El que es caballero repite y Antanas lo volvió a hacer: se bajó los pantalones, mostró las nalgas, y de paso se inmortalizó en los ojos incrédulos de sus colegas del Senado. Unos fingían no ver, otros miraron con desvergüenza, los más solapados se hicieron los pendejos y miraron para el techo, pero unos y otros vivieron una situación molesta. Y no era para menos, ante una inusitada protesta por la falta de actitud de escucha de los mal llamados padres de la patria, en un escenario que se ha convertido en un antro de la falta de respeto y la intolerancia. En efecto, ni a un profesor Jirafales con uno de sus populares gritos le resultaría fácil poner en orden un recinto en el que unos suelen jugar con el celular, otros dormir, y muchos conversar a destiempo. Y es que el Congreso, a veces, tiene más semejanza a un aula de clases donde cunde la indisciplina, y por momentos, se parece más a una gallera que a un recinto donde se define el destino político de nuestro país.
Esta vez el ilustre representante del Partido Alianza Verde no soportó la mala educación de los que no atendían o no dejaban atender el discurso del saliente presidente del Congreso, el señor Efraín Cepeda. A propósito como “padres de la patria” deberían dar ejemplo de respeto, honradez y transparencia a sus hijos, y de paso enseñarles las normas de la convivencia ciudadana… y lo más mínimo que se le puede pedir a la gente civilizada es el respeto a quien toma la palabra, y junto a ello el respeto a la diferencia y el ejercicio de la tolerancia frente al que piensa distinto. Ojalá que ese escenario de egos y prepotencia no termine convertido en tinglado en el que se vayan a golpes oficialistas y opositores: sería el colmo en un contexto polarizado como el nuestro que se debate entre la guerra y la paz, entre la decencia política y la corrupción o entre el miedo y la esperanza. No está de más decir que una imprudencia por parte de uno de los grandes líderes del país, en un escenario hipersensible y en estado de alerta como el actual, podría hacer de nuevo las veces de un florero de Llorente. De las actitudes y comportamientos de los congresistas dependerá en gran medida la temperatura y efervescencia política del país, y por ende se reflejará en los posibles brotes de violencia en las calles y campos de esta patria tan proclive a los brotes de fanatismo.
Por otra parte, en un país mojigato como el nuestro, me imagino que muchos pegaron el grito en el cielo o se rasgaron las vestiduras cuando el lente enfocó las nalgas al aire de Antanas Mockus… Incluso creo que el grito de los hipócritas tendrá eco, y nada de raro tiene que desde ahora mismo pretendan sancionar o sacar del camino político a un personaje que se ha distinguido por la honradez y la autenticidad y la dignidad. De hecho hicieron lo posible para que perdiera su curul por otro destape de nalgas hace dos décadas. En este país surrealista y absurdo algunos personajes inverosímiles consideran que una falta contra la urbanidad de Carreño es igual de grave que violar la Constitución. Al menos así lo creen unos cuantos de esos que suelen llamarse pastores cristianos con codicia política. Como nada de raro tiene que para muchos sea más obsceno mostrar el pompis que la práctica de la corrupción continuada, incluso más obscenoque los crímenes sistemáticos que se vienen dando contra los líderes sociales: vivimos en un territorio donde se pasea a su amaño la doble moral.
Con todo lo anterior no estoy dando a entender que el comportamiento irreverente de Antanas Mockus sea digno de imitar, y mucho menos que sea un poema al decoro, un himno a la belleza del desnudo, un canto al glamur, o una pose renacentista digna de ser inmortalizada en una escultura tipo Miguel Ángel… unas nalgas, al menos esa clase de nalgas no dan para tanto; pero en todo caso, un hombre sabio está en todo su derecho de aleccionar a sus semejantes cuando estos sobrepasan o no acatan las mínimas conductas de convivencia. Además, un buen profesor siempre es creativo y no se deja perturbar por un grupo de desatinados… un buen pedagogo siempre te deja una lección, acudiendo incluso a actitudes controvertidas. En este caso concreto, Antanas Mockus enseña su trasero para dejar una enseñanza, y la redundancia es adrede: el ilustre representante de la Alianza Verde más que un profesor es un maestro. Este es su primer aviso, y con toda seguridad, si es que lo dejan, iluminará y aleccionará a más de un congresista aquejado de poca luz, y en cambio rico en oscuridad.
En conclusión: visto desde una justa medida, lo acontecido ayer en las instalaciones del Congreso de la República (si es que no acudimos al ridículo uso de la lupa propia de los puritanos y los moralistas a ultranza), la bajada de pantalones de Mockus, tiene un nombre: carácter… y un significado: autenticidad… la autenticidad de un hombre honrado que no le da vergüenza darle una bofetada a la doble moral o un escupitajo a la hipocresía, o una patada en el trasero a la mala educación y grosería de algunos “padres de la patria”.