A los pilotos de Avianca se les despide y castiga por hacer atrevido a reclamar y protestar y quienes decidieron que estaban fuera de la ley y no tenían derecho a hacerlo fueron los jueces y magistrados desde sus amplias y cómodas oficinas. Una protesta, en principio un derecho, termina tratado como un tema disciplinario y en despidos masivos.
A Petro le han negado el derecho a la concentración política porque supuestamente no cumple con las normas; “tiene que ajustarse”, “si así es de candidato como será de presidente”, “la ley es la ley” son algunos de los calificativos que han circulado sobre él. Lo curioso es que estos reclamos no han ocurrido con ningún otro de los candidatos, ni siquiera aquellos que reparten comida, andan con ruidosas escoltas y acompañados de bullosos grupos musicales. ¿Qué rara y selectiva que es la ley?
Así que el derecho a la huelga, a la protesta, a mostrar el inconformismo y a manifestarse en una plaza pública no lo deciden quienes lo sufren y lo viven; en el caso de los pilotos que reclaman jornadas menos largas y fatigosas, la situación la definen los honorables jueces y magistrados desde el escritorio, y en el caso Petro, las conveniencias políticas de los gobernantes de turno.
Y es que en el imperio de la ley ocurre también que después de largos y extenuantes negociaciones en la Habana para poner fin a una larga guerra de más de 50 años, fueron los jueces y hacedores de leyes o congresistas, desde sus ya dichas cómodas y tranquilas oficinas quienes “avalaron” la negociación, por supuesto en el marco de la constitución y la ley. ¿Se cometió el error de no ajustar las expectativas de los negociadores a las expectativas de jueces y congresistas? ¿Se debió incluir a los jueces en la negociación? El largo conflicto de medio siglo reducido finalmente a un asunto de despachos judiciales y tal como va, a un asunto de la justicia penal.
Como al parecer la ley no nos está cobijando a todos con la misma sombrilla surge la pregunta ¿Es la ley misma lo que está en el centro del debate en este momento en la agenda política? Unas leyes vigentes bajo custodia de magistrados involucrados en sonados casos de corrupción —incluido un presidente de corte— y un congreso en el cual el epíteto de untado de “mermelada” o “negociado con el contratista” o a “cambio de un puesto” ha sido ingrediente y requisito para votar y garantizar los trámites de las leyes.
Surge la pregunta de qué hacer cuando la ley es vista como injusta; el asunto se puede ilustrar con dos campañas de personajes iconos y que pueden representar los dos puntos de vista sobre las leyes: Mockus bajo el lema Colombia Legal y traducido como hacer valer la ley y no todo vale; Petro, rehacer la institucionalidad y por consiguiente la legalidad a partir de una Asamblea Constituyente.
Mockus es en este caso el lado más conservador del asunto: la ley es la ley y el problema es el atajo. Hay que hacerla cumplir, acabar con la mordida, el soborno y el todo vale. Petro es el lado más progresista y rompedor; imposible tener un Congreso hacedor de leyes no solo insensible a algo tan fundamental como un acuerdo de paz y unas normas que impiden de manera selectiva la protesta. Así que, o hay que empezar por el principio y revocar para reconstruir y hacer nuevas leyes o asumir que las que tenemos son buenas y los malos son los que no las cumplen.
Con el fin de frenar el avance de la revolución, la autocracia zarista rusa se inventó la Duma, una suerte de parlamento con el que buscaba legitimarse. La Duma se hizo supuestamente para construir y hacer democracia y leyes. Los Bolcheviques al mando de Lenin simplemente ignoraron la Duma (a la que fueron “invitados”) y construyeron su propia forma de hacerse valer: Los consejos de obreros o Soviets. Se transformó el orden institucional y se construyeron nuevas leyes.
Si el nivel de desamparo de los ciudadanos ha llegado al extremo de que ni siquiera se pueden protestar como los pilotos de Avianca porque se lo impiden las leyes; que tampoco es posible reunirse en una plaza pública e incluso se es apedreado por hacerlo; que quienes tramitan las leyes (congresistas) y quienes las aplican (jueces) han llegado a tal nivel de insensibilidad y corrupción que ya ni siquiera la muy legal forma de hacerse valer como la huelga resulta eficiente, ¿a quién le creemos?, ¿a Mockus, el lado conservador o a Petro, el lado transformador de las leyes, o la Duma o los Soviets?
Claro, se podría prestar para todo tipo de debates e interpretaciones, que una cosa es la ley, otra quien la aplica y otra quien la hace. Que es larga la distancia que va de la costumbre a la ley, que no tenemos problema con las leyes —hay muchas y buenas— sino con su cumplimiento y aplicación etc. Lo único cierto es que nadie cree, nadie acata, nadie cumple y eso solamente quiere decir que las leyes no son justas, sino selectivas y discriminantes.
Así que estamos ante el cara y sello de la ley: Les compete demostrar a los dos candidatos si actualmente en este país es cierto o no eso de que la ley es para los de ruana.