Respetado señor ministro, debo confesarle que casi a mis cincuenta años de vida no había conocido el país del tío Sam. Y la razón era una; no me gustaba la idea de ir a pedirles permisos a unos monos ojiazules para ir a gastarme el dinero, que tanto tiempo me había costado ahorrar, en la tierra de ellos. Eso me parecía humillante.
Sin embargo fui y quedé absolutamente impresionado de las muchas cosas que allí tienen y de la forma tan extraordinaria como se ven reflejados en sus vías, en la infraestructura hospitalaria, en la educación y en la cultura de la gente, los dineros que allá se pagan en impuestos. Ese si es un país organizado, pensé.
El día que llegué a Colombia me encontré con la noticia de que el gobierno nacional y en cabeza suya, pensaban aumentar el IVA y la base tributaria para gravar con más impuestos a los colombianos.
Créame que ese día me sentí casi avergonzado por tener como gobernantes a unas personas que no eran capaces de administrar bien la enorme cantidad de recursos que a diario reciben de una cantidad inverosímil de impuestos que, reforma tras reforma, se vienen inventando sin aumentar en nada los beneficios que los colombianos justamente deberíamos tener. Fue un día muy deprimente comparar lo que había acabado de conocer con la realidad del país en que vivo.
Por esa razón, me tomé el trabajo de enviarle o sugerirle algunas fuentes de financiación de las cuales puede echar mano para captar dineros, a parte de la ya consabida pesquisa de los evasores.
- Elabore un proyecto de ley donde elimine las Gobernaciones y las asambleas que son una especie de rueda suelta que genera mucha corrupción y reparta parte de esos recursos entre los municipios de los departamentos y la otra parte se la queda el gobierno. La razón es sencilla: cada departamento se rige bajo una sola ley nacional y no actúa como un estado independiente con leyes propias.
- Eliminen el Concejo Superior de la Judicatura, órgano inservible dentro de la justicia colombiana.
- Busquen legalizar el consumo de los estupefacientes y grávela con impuestos altos que deben llegar a las arcas del estado y de paso se logra desintoxicar las cárceles de personas que cumplen enormes condenas por una lucha que este estado y el mundo perdieron hace años y que genera enormes gastos administrativos.
- Elimine gradualmente ese paternalismo infame de familias en Acción que está llevando a que muchas mujeres consideren un negocio tener más hijos esperando una cuota que este estado alcahueta les da mes tras mes, y a cambio más bien se le da un incentivo, a futuro, a las niñas de 14 años que lleguen a los 23 años sin tener hijos. Eso haría que nuestra sobrepoblación se aminore y se capten recursos para educación, por ejemplo.
- Empiecen desde ya a no graduar a tantos oficiales dentro de nuestra fuerza pública y más bien volvamos más profesionales a los que existen. Esa bomba pensional de nuestras fuerzas armadas es una aberración.
- Hay que pensar en la reducción del tamaño del congreso de la república y hacerlo más eficiente.
- Si hay un funcionario que se pensione, se debe buscar la forma de que sus responsabilidades sean cubiertas por sus compañeros de trabajo. Eso haría que se disminuya el tamaño del estado sin afectar los pactos laborales.
- Suspenda drásticamente el gasto público que en publicidad ha hecho el estado y que, según fuentes de la contraloría, pueden ascender a dos billones de pesos.
Todas las anteriores, señor ministro, son formas de captar recursos y reducir gastos que, si bien no tiene la obligación de acatar y poner en marcha, si le dan a usted la idea de ser más recursivo a la hora de buscar dinero para cubrir sus huecos fiscales y deje por favor de echar mano de esa inmensa mole de colombianos aletargados a los que ustedes no se cansan de exprimir y que, seguramente, tal cual se habla con insistencia en los mentideros políticos, serán a los que usted llegará buscando su voto para ser elegido como el próximo presidente de Colombia.
No más impuestos señor ministro, no más.
