Era el minuto 47 con 12 segundos del segundo tiempo, el Guiseppe Meazza de Milán estaba en un silencio sepulcral, recibiste un pase mágico cómo venido del cielo, corriste entonces tan rápido qué Usain Bolt te hubiera quedado en pañales, cabalgabas como si estuvieras escapando de la muerte, pero en cuestión de milésimas de segundo filtraste el balón por en medio de las piernas del arquero, pensando tal vez que era un arcoiris... Bodo Illgner giró su cabeza y vió cómo la pelota de nombre "Etrusco único" acariciaba la red, mientras tú, estando el semáforo en rojo, corrías desenfrenadamente con mucha euforia: ¡hacia la inmaculada eternidad...!
¡Buen viaje Eusebio!
Gracias.