemos pavor a las diferencias individuales de nuestros hijos. Queremos siempre que sean “adelantados para su edad” o por lo menos “normales”.

La contracción de la vejiga y expulsión de orina, proceso neuromuscular bastante complejo, no se consigue controlar voluntariamente hasta después de los cinco años de edad en ciertos casos. Debe uno preocuparse si el menor moja la cama de día, de día subrayo, y de noche después de los 5 años. O si tiene más de 7 años y se orina dormido más de dos o tres veces por semana. En esos casos puede llevarse al médico pero un único episodio aislado no debe causar alarma ni histeria paternal.

En la consulta médica correspondiente podemos esperar que se pregunte por fiebre en el niño y se pida un examen de orina buscando diagnosticar infección urinaria.  También es importante notar cambios en el apetito y pérdida de peso como síntomas de diabetes infantil. El médico debe medir la presión arterial del niño para estudiar la posibilidad de enfermedad renal crónica. Explorar reflejos en miembros inferiores (lo del martillito) buscando problemas neurológicos. Palpar el abdomen por masas abdominales como signo de constipación. Y ya que hablamos de constipación esta se define como menos de dos deposiciones semanales o deposiciones duras, secas, pequeñas con gran dificultad. Por último el examen médico debe explorar la presencia de amígdalas grandes, respiración habitual por la boca, ronquidos y pobre crecimiento físico del niño como signos de apnea del sueño pues en esta condición puede ocurrir enuresis. No quiero abrumar a los padres con estas advertencias pero deben tenerlas en cuenta si llevan al niño a consulta por mojar la cama pues el médico puede olvidar algunos de estas preguntas o exámenes en la exploración clínica del problema. Mi esposa, nefróloga pediatra, me ha ayudado a escribir esta columna y se queja del frecuente olvido de medir  la presión arterial en los niños o hacerlo con inapropiados tensiómetros para adultos. Pensamos erradamente que los menores de edad no sufren hipertensión.

Todas las condiciones mencionadas antes pueden causar enuresis. Pero la mayoría de las veces no se encuentra una causa orgánica específica. El niño que moja la cama puede reaccionar así a cambios en la casa o la escuela y debe evaluarse el estrés emocional que está experimentando. En ese caso se pueden implementar estrategias simples para enfrentar la situación. Y aunque no podamos determinar su causa específica la enuresis puede considerarse en algunos casos hereditaria. Si ambos padres la han experimentado en su infancia es muy probable que se presente en sus hijos. Si solo un progenitor tiene historia del problema, hay un 30% de posibilidad de encontrarla en sus niños. Debemos recordar que lo que consideramos hereditario en medicina no es siempre genético pues existe una herencia cultural o familiar de algunas condiciones. En todo caso hay que explicar claramente al niño que él no tiene culpa de la enuresis. Nunca, por favor, lo haga sentir culpable.

Luego de estudiar y establecer el diagnóstico de enuresis hay que considerar terapia adecuada para ella.  Existe tratamiento farmacológico que quizás debe dejarse como última posibilidad. Las alarmas para avisar al niño que está mojando la ropa o la cama son efectivas y lo despiertan para orinar voluntariamente. Además lo entrenan para sentir la vejiga llena. Los padres también pueden intentar un programa de entrenamiento procurando que el menor retenga poco a poco más orina y dilate la vejiga. Recordemos sí que retener orina exageradamente no es saludable. La gran mayoría de niños deja de experimentar enuresis al crecer y quizás María y José, como imaginamos, actuaron bien. ¡Feliz Navidad!

 

 

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