Una botella de vino, una cajetilla de cigarros, una conversación productiva y agradable. De repente suena una canción, es un tipo con voz de barítono. Profunda, hermosa y a la vez desgarradora que dice “No hay cura para el amor. No hay cura para el amor. Todos los cohetes están subiendo por el cielo. Los libros sagrados están abiertos. Los doctores trabajan día y noche pero ellos nunca encontrarán la cura para el amor”
Y entonces esa voz, los acordes, los coros, acaparan mi atención, me transportan, me acogen, me abrigan, me hipnotizan y me llevan hasta lo más cálido de mis entrañas, me convierten en un ser más bonito, amable y transparente.
De inmediato tengo qué saber de quién se trata. Me dice un amigo “Es Leonard Cohen”. Y yo una niña de tan sólo19 años, no sabía que en este planeta existiera mejor música que la de Pink Floyd, The Who, AC /DC, bandas que hicieron parte de mi, desde que estaba en útero de mi madre.
Recién descubría un nuevo mundo, prácticamente salía del cascarón y estaba penetrando en nuevas experiencias musicales y literarias.
“I'm your man” fue el primer disco que escuché de Cohen, nada más halagador para una mujer consentida, acostumbrada al buen trato, a la caballerosidad de los hombres, que descubrir canciones que enaltecen el erotismo y la belleza femenina, pero aún así permitiéndonos conservar nuestra libertad e identidad.
Así fue como me adentré en el mundo del Señor Cohen. A partir de ese momento me convertí en una obsesa y decidí conocer a fondo su trabajo, sus canciones, sus libros Quería saber quién era realmente ese ser enigmático que logró cautivarme con su talento.
Un día caminando por Chapinero con mi perrita Tábata, en una vitrina de las tiendas de antigüedades vi un libro titulado “El Juego Favorito” mi relación con Cohen estaba escrita, debía comprar ese libro, leerlo, saborearlo, internarme más en la mente de ese hombre auténtico, caballero, solitario y encantador.
Gracias a ese libro autobiográfico mi pasión por Cohen aumentó, porque me di cuenta que para él las mujeres éramos su constante, un misterio que jamás pudo develar, pero a ciencia cierta nos intuyó hasta el final de sus días, y para ser honesta pocos hombres tienen la capacidad de lograrlo.
Sus grandes inquietudes ¿Por qué quedarme con ella? ¿Por qué ser un hombre ejemplar con una esposa y trabajo?. Evidentemente la soledad resultaba más atractiva, adictiva, y él adoraba a la libertad tanto como a las mujeres. Pero la primera siempre ganó.
Tal vez por eso me he sentido tan identificada con él. Llevo 20 años escuchando sus canciones, leyendo una y otra vez El Juego Favorito, porque uno no se desprende a la ligera de las cosas de Cohen, son tesoros insustituibles.
Para Cohen el amor era algo visceral, erótico, desgarrador, catártico, sanador, pero jamás una atadura. Y es evidente él nunca buscó la exclusividad, simplemente quiso vivir intensamente el momento con cada una de sus amantes.
Él era capaz de descubrir la poesía femenina más allá del orgasmo, y lo más importante la libertad de seguir cada uno su camino.
Su relación con la soledad fue la más fuerte, la más duradera, inquebrantable, porque a través de ella logró crear esos maravillosos versos basados en la religión, la política, la búsqueda del ser, el amor, el caos citadino de la vieja ingrata pero encantadora New York, el erotismo y la pérdida.
Un paisaje interior que Cohen tuvo la valentía de compartir, sin temor a mostrarse débil o cansado, y así lo hizo con su última canción “You want it darker” Una despedida magistral, sublime, características del caballero cuya poesía enalteció a la mujer, y la llenó de los más hermosos tributos sin necesidad de denigrarla… Por eso me enamoré perdidamente del trabajo de gran Leonard Cohen. Y espero se inmortalice con las nuevas generaciones, porque este planeta lleno de desolación e incertidumbre necesita de esa luz que entra a través de la grieta.