1.¿Uno qué otra cosa puede decir de Breaking Bad? La transformación de Walter White es tal vez la que mejor se ha dado en la historia de la televisión: el oscuro profesor de química en Alburqueque, enfermo de cáncer, despreciado por su esposa, ninguneado por su cuñado que es un duro de la DEA que se transforma en el temible Heisenberg, el despiadado rey de la metanfetamina. La transformación no la sufre solo White, Su socio, Jesse Pinkman, pasa de ser un irresponsable jonkie a la principal víctima de su propio profesor. Es a Pinkman, maravillosamente interpretado por Aaron Paul, a quien le debemos uno de los más profundos tratados sobre el dolor que hayamos visto jamás: una mañana se despierta y se encuentra a su novia muerta por una sobredosis. Con el paso de los días lo único que puede consolarlo es llamarla una y otra vez a su celular para escuchar la voz de ella diciendo que lo intente otra vez, que en ese momento no puede atenderlo. Parte el corazón de nuevo de solo escribirlo.
Nadie, ni siquiera los Soprano, pueden tener la intensidad, el frenetismo y la capacidad de adicción que tiene la obra cumbre de Vince Guilligam quien se inició en la televisión escribiendo los mejores capítulos de Expedientes secretos X. En sus cinco temporadas dejó varios capítulos a los que difícilmente otra producción podría superar: aunque los puristas le dan a Fly, el capitulo donde una mosca se cuela en el sofisticado laboratorio que Gustavo Fring ha construido para que su cocinero estrella siga haciendo el mejor productor que se pueda conseguir en Estados Unidos, a mi Ozymandias, me parece el mejor. Es que cuando ese nazi le pega un tiro en la cabeza a Hank no vemos la muerte del policía sino la de su cuñado: en ese grito ahogado de Walter White entendemos que el personaje al que le hemos alcahueteado hasta muertes de niños, ya no tiene redención.
La mejor forma de ver Breaking Bad es la siguiente: una vez termines Felina, su último capitulo, vuelve otra vez a verla completa. No se puede vivir sin Breaking Bad.
2.Mad Men: Siempre quise tener una máquina del tiempo y conocer la década del sesenta. Vivía frustrado hasta que vi Mad Men. Si, yo sé que está Donald Drapper, el macho cabrío que todos soñamos ser, un hijo de puta borrachín pero con el encanto más irresistible del mundo, el hombre que ni siquiera sabe quien es, que vive la vida de un soldado que murió en la guerra. Pero el gran protagonista de la serie es la época, los dorados sesenta, la época en donde era válido que un grupo de creativos se encerraran en una sala de juntas a fumar vareta mientras los jefes se reunían en espaciosas oficinas a matarse a brandy. Hay que soportar la primera temporada, hay que fijarse en el lento crecer de personajes como Peggy Olson – te queremos tanto Elisabeth Moss- en la segunda temporada y después de la tercera si sentarse a ver una de las mejores creaciones que se han hecho para la televisión en sesenta años de historia. La pueden ver en netflix.
3.Kingdom: si están cansados de The Walking Dead, si creen que los zombies ya no aguantan una vuelta de tuerca más, deben ver esta fantasía medieval coreana. Sus dos temporadas están frescas y dispuestas para ti en plena cuarentena
4.Arrested Development: Su humor descarnado y cruel llevó a que la serie desapareciera después de la segunda temporada. Netflix la revivió en el 2016 y tampoco enganchó a nadie. No la recordaba muy bien hasta que el entusiasmo de Carolina Sanín me llevó a volverla a ver. La autora de Los niños volvía a tener razón. Arrested no solo es hilarante sino muestra a una familia de tránsfugas en plena disolución. Todo Estados Unidos resumido en cinco tipos viles, bobos, hipócritas, superficiales y ambiciosos. En netflix está completa.
5.Stranger Things: El salto de calidad que dio la serie en esta, la tercera temporada, la convirtió en la más popular e Netflix. Todo aquel que haya crecido durante los años ochenta viendo televisión norteamericana inevitablemente terminará entregado sin remedio a esta creación de los hermanos Duffer. La canción de la Historia sin fin cantada por Dustin y su novia es de los momentos más bonitos del 2019
6.Crashing: Desconocida en Colombia, esta serie incompleta, imperfecta, arbitrariamente cancelada, esta fue la primera obra maestra que creó Phoebe Waller-Bridge. Se ve de una sola pasada.
7.Peep Show: Cámara subjetiva, diálogos enrevesados, Jesse Armstrong, con su serie, es capaz de mostrar, con descarnado humor británico, el fracaso que es la masculinidad a comienzos de este siglo. Sus ocho temporadas están completas en Netflix. Si quieren ver algo diferente, original y punzantemente inteligente, conéctense de una
8.The Crown:¿Hay algo más hermoso que esas llamadas telefónicas de Carlos a Camila en los tres últimos capítulos de la tercera temporada de The Crown? No, todo eso que atisbábamos en sus dos primeras temporadas se concreta en esta maravillosa tercera entrega. Olivia Colman confirma que es una de las mejores actrices contemporáneos y gracias a Stephen Daldry podemos afirmar que no existe nada más aborrecible en este mundo que la Reina de Inglaterra, su esposo y su maldita familia.
9.Better call Saul: Si teníamos alguna duda de que Vince Guilligam era un genio basta sentarse frente al televisor y ver el camino con el que Saul Goodman pasa de ser un gris abogado cuya oficina está al fondo de un salón de belleza coreano, al pícaro preferido de los mafiosos en Nuevo México. Algunas voces autorizadas como Guillermo Del Toro afirman que es mucho mejor que Breaking Bad. Yo creo que tiene capítulos absolutamente maravillosos como cuando los dos hermanos McGill cantan una canción de Abba en un Karaoke
10. Twin Peaks: David Lynch mata a Laura Palmer sólo para meter a su teleaudiencia en un divertido, extraño e incongruente laberinto. No sabemos muy bien de que va este delirio lisérgico. No sabemos si el malo es un extraterrestre vestido de Armani o el mismísimo satán. De lo único que estoy seguro es que solo Fellini construyó sueños como los que hace Lynch en esta obra maestra a la que hay que volver una y otra vez, con la misma fe esperanza con la que los enfermos van al santuario de Lourdes. No hay que encontrarle demasiada lógica a la narrativa de Lynch, tan sólo hay que alucinar.