Hace unos días el genial caricaturista Matador dibujó una viñeta en que muestra al colombiano del común (Pepe Guama por decir cualquier nombre) cargando una multitud de sacos que representan los nuevos impuestos, mientras que Santos —con la ‘palomita de la paz’ en mano— le dice: “Mire al pajarito…mire al pajarito…”. Llevamos seis años en que el gobierno pretende es que los colombianos y los extranjeros nos fijemos exclusivamente en la paz, la panacea de todas nuestras cuitas y pesares, pasando por alto todos los otros grandes problemas que aquejan al país.
Es oportuno hacer mención de tres de estos problemas a los que, por mirar al pajarito, muy poca atención se les ha prestado:
El primero es el descomunal aumento en el área sembrada en coca. Hace unos meses, en un artículo mencionábamos este fenómeno: “Serias amenazas enfrenta Colombia y no todas son en el campo económico o energético. Hay una amenaza que reviste especial gravedad y es el resurgimiento, con todas sus profundas consecuencias, de la producción de coca y del negocio del narcotráfico. A finales del año pasado el Washington Post informó que “los cultivos crecieron el 44 % en un año: un duro golpe para Estados Unidos, que ha dado más de 9000 millones de dólares al Plan Colombia. Solo dos años después de que dejó de ser el primer productor mundial y de que cayó incluso por debajo de Perú, Colombia siembra ahora más coca ilegal que Perú y Bolivia”. A pocos días de firmar la paz, el Gobierno enfrenta una tenebrosa realidad: el país se llenó nuevamente de coca y buena parte de la responsabilidad de este auge es de las Farc, quienes durante cuatro décadas han alimentado la víbora del narcotráfico.”
La minería legal está totalmente paralizada,
es descomunal el aumento del área sembrada de coca,
y tenemos una compleja coyuntura macroeconómica
El segundo problema que enfrenta el país es que la minería legal está totalmente paralizada. Este sector se ha vuelto anárquico y nadie sabe quien manda: ¿El presidente? ¿El Ministerio de Minas? ¿El Ministerio de Medio Ambiente? ¿La Agencia Nacional Minera? ¿Los Gobernadores? ¿Los Alcaldes? ¿Las comunidades indígenas y afrodescendientes? La respuesta es que todos los anteriores mandan. Pero el problema no es solo el hecho de que todos mandan, sino que todos mandan a la vez, y las decisiones de unos suelen anular y contradecir las de los otros. En Colombia existe una percepción, sobre todo de parte de las autoridades ambientales, que es ingenua y equivocada: que si se prohíbe, o se limita caprichosamente la actividad minera, no pasa nada y el medio ambiente saldrá fortalecido. ¡Nada más torpe! Lo que se acaba es la actividad minera legal, aquella que respeta las leyes vigentes; y la que florece —sin interferencia de las autoridades— es la minería ilegal, aquella que sencillamente le importa un comino el medio ambiente. ¿Usted cree, amigo lector, que a las Farc o al ELN, o a los paras les importa un pito utilizar mercurio en la extracción del oro, envenenando los ríos y otras cuencas hidrográficas?
Finalmente está la compleja coyuntura macroeconómica. No en vano las tres calificadoras Internacionales nos han bajado su calificación porque prevén que en breve el país puede llegar a entrar en serias dificultades, especialmente en lo que se refiere al déficit fiscal y los desbalances en el comercio exterior, amén de una deuda externa que aumenta de forma exponencial. Todo analista serio ha tratado de alertar que hay serios nubarrones que amenazan la economía
¿Y qué nos ofrece el Gobierno en materia de soluciones a estos tres grandes problemas? Que miremos al pajarito… al pajarito…
