El general de la Policía Luis Herlindo Mendieta, quien estuvo secuestrado por las Farc durante casi 12 años, puso el dedo en la llaga.
El ahora oficial en retiro, palabras más, palabras menos, ha dicho que, cuando la semana pasada se reunió en La Habana con los delegados de la guerrilla, sintió como si estuviera hablando con los mismos señores que lo tuvieron secuestrado entre noviembre de 1998 y junio de 2010.
Es decir, con unos tipos intransigentes y radicales. De hecho, allá en Cuba le refregaron varias veces en la cara que él nunca fue víctima (ni secuestrado) sino un prisionero de guerra…
Hagamos memoria: a las 4:45 a.m. del 1 de noviembre de 1998 unos 1.500 guerrilleros de las FARC atacaron a Mitú, la capital de Vaupés, y, tras arrasar con la pequeña población, dominaron con relativa facilidad lo que había allí de fuerza pública.
A los que no asesinaron, los secuestraron, entre ellos a Mendieta y a los policías John Frank Pinchao, que se les fugó a sus captores en 2007, y Luis Hernando Peña Bonilla, quien fue asesinado por los guerrilleros luego de que el secuestro lo enloqueció
Pero la historia de Mendieta es distinta a todas. El día que lo secuestraron, y viendo que ya todo estaba perdido, alcanzó a llamar a su esposa —María Teresa Paredes— para despedirse toda vez que creía que de allí no saldría con vida.
Pero sobrevivió y en calidad de teniente coronel tuvo que rendirse y salir de la estación de policía de Mitú con las manos en alto. Desde ese 1 de noviembre de 1998 la historia de Mendieta ha sido dramática. Era la lucha constante de su mujer, de sus padres y de sus hijos José Luis y Jenny porque volviera a la libertad.
La hermosa Jenny incluso empezó a fungir como periodista en el programa Las voces del secuestro, que dirige el veterano periodista Herbin Hoyos. Desde allí, cada ocho días, en los amaneceres del domingo, le enviaba mensajes a su padre.
"Usted de aquí sale de último", le dijo el Mono Jojoy en alguna oportunidad a Mendieta al hacerle hincapié que por ser el uniformado de más alto rango en poder de la guerrilla su liberación no sería como la de los políticos (civiles) secuestrados.
Hacia 2002 o 2003, Jorge Enrique Botero "reunió" a Mendieta con su familia. Grabó en Bogotá a su esposa y a sus dos hijos y esa filmación la llevó hasta el sitio en la selva donde estaba el general. Doña María Teresa le dedicó la canción Cómo voy a olvidarte. Al final Botero bautizó su trabajo periodístico con ese mismo nombre, lo que lo convirtió en ganador del Premio Nuevo Periodismo Cemex-FNPI en 2003.
Recuerdo que en ese mismo trabajo de Botero se veía a un desafiante Jojoy (desaparecido en 2010) humillando, literalmente, a los secuestrados.
En junio de 2010 sucedió lo inesperado: el entonces presidente Álvaro Uribe anunció a Colombia y al mundo que el general Mendieta y tres uniformados más habían sido liberados por el Ejército en las selvas del sur del país.
Un agotado y envejecido Mendieta apareció ante las cámaras. Como durante su cautiverio había conseguido los ascensos a coronel full y a general terminó siendo el oficial más antiguo de la Policía. En esa calidad viajó a Madrid como agregado de la Policía en la Embajada de Colombia en España.
Allí permaneció durante algún tiempo. De regreso a Colombia, y a diferencia de algunas víctimas que se han mostrado obsecuentes con las Farc en la capital cubana, Mendieta siempre se mostró crítico con los guerrilleros, es decir, con sus verdugos, y hasta se dio el lujo de no estrecharles la mano.
Antes de que se conociera la lista de la primera delegación de víctimas a La Habana, Mendieta insinuó en varios eventos públicos su interés por cantarles unas cuentas verdades a los herederos de Manuel Marulanda.
No faltó quién de la guerrilla, para ofender su honor, asegurara que Mendieta, durante el secuestro, lloró como mujer lo que no pudo defender como hombre, comentario que, de paso, deja ver cuán sincero es el propósito de enmienda y cuán generosas la garantías de no repetición que están dispuestos a conceder estos personajes.
Mendieta ha regresado al país, más digno que nunca. Puede ser que una golondrina no haga verano; pero la dignidad de Mendieta es un antídoto para el olvido de las atrocidades cometidas en Mitú el 1 de noviembre de 1998 y durante los años posteriores; atrocidades que hasta ahora no se confiesan, no se reparan, no se compensan, no se castigan.
P.D. Nada pierden con ir al restaurante serbio Belgrado, en Bogotá. Intenten que Katarina Markovich les cuente su historia como inmigrante mientras disfrutan entradas de berenjena y pimentón relleno.