Mirar y disfrutar lo bello, ¡un hábito saludable!
Opinión

Mirar y disfrutar lo bello, ¡un hábito saludable!

Reconocer la belleza del paraje, de las palabras, de las ideas y los sentimientos nos ayuda a construir nuestro cuerpo, a sanar

Por:
marzo 17, 2018
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El cerebro baja el ritmo, la tensión arterial disminuye, el estrés cede, la inmunidad aumenta, la digestión se facilita, todo ello con solo mirar, reconocer y disfrutar lo bello, de la belleza en la vida. ¿No es esta una gran medicina?

Frente al balcón pasan golondrinas, pelícanos, gaviotas, tijeretas, maríamulatas, gavilanes e incluso gallinazos, entre otras aves cuyo nombre no sé. Vuelos majestuosos, cada cual en su forma tan diferente. La velocidad de las golondrinas y su cambio repentino de dirección contrasta con el suave y directo vuelo de los pelícanos, por poner un solo ejemplo. Lo bello en sus diferentes formas conforman un recreo para el alma.

Todo paraje, todo sitio, tienen su belleza. Mas no es necesario estar en un paraje de los que llamamos idílicos, para disfrutar lo bello, para nutrirse con ello y así ayudar a nuestro cuerpo a estar saludable.

Lo bello de las palabras, escuchadas y leídas es otra de las posibilidades. La lectura que nos place o el video que nos reconforta, son también alimento necesario.

Lo bello de las ideas, aquellas propias y las ajenas, discutidas en la mesa del comedor donde trabajamos (la comida de hospital en general no era muy buena en aquella lejana época, pero si la charla), se prestan a idear nuevos tratamientos para ese paciente que, por la complejidad del caso, reta nuestro conocimiento.

 

Ocultar la tristeza no es lo más conveniente, se enquista,
hay que dejar que salga, supure, verla, olerla, sentirla
y seguro pasará más rápido y no volverá

 

Lo bello de los sentimientos experimentados, mientras estamos atentos a ellos, y no pensando en lo que nos falta, sino sintiendo lo que existe aquí y ahora, es otro ejercicio para practicar si queremos sanar. Ocultar la tristeza no es lo más conveniente, se enquista, hay que dejar que salga, supure, verla, olerla, sentirla y seguro pasará más rápido y no volverá, por lo menos no con la misma intensidad.

Es sencillo, al alimentarme ¿escojo la fruta sana o la descompuesta? Es seguro que el olor a podrido te aleja y el olor dulce te llama. Igual sucede en mente, emociones, alma y espíritu. Sucede con la gente, con las empresas, con la sociedad, nos atrae o nos repele. En nosotros está escoger, porque triste es decirlo, pero muchas veces escogemos lo menos bueno y luego nos quejamos. Ni se diga en esta época electoral.

La belleza nos rodeó. Aún en condiciones de pobreza la vimos relucir, cada vez que ejercimos la rehabilitación con base en la comunidad, en los barrios marginales de la capital. Solo tuvimos que buscarla –a veces hay que hacer un esfuercito- y apareció en los gestos y en los comportamientos de los seres humanos ayudándose a superar la discapacidad.

 

Aunque suene pontificando, las preguntas son: ¿Cuánto tiempo al día dedico a la belleza, a descubrir lo bello en los actos y las cosas, contra cuanto tiempo del día dedico a estar sumergido en la podredumbre de la violencia, la corrupción y demás? ¿Tengo siquiera un equilibrio -ojalá un balance positivo? ¿A qué le doy prioridad?

Es nuestra tarea construir nuestro cuerpo. Y es indelegable.

[email protected]

www.lamisiondelalma.com

 

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