La ministra Corcho parece cerrar los diálogos con quienes saben más sobre salud. Mientras tanto, las organizaciones abren en las redes sociales puertas para que los que quieran participen de la discusión. Todos se quejan y creen tener la razón ante la imposición de la ministra, que cree que su proyecto es único y verdadero, porque así lo dijo el presidente Petro y punto. ¿Será mejor no presentarlo el 31 de enero y más bien indagar la realidad para no caer en otro fracaso por no contar con el pueblo?
La verdad es que ese entramado de literatura barata que se escucha cuando el Congreso a favor de las ideas del presidente Petro aprueba todo sin respetar al verdadero pueblo hace más daño y no arregla nada. El pueblo soberano existe solo en el escrito de la constitución, aunque todos dicen que la debemos respetar. Como siempre el sano y el enfermo en Colombia seguirá siendo la víctima. Así se quedará porque los padres de la patria son los verdugos del pueblo. Ellos seguirán dando garrotazos para acabar la esperanza que el elector entregó en las urnas a unos cuantos que solo piensan en ellos y sus familias, y no en la gente desprotegida, olvidada y entregada a los politiqueros de turno que aprovechan los espacios en las regiones para decir mentiras en las prosas electorales.
La salud en Colombia hace muchos años ha sido utilizada para doblegar al enfermo en las regiones; el que quiera ser atendido debe votar por el candidato más vivo o más corrupto. El elegido ordena a quién atender o no. Los hospitales de primer nivel se volvieron amparo y protección de principiantes en medicina que son enviados a las regiones a practicar con el enfermo. Es uno de los primeros cambios que el enfermo necesita. Estos hospitales deben tener médicos con experiencia, buena ética y no jovencitos con sus excepciones, inexpertos juguetones, que solo buscan lucir la bata blanca.
En las regiones, los afiliados esperan que existan cerca de su domicilio hospitales de más niveles, a donde lleguen médicos especialistas en todo tipo de enfermedades y de esa forma evitar la migración de enfermos a las ciudades en donde son sometidos a pagar trasportes costosos, hoteles y restaurantes agravando la enfermedad y el bolsillo.
El enfermo en las regiones requiere de entrega de drogas sin tanta cola y viajes, porque no se les atiende con respeto sino a expensas de administradores sin relaciones humanas que ofenden y maltratan al usuario. En los campos llevar un enfermo al pueblo es una odisea, que procura gastos de trasporte costoso porque no existen busetas veredales.
Las EPS han convertido a los enfermos en expertos en sistemas. Si el paciente no tiene conocimiento, debe contratar quien lo comunique con la entidad para obtener las citas o servicios que requiera. Es por esa razón y muchas otras que las EPS no son más que mensajeros a los que se les paga demasiado dinero, que más bien debiera ser utilizado para mejorar hospitales en las regiones. Tanta intermediación ha causado más muertes que salud, pues los tiempos en citas médicas no se realizan con celeridad.
Muchas razones existen para que la ministra Corcho haga un recorrido consiente por las regiones y se entere no del chisme sino de la realidad, por la que los enfermos en Colombia sufren por la mala atención y manejo económico que cae en manos de corruptos y que hacen parte del sostenimiento de hospitales que cobran exageraciones que pagan las EPS.
No es tan difícil revisar la realidad de la salud, la cual podría ser posible mejorar con una buena campaña de prevención. Hay que acabar con lo que hoy se vive, pues un pueblo enfermo es la causa de un pueblo pobre.