Eratóstenes de Cirene, en el año 236 antes de Cristo, no solo confirmó la redondez de la Tierra, también estableció su tamaño con una exactitud digna de una calculadora japonesa, sin embargo, sus contradictores políticos lo consideraban un mediocre y le llamaban Beta, que significa segundo o segundón. Aproximadamente, en 1620, Galileo Galilei pudo demostrar que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al contrario, también comprendió que la Tierra no es más que otro planeta en el universo infinito. Tales conclusiones casi lo llevan a la hoguera de la Inquisición, en cuyos tribunales tuvo que retractarse para satisfacción de una poderosa cuadrilla de ignorantes.
El 15 de julio de 1687, Sir Isaac Newton publicó "Principia Mathematica", obra en la que plasmó su descubrimiento de las tres leyes del movimiento (comunes al universo entero), descubrimiento que revolucionó a las ciencias naturales y a las matemáticas en todas sus formas. Newton público por presión de su amigo Edmond Halley, pues su desánimo con la gente que lo rodeaba era tal, que prefería llevarse a la tumba sus asombrosos conocimientos.
En 1916, Albert Einstein publicó su teoría de la relatividad, unos años después, cuando los nazis lo perseguían por judío y se vio obligado al exilio, un burócrata norteamericano le negó el ingreso a los Estados Unidos simplemente porque lo consideró muy liberal. Hacia 1919, Srinivasa Ramanujan, un Hindú de inteligencia incomprensible, desarrolló en su ciudad natal una serie de ecuaciones matemáticas que despertaron el interés de Cambridge, universidad que patrocinó su viaje a Londrés, en donde recibió tantas humillaciones y fue tan incomprendido que murió de una enfermedad asociada con la desnutrición cuando regresó a su tierra decepcionado de Inglaterra, no sin antes lograr convertirse en miembro de la Royal Society de Londres, gracias a su descomunal inteligencia. Sus investigaciones hoy se usan para comprender cómo funciona por dentro un agujero negro, y antes de morir, por simple juego, lanzó una ecuación con el número 1729 que los matemáticos más avezados aún tienen dificultades en comprender.
Cuando veo y leo a personas censurando a la doctora Mabel Torres, recién posesionada Ministra de Ciencia y Tecnología, por sus investigaciones y posición frente al conocimiento científico y la diversidad cultural, recuerdo las persecuciones e injusticias que padecieron las eminencias mencionadas atrás en esta nota y también recuerdo una frase de Nietzsche en el Crepúsculo de los ídolos en que dice: "Cuanto más nos elevamos, más pequeños nos verán los que no pueden volar". Y para aquellos críticos de la científica que padecen los rigores de la baja formación académica y subsisten con salarios de clase media endeudada, no puedo dejar de recordar una frase que emitió el gran Sancho Panza al regresar a su pueblo natal tras su primera salida con Don Quijote, si recuerdo bien, el escudero inmortal decía: "no se hizo la miel para la boca del asno".