Cíclicamente el planeta comporta cambios climáticos. En esta época (quizás los últimos cincuenta años) comenzamos a vivir un fenómeno de calentamiento global que implica el aumento de la temperatura media de la tierra y de su atmósfera; esto es producto de procesos de larga duración en la galaxia, pero también debido al crecimiento de las emisiones CO2, especialmente en razón de la quema de combustibles fósiles a partir del período industrial. El fenómeno se sentirá cada vez más en nuestros entornos de vida; sin embargo, hemos estado esperando que los poderes de esta civilización en curso hagan algo, adopten medidas a través de conferencias, tratados o acuerdos para afrontar la crisis climática con un sentido de justicia, pero seamos francos: eso no ha pasado con suficiencia. ¿Qué hacer?
La situación es compleja: el aumento de la deforestación, la utilización de fertilizantes en la agricultura extensiva, el abuso del uso de petróleo, gas y energía hidroeléctrica en la producción, en los medios de transporte y en la construcción de los entornos urbanos y rurales, el crecimiento de los volúmenes de residuos y su disposición en los mares, la fabricación y consumo en serie de bienes suntuosos cargados de energías y materiales tóxicos, han sido el signo principal de la modernidad que nos agota la vida. Esta situación de despropósitos energéticos y acumulación de bienes en las zonas metropolitanas contrasta con las amplias franjas de pobreza, de pérdida de ecosistemas y fuentes estratégicas en la diversidad de continentes, regiones y naciones.
Las consecuencias están a la vista y se van radicalizando: aumento de las temperaturas, desaparición de glaciares, extinción de la fauna marina, incendios forestales, escasez de alimentos en ciertas zonas del planeta. Los tifones, los huracanes, las lluvias, obligan a pueblos a emigrar de sus países y a buscar refugio en otros parajes. El deshielo de los polos llega al mar y afecta la salinidad del agua, esto estropea las especies vegetales y a los peces que se alimentan de ellas. Con la tala indiscriminada, además, muchos animales pierden su hábitat natural. El calentamiento altera y modifica el clima de tal forma que estos fenómenos de riesgo vital se presentan con mayor reiteración y de forma más agresiva.
Fijémonos en las etiquetas de sostenibilidad que manejan muchos productos en el mercado. Fomentemos el uso de documentos digitales para disminuir el derroche de papel y de tinta
El tamaño y alcance de esta situación demanda el actuar de un movimiento social global, anidado en todos los espacios locales, para exigir a los gobiernos territoriales que salgan del letargo y actúen con prontitud, protegiendo y ampliando los tejidos verdes, las fuentes de agua, transformando el transporte público y el hábitat desde una lógica sostenible. No obstante, ante la falta de eficacia institucional, es necesario comenzar a actuar más allá de los gobiernos, insistiendo en cambiar hábitos desde las pequeñas costumbres cotidianas. De ahí la importancia de reducir, reciclar, rehusar. El cambio climático lo podemos afrontar sembrando árboles y mallas vegetales en general, ellos evitan la erosión, brindan aire a los ambientes y crecen las fuentes hídricas. Comprometámonos con la recuperación de espacios que sufrieron deforestación, descementemos los entornos urbanos. Promovamos el consumo de productos locales. Si vamos al mercado llevemos nuestras propias bolsas de tela. No usemos pitillos, platos, ni cubiertos desechables que producen efecto invernadero. Podemos reciclar el aceite con el que se cocina. Digamos no a los hábitos de gasto extremo. Tratemos de consumir menos carnes ultra procesadas y esforcémonos en reemplazarlas por preparaciones saludables. Fijémonos en las etiquetas de sostenibilidad que manejan muchos productos presentes en el mercado. Fomentemos el uso de documentos digitales para disminuir el derroche de papel y de tinta. Incentivemos el empleo de papel por ambas caras y esforcémonos en que el manejo de los residuos sea adecuado. Son muchos los espacios que se pueden aprovechar en las ciudades para plantar vegetales, la agricultura urbana ayuda a disminuir las emisiones de carbono y mejora la alimentación sana.
Se pueden generar alternativas desde una ética de habitar el planeta como la casa común; Sin dejar de exigir medidas publicas consecuentes con la situación que se presenta, comencemos desde lo que si podemos hacer ya, porque estamos tarde…