En diciembre del año pasado, y con ponencia del magistrado Guillermo Vargas Ayala, el Consejo de Estado promulgó un fallo histórico al prohibir la aspersión con glifosato en los Parques Nacionales Naturales. El argumento central fue la aplicación del principio precautorio pues "Se pudo verificar que la actividad de aspersión aérea con glifosato en el Sistema de Parques Nacionales Naturales conlleva un riesgo potencial al medio ambiente, riesgo sobre el cual existe incertidumbre científica cuya potencialidad ha sido evaluada científicamente, de tal forma que puede cualificarse como grave e irreversible".
Esta decisión tiene coherencia con la demanda que Ecuador entabló contra Colombia ante la corte internacional de la Haya, en 2009, por los efectos adversos en su territorio de las fumigaciones en la frontera y que ante la inminencia de perderla, el gobierno de Santos logró que Correa desistiera de la demanda, luego de ofrecerle un pago de 15 millones de dolares.
Ahora bien, el reconocimiento del Estado colombiano a los daños causados con el glifosato en territorio ecuatoriano es la confesión implícita de que ellos saben de la gravedad de seguir fumigando nuestro territorio, así no sea el de los parques nacionales naturales. ¿Es que acaso las comunidades colombianas no merecen que su gobierno los proteja, así como los ecuatorianos han sido protegidos por el suyo?, ¿Acaso las personas, los organismos y el ecosistema de ambos países son diferentes? Queda claro que en nombre del principio precautorio invocado, debería extenderse la prohibición de las fumigaciones aéreas a todo el territorio nacional.
Qué opinará de este asunto el ministro del medio ambiente, doctor Gabriel Vallejo, que empezó tan mal al comparar el riesgo del fracking minero al riesgo de montar en avión y que se pueda caer.
Señor ministro, debería usted demostar, cuanto antes, que su experticia en atención al cliente ha dado paso, por fin, a comprender lo que significa el principio precautorio en la legislación del medio ambiente. Es decir, usted no tiene que esperar a que los daños irreversibles se produzcan, sino su misión es prevenirlos.
Ojalá lidere la supresión total de la aspersión con glifosato en el país y recupere un poco su credibilidad ante los intereses públicos de los colombianos y demuestre, de una manera contundente, que lo pusieron en ese cargo para proteger a la nación y a sus generaciones futuras y no para favorecer los intereses particulares de las transnacionales y los negocios de los países extranjeros. Todavía está a tiempo de ganarse el respeto, pero debe actuar cuanto antes y con transparencia.