Miseria, tristeza y olvido: la deprimente vida que tienen los Samboní dos años después del asesinato de Yuliana

Miseria, tristeza y olvido: la deprimente vida que tienen los Samboní dos años después del asesinato de Yuliana

Juvencio, el papá, gana 12 mil pesos semanales como jornalero. Su madre, se consume en una depresión. Uribe Noguera ya dijo que no tenía plata para indemnizarlos

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noviembre 03, 2017
Miseria, tristeza y olvido: la deprimente vida que tienen los Samboní dos años después del asesinato de Yuliana
Foto: ElEspectador.com

Cuando supieron que su hija Yuliana había sido despedazada por Rafael Uribe Noguera. A Juvencio Samboní y Anely Muñoz no le quedó de otra que devolverse para la vereda El Tambo, municipio de Bolívar, el lugar de donde eran antes de venirse a Bogotá, el lugar de donde nunca debieron haber salido.

Sí, quedarse en Bogotá era impensable. El recuerdo de Yuliana los atormentaba en cada rincón de la pequeña casa en donde vivían en el barrio Bosque Calderón, el lugar en donde habitan 80 familias caucanas que como ellos llegaron a la capital detrás de una vida mejor. Conseguir trabajo en Bogotá era muy fácil para Juvencio. Pero no podían quedarse, el dolor los aplastaba.

El Tambo queda lejos de todo. Para llegar uno se puede demorar 2 días. En el camino entre Popayán y Bolívar lo que abunda es la soledad, la carretera destapada, y los grafitis del ELN anunciando que eso es territorio de ellos. Esta es tal vez la principal razón por la que los campesinos de El Tambo viven tan mal. La dificultad de vender sus productos es absoluta. Por eso, en los dos jornales que hace a la semana, Juvencio se gana 12 mil pesos para mantener a su esposa, su hija Nicole de cinco años y Julián Andrés, un niño que nació con el corazón débil ya que estuvo en el cuerpo de su madre cuando ella recibió la noticia devastadora. Un sueldo de miseria que no alcanza para nada.

Afortunadamente las flores moradas que le encantaban a Yuliana cubren los campos del Tambo. Por eso no vale nada ir a llevarle las flores a la tumba de la pequeña.  A veces, cuando ve una camioneta parecida a la que conducía Rafael Uribe Noguera cuando se llevó a Yuliana, empieza a llorar, a gritarle a Juvencio que por favor vayan a buscar a su hermanita. Después se calma y se pone a jugar con piedritas. A los cinco años ninguna tristeza perdura.

La que no se ha podido recuperar es Nelly Muñoz, su mamá. Desde ese 4 de diciembre apenas pronuncia palabra. Se ha aislado hasta de Juvencio y Julián Andrés, su pequeño hijo, no la consuela, al contrario, a veces le arrastra recuerdos y le desata el llanto.

Con los días Juvencio recuerda más a su hija. Le reza y la recuerda. Recuerda por ejemplo que la niña le decía que de grande quería trabajar en la Torre Colpatria. Que ese año había izado bandera y que la medallita que le dieron la cuidaba como si fuera de oro macizo. La recuerda disfrazada de princesa en su último Halloween y como la ayudaba a hacer tareas así se doblara de cansancio. Con la negativa de Uribe Noguera a pagar la multa de 1.200 millones de pesos con las que iban a indemnizar a la familia, los Samboní vuelven a sentir el peso de ser víctimas. Ellos necesitan rehacer su vida en otra parte pero ahora son tan pobres que no pueden moverse del Tambo. El único consuelo que tienen es que pueden ir a llevarle flores moradas, todos los días, a Yuliana que descansa en su tumba.

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