Es indudable que el desarrollo de la humanidad desde tiempos prehistóricos ha estado íntimamente ligado a la minería. La disponibilidad de cobre, estaño y hierro fue fundamental en las edades de Bronce y del Hierro, respectivamente. De igual forma, las revoluciones industriales se fundaron en la disponibilidad de metales y/o minerales (hierro, carbón, etc.) y la producción de acero.
En décadas recientes la humanidad ha visto un desarrollo tecnológico sin precedentes y principalmente ligados a la fabricación masiva de dispositivos de uso diario, tales como teléfonos celulares, portátiles, televisores, luces LED, discos compactos (CD’s), etc., junto con medios de transporte limpios (autos híbridos y eléctricos) así como también generación de energía limpia como la eólica y solar, entre otros. La fabricación de estos dispositivos hubiera sido imposible sin la disponibilidad de metales y/o minerales provenientes de la industria minera.
Por ejemplo en la fabricación de un celular se emplean 16 de los 17 elementos denominados tierras raras (Rare Earth Elements, en inglés), además de oro, paladio, arsénico, galio, cobre, plata, tungsteno, entre otros. Es más, una amplia variedad de metales o minerales son usados en la fabricación de equipos médicos (scanners, equipos de rayos X, etc.), en dispositivos para generación de energía y movilidad limpios (ej. paneles solares, desde bicicletas hasta autos híbridos) y aleaciones de niobio y tantalio se usan en la industria espacial y en la fabricación de superconductores.
Al menos 155 libras (70 kg) de cobre se usan en la fabricación de un auto hibrido y una batería de auto eléctrico emplea litio y cobalto, además de una lista larga de otros metales. La industria de la construcción requiere de materias primas procesadas en grandes cantidades (hierro, cemento, ladrillo, asfalto, etc.) además de considerar los elementos usados en la produccion de fertilizantes y metales preciosos y gemas empleados en joyería (oro, plata, esmeraldas). Así es inevitable concluir que la comodidad que disfrutamos y avances tecnológicos de estos tiempos es dependiente de la disponibilidad de recursos minerales.
La industria minera legal, bien llevada y responsable en lo social y ambiental genera numerosos puestos de trabajo, bienestar y además regalías. Estas últimas son un factor clave en el desarrollo del país, ya que con estas se financian proyectos de diferente índole, desde programas sociales (ej., primera infancia, restaurantes escolares, subsidios a segmentos sociales más desfavorecidos), educación (recursos para universidades y el SENA), construcción de vivienda de interés social, acueductos y hospitales hasta grandes obras de infraestructura que tanto necesitamos para insertar nuestra economía en el mundo moderno, tales como carreteras, aeropuertos y puertos marítimos/fluviales. Además, un porcentaje de las regalías nutre el presupuesto de las corporaciones autónomas regionales, entidades que velan por la protección del medio ambiente.
Considerando que un depósito mineral es una anomalía de la naturaleza, el detectar su presencia es un reto técnico y la incertidumbre conexa es muy alta. Un proyecto minero bien llevado y dentro de un marco legal, ambiental y social toma fácilmente varios años de estudios e inversiones cuantiosas. Estudios varían desde aquellos exclusivamente técnicos (ej., geología, geoquímica, geofísica, perforaciones, metalúrgicos, etc.), pasando por estudios del orden económico (ej., estudios de pre-factibilidad y factibilidad) hasta ingenieriles (diseño y montaje de planta).
Fácilmente pueden pasar entre 8 a 10 años de estudios antes de extraer la primera tonelada de material de mina, sin embargo la incertidumbre y riesgo son bien altos y solo el 0.1 % (1 en mil) de los proyectos terminan en mina. En Antioquia y a pesar de la fuerte oposición de grupos ambientalistas y algunas comunidades, hay ejemplos muy positivos que demuestran que proyectos con un fuerte compromiso social y ambiental pueden ser viables, destacando los proyectos Buriticá de Continental Gold y San Ramón de la empresa Red Eagle. Estos son proyectos después de inversiones multimillonarias están a punto de entrar en producción y cuentan con planes de estricto control ambiental y social, y sin duda van a traer prosperidad a las comunidades y van a generar regalías que beneficiarán a TODOS los Colombianos.
En este contexto es ampliamente conocido que desde hace varios años en el Norte de Nariño y Sur del Cauca se ha venido gestado un movimiento antiminero, el cual se opone de manera rotunda y en muchas ocasiones violenta al desarrollo de cualquier actividad relacionada con la minería y a la inversión extranjera. Así, numerosos municipios de esta región ven a conformar un frente unido en contra de la minería argumentando que esta actividad va a destruir fuentes hídricas, el medio ambiente y afectar negativamente territorios con una vocación agrícola.
Basado en mi propia experiencia es muy claro que esta posición se ha basado una desinformación malintencionada y manipulación perversa de las comunidades, al poner en el mismo plano la minería legal y bien llevada con la extracción ilegal. Esta última es causante de daños ambientales gigantescos e irreparables, además de no generar regalías, constituyéndose así como un saqueo de los recursos que nos pertenecen a todos.
Esta situación ha llevado a la satanización de la minería lo que ha favorecido que grupos ambientalistas y otras fuerzas sin fundamento técnico o soporte científico encuentren asidero en esta región y así generar enclaves en el territorio donde no se puede desarrollar actividades de prospección y/o exploración. Por el hecho de ver geólogos observando rocas y colectando muestras la gente asume que la apertura de una mina es inminente, lo cual es completamente falso.
Es ampliamente conocido que nuestro departamento tiene una vocación eminentemente agrícola y que de esta noble actividad derivan el sustento numerosas familias en el campo. Sin embargo, esta es una economía de sustento y es muy claro que en nuestro campo la pobreza es una constante que ha prevalecido por décadas, esto en gran parte por el abandono por parte de los gobiernos del orden departamental y nacional. La pobreza y la falta de empleo digno y por ende el hambre motivan a que la gente se dedique a actividades ilícitas (ej. cultivos ilícitos), al delito o migren a las ciudades a engrosar aquellas legiones dedicadas al subempleo o al “rebusque”. Nuestro departamento tiene un enorme potencial en varios frentes ampliamente reconocidos como el turismo, pero también lo tiene en recursos minerales, lo que permanece prácticamente inexplorado.
Es indudable y de eso estoy convencido, que en ciertas regiones de nuestro departamento donde reina la pobreza la minería bien llevada y con un estricto control ambiental y con compromiso social puede convertirse en un factor de progreso a través de la generación de fuentes de trabajo y regalías. Es muy viable que en una región puedan convivir actividades agrícolas, de ganadería y la minera. Hay muchos mitos usados por los ambientalistas y antimineros que pueden ser fácilmente desvirtuados. Actualmente los procesos metalúrgicos no hacen uso de elementos tóxicos como mercurio o cianuro, además los volúmenes de agua usados por una mina son mínimos y las aguas son tratadas antes de ser vertidas a las corrientes.
Como nariñense estoy muy preocupado de que la postura radical y agresiva de estas comunidades esté truncando el desarrollo de nuestra región. Por la magnitud de los proyectos, la inversión extranjera se hace necesaria, pero las reglas de juego las deben poner las comunidades. Francamente, no veo como el ecoturismo o actividades agrícolas a pequeña escala vayan a generar recursos que tanto se necesitan para el desarrollo de nuestra rezagada región y más aun considerando que una etapa de posconflicto necesitara de la generación de fuentes de trabajo digno. Aquí es donde veo que la minería puede entrar a jugar un papel decisivo en el desarrollo económico y social de nuestro departamento.