Toda tragedia tiene actos de solidaridad, sobre todo para quienes más la sufren. Pero en esta crisis humanitaria mundial que ha generado la pandemia del COVID-19, la solidaridad ha sido sobrepasada por la miseria humana.
Es miseria humana que digan que a los jóvenes deben vacunarlos primero porque ellos tienen toda una vida por delante; que los viejos esperen, porque a la larga van de salida y hay que dejarlos que terminen “el corredor de la muerte”. Es miseria humana que esta crisis humanitaria la hayan vuelto una oportunidad de negocio, al fin y al cabo estamos en el “mundo de los negocios”, porque las vacunas pudieron ser donadas por los más ricos del mundo o de cada país, ¡plata les sobra!, y no compradas por los gobiernos bajo pactos de confidencialidad con las multinacionales “seleccionadas”, con la amenaza que si no se compraban con esa “confidencialidad” no las vendían… y entonces que la gente se siga muriendo.
Eso sucedió en Colombia. El mismo presidente se arrodilló y entregó la vida de los colombianos ante ese poder privado, pues dijo que se compraron las vacunas bajo un “pacto de confidencialidad” del cual no podemos saber ¡ni mú! Y con esa amenaza, si no se hacía con el “secretismo” que exigían las farmacéuticas, entonces las vacunas no las venderían ¡Eso es miseria humana! Entonces resulta que el Estado, que la soberanía, que la trasparencia, que los derechos humanos y que la democracia cayeron ante el poder de las farmacéuticas y de esas multinacionales. Con esa forma de negociar las vacunas se confirma que primero es la plata, luego la vida. ¿No es eso miseria humana?
Y a propósito del costo que tuvieron que pagar los colombianos, porque esa plata es de nuestros impuestos, el gobierno nacional dijo que pagamos por el lote de las vacunas la suma de 1.5 billones de pesos. Pues resulta que el sistema financiero registró ganancias el año pasado por casi ¡25 billones de pesos! Fácilmente los dueños del sistema financiero pudieron pagar esas vacunas y donarlas a los colombianos. Claro que la ley no los obliga, pero como esto no es un problema legal, sino una situación de humanidad, ellos debieron mostrar su lado “humano” y donarlas. Es más, Luis Carlos Sarmiento Angulo es el hombre más rico de Colombia con una fortuna de ¡40 billones de pesos! Él solito pudo haber donado esas vacunas, pues apenas representaba menos del 4% de su fortuna. ¿Qué hacen ellos y el gobierno? Proteger esas fortunas, así alrededor la gente se muera del virus y hasta de hambre. ¿Eso no es miseria humana?
*Columna publicada en el Diario La Nación, viernes 05/02/2021