El siglo veinte apenas comenzaba y el joven poeta -nacido en Praga- Reiner María Rilke vivía sus años de mayor incertidumbre y agitación. Como parte de su formación artística fue enviado al Jardín de las Plantas de París, una antigua institución que ofrecía al público varias exhibiciones botánicas y animales. Una de ellas, llamada “La Casa de las Fieras”, incluía un hermoso espécimen enjaulado que -entre el orgullo y la miseria- se paseaba en el espacio insuficiente. El propósito inicial del poeta pretendía alguna revelación estética en la contemplación de las formas y sinuosos movimientos del animal. Observó con cuidado. Sin sospecha sus miradas se cruzaron. Ninguno de los dos quiso esquivarse: por un instante fueron uno solo. Rilke sometido a una ráfaga de sentimientos, se estremeció, sintió el dolor de la bestia, respiró su frustración. Se hizo ella y fue invadido por el atroz cautiverio. Días después, esta experiencia se transformaría en uno de los poemas más famosos del solitario autor: La Pantera.
En la actualidad la empatía es uno de los conceptos más importantes y reiterados en la eterna búsqueda humana del sentido de la vida. Muchas son las versiones que apelan a esta sofisticada emoción como estrategia para el desarrollo del bienestar propio y como fórmula para aliviar la difícil carga que conlleva convivir en sociedad. Se afirma desde distintas orillas, tanto religiosas como académicas, que la alternativa de buscar respuestas en el horizonte de la mirada ajena es capaz de permitirnos una plena observación de nosotros mismos. Confirmando lo que anunciaba el controvertido autor noruego Karl Ove Knausgard: “venimos de lo mismo, vamos a lo mismo (…) su infierno es tu infierno, su cielo tu cielo”.
En la actualidad la empatía es uno de los conceptos
más importantes y reiterados en la eterna búsqueda humana
del sentido de la vida
Lo que resulta curioso es que en los orígenes del término empatía -desarrollado en Europa a finales del siglo XIX- además de la intervención de filósofos y estudiosos de la naciente sicología, también se contara con la participación de artistas. En efecto, un valioso aporte a la definición de empatía apareció súbitamente al tratar de dar respuesta -de nuevo- a un maravilloso y antiguo enigma estético: ¿por qué nos causa placer el arte? La respuesta hizo evidente la relación: en la experiencia artística se halla una representación cercana a la empatía. En ese instante en que las cosas dejan de ser simples objetos (lienzo manchado, acorde vibrante o mármol voluptuoso) y se convierten en artefactos que reflejan nuestras emociones, anhelos y prejuicios nos aproximamos a la razón de ser de la empatía: una proyección propia e íntima en el otro, un reconocimiento personal plasmado en la historia de los demás. Un mismo cielo.
Así lo reseña la autora norteamericana Rachel Corbett en su virtuoso libro You Must Change Your Life (Debes Cambiar tu Vida). Corbett explica que al posarnos frente a una obra de arte que nos conmueve, nos trasladamos a un mundo desconocido que vivimos intensamente disfrutando de su encanto y complejidad, sin necesidad de juzgarlo o apartarlo. Traduciendo la experiencia de lo artístico a la social, con el ejercicio de la empatía se podría abandonar el crudo y molesto hábito de inspeccionar a los otros y en cambio se abre la inmensa posibilidad de hallarnos en su mirada, eso sí, sin importunar. Un mismo infierno.
Se avecinan días difíciles aunque predecibles. Durante la temporada electoral, muchos oportunistas e insolentes -disfrazados de candidatos- reiterarán, sin lograr saciarse, que somos distintos, que el otro es un adversario y que su pensamiento e ideas son abismos infranqueables que deben ser derrotados en las urnas. La empatía será sometida a ley marcial sin derecho a la defensa. Pasadas las elecciones, volverán ellos a congregarse -los supuestos irreconciliables- y seguirán gobernando a su antojo. Desde sus altares públicos, sin asomo de vergüenza contemplaran las heridas que nos causaron al dividirnos, promoviendo la discapacidad de entender, aceptar y sentir a los demás. Lejos el uno del otro.
No deberíamos permitirlo.
@CamiloFidel