Nada me divierte más que contarles las curiosidades con las que me tropiezo de vez en cuando sobre nuestra variada y entretenida fauna humana. Una de ellas es el misógino-perro, una mezcla explosiva y contradictoria de hombres que supuestamente odian a las mujeres, pero que caen en la tentación con todas ellas. Los políticos y los jefes de oficina también pueden tener estos rasgos. ¿Cómo? Bueno, van a ver.
Según la sicóloga Sandra Herrera, el misógino no necesariamente rechaza a las mujeres porque las admira, las idealiza, se interesa en ellas y las desea. El problema real es que tiene miedo profundo a perder el control sobre ellas. Entonces es un príncipe siempre, pero cuando no lleva la batuta ni alcanza sus necesidades básicas se vuelve un patán que maltrata verbal y sicológicamente, y si se da cuenta que ella se cansó y se quiere ir, se victimiza y hace lo que sea para impedirlo.
¿Usted está pensando que es un machista? Para nada. Los dos, misógino y machista son controladores, pero para este último la mujer es menos que él, tiene que servirle y ser sumisa; el otro hace ver que la admira para conquistarla. Otra diferencia es que el misógino puede no ser el proveedor económico; el machista no lo aceptaría jamás, como tampoco que su mujer quiera irse. En resumen, el primero manipula por miedo y el segundo manda y da miedo. ¡Los dos me parecen horribles!
Después de la explicación necesaria, al asunto hay que ponerle picante. El misógino-perro, que me tiene escribiendo esto, es capaz de tener relaciones paralelas, tratar como reinas a todas sus víctimas, ser patán por igual con ellas y victimizarse con cada una por si lo quieren abandonar; ¡quiere dominarlas a todas y tiene la capacidad de hacerlo con las sucursales que sean necesarias! Su miedo a perder el control lo alienta a llevar relaciones perfectamente paralelas. Como decían las tías, ¿qué tal el almendrón?
Pero esta belleza se puede percibir en políticos y jefes, para que vayan sabiendo. En la política, los misóginos tratan a sus pares femeninas divino, pero no les otorgan los cargos más altos y son capaces de destruirlas detrás de una máscara de admiración; los municipios son los escenarios favoritos. ¿Les suena
De los jefes misóginos, y misóginos-perros, líbrame señor. Dice nuestra sicóloga Sandra Herrera que “como tienen el poder, humillan para destruir autoestima y confianza de una; en paquete”. Esta maravilla “no aporta ni critica de buena manera y para nada es guía de sus empleadas. Al contrario, las hace ver inútiles, incapaces de dar buenos resultados, jamás las felicita; lo más seguro es que ellas sean brillantes y él todo un inútil”.
¿Y de dónde nace este engendro? Generalmente del comportamiento de sus padres, especialmente del de su mamita que tiende a hacerle todo lo que más le gusta: su comida favorita, plancharle sus camisas y tenerle sus vestidos impecables; si tiene hermanas las pone en segundo lugar y no permite que hablen cuando él lo hace, igual que a su çónyuge, si la tiene. Él es enaguado y adora a su mamá, pero si ella deja de hacer algo de lo que a él le gusta, puede pasar del amor al odio en un segundo.
El misógino-perro suena risible pero es un calvario. Su vida es una mentira. Sin entrar, yo ya salí corriendo. ¿Usted tiene uno al lado? Vaya alistando platica para irse y para pagar un sicólogo, porque superarlo vale su plata y sus lágrimas.
¡Hasta el próximo miércoles!