Mis recuerdos de Carlos Lozano

Mis recuerdos de Carlos Lozano

Formamos parte de un grupo de colombianos que en plena guerra de Uribe contra las Farc nos reuníamos para buscar caminos de paz

Por: Luis Eduardo Celis Méndez
mayo 25, 2018
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Mis recuerdos de Carlos Lozano
Foto: Guillermo Torres / Semana

Carlos Lozano Guillén ha partido del mundo de los vivos, lo llevamos en el corazón quienes tuvimos la fortuna de conocerle y ver su calidad humana, sus firmes convicciones, su compromiso con una Colombia en paz y su capacidad para relacionarse con gente de muchos talantes y procedencia.

Tuve la posibilidad de compartir con él los últimos doce años, porque nos hermanaba una pasión y una causa: una Colombia en paz, ahora parte al descanso eterno y quiero recordarlo en su calidez y vitalidad, buen viaje querido Carlos Lozano.

Desde mediados de los años 90, empecé a escuchar de Carlos Lozano Guillén, era el director del periódico Voz, el semanario del Partido Comunista, sucedió en su dirección a Manuel Cepeda Vargas y denotaba el peso que tenía al interior de su partido. Para los comunistas su prensa es vital en su actuación política y yo siempre he tenido diálogo con los comunistas e interés por su prensa, de hecho en mi primera juventud tuve suscripción al semanario.

Durante el fallido proceso de paz del Caguán, Carlos Lozano Guillén se visibilizó como un líder de opinión nacional, su trabajo por la salida negociada lo volvió un referente de la acción política por la paz.

En esos años restableció el diálogo político de su partido con las Farc, diálogo que se había fracturado cuando el Partido Comunista a inicios de los años 90 y luego de consumado el núcleo duro del genocidio contra la Unión Patriótica y las Farc se enrrumbaba a tensionar su apuesta de guerra e invitó al Partido Comunista a esta apuesta de fuerza armada, invitación que afortunadamente fue desestimada por un civilista partido, otra historia hubiera sido este conflicto armado, si el partido comunista se hubiera ido a la guerra. En toda esta historia, Carlos Lozano fue de los dirigentes que se abstuvieron de las apuestas armadas y persistieron en la salida negociada.

Carlos relataba su fluido diálogo con Manuel Marulanda, en los años del Caguán, quizás Manuel Marulanda, que era un captador extraordinario de las condiciones humanas, vio el compromiso, capacidad e integridad de Carlos, para perseguir sus convicciones y sin duda la salida negociada estaba en el alma de Carlos, por eso se explica que las Farc, lo hubiera postulado para conformar lo que se denominó “La comisión de notables”, que fue constituida en el año 2001, para pensar alternativas a unas negociaciones en crisis, el presidente Pastrana postuló a Ana Mercedes Gómez y a Vladimiro Naranjo, las Farc a Carlos Lozano y a Alberto Pinzón, este hecho evidenciaba su protagonismo en estas negociaciones, ese proceso fracasó y causó amargura y abrió un nuevo ciclo de guerra.

Con la llegada del presidente Uribe se profundizó la gran causa por derrotar a las Farc, en esos años al centro de la acción política estuvo la fuerza militar de lado y lado y a los que levantábamos la bandera de solución negociada, nos tocó ver el desenvolvimiento de una guerra dura en los campos de Colombia, en ese contexto tuve la oportunidad de empezar a tratar de manera cercana a Carlos, nuestras identidades por la paz eran amplias y fue en la residencia de la Embajada de Suecia, donde empecé a construir una amistad que mantuvimos hasta sus últimos días.

La embajadora Lena Nordstrom tuvo la buena iniciativa de acoger un grupo de diálogo para ver las perspectivas de paz en Colombia, este grupo inició en 2006 y en esa extraordinaria cofradía por la paz, acompañaba a la embajadora Lena, Tommy Stromberg, quien es el actual embajador de Suecia en Colombia y en ese momento era el consejero político, allí igualmente tuve la oportunidad de construir amistad con el Sr. Augusto Ramírez  Ocampo, el General Eduardo Herrera Berbel, con Ernesto Borda, ellos junto a León Valencia, fuimos el grupo inicial de diálogo de un grupo informal por la paz de Colombia que se mantiene hasta el día de hoy, hoy con mayoría de mujeres, en ese espacio de confianza conocí y fortalecí la amistad con Carlos Lozano Guillén.

Pasaron los ochos años del presidente Uribe y llegó la bocanada de aire fresco del presidente Santos, con su “tengo la llave la paz y estoy dispuesto a utilizarla”, con ese mensaje renació en los convencidos de la negociación política de que teníamos nuevas posibilidades y allí surgió el grupo del “Desayunadero de la 42”, en ese emblemático Restaurante que ya hoy no existe, nos convocamos a pensar y darnos contexto y argumentos para retomar la acción por una Colombia en paz y por supuesto que allí estaba Carlos Lozano, junto a otro par de Carlos: Medina y Velandia, y Alejo Vargas, los cinco nos convocábamos de manera regular a tomarle el pulso a las posibilidades de retomar el camino de las negociaciones, transcurría el año 2010 y vimos con enorme alegría como se abrió el proceso entre el Presidente Santos y las Farc en el 2012, por supuesto que Carlos Lozano sabía muchos detalles, pero su discreción fue total, y desde el “Desayunadero de la 42”, analizamos el transcurrir de las complejas negociaciones Gobierno-Farc y alimentábamos la esperanza de que igualmente se abrieran y fueran exitosas con el Eln.

La cofradía de paz con sus desayunos en la residencia de la Embajada de Suecia y el “Desayunadero de la 42”, me permitieron todos estos años el encuentro cálido y siempre productivo con Carlos Lozano Guillén, amén de cientos de espacios en estos doce años de amistad, ahora lo despedimos con una paz frágil, de la que Carlos fue firme y convencido promotor.

Cuando pienso en el talante humanista, de convicciones y capacidad de relacionamiento con gente muy diversa, recuerdo la forma en que se hablaba de George Marchais, el Secretario General del Partido Comunista Francés en los años 70, de él se decía que era el más ortodoxo de los heterodoxos y el más heterodoxo de los ortodoxos, así fue Carlos Lozano, un hombre con capacidad para ayudar a construir un puente, por el cual pasáramos sensibilidades y gente muy diversa, para trabajar por una Colombia en paz.

 

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