Después de muchas décadas de sufrimiento y de efímeros momentos de esperanzas vividos por el pueblo colombiano, irrumpe en el escenario nacional un líder con un discurso que toca la raíz de las causas que afianzan las precarias condiciones en las que vive la mayor parte de la población nacional, despertando el interés colectivo por sus propuestas de redención en las condiciones de pobreza que padece.
El entusiasmo y apoyo por el líder fue tal que la fuerza creciente de sus seguidores lo llevó al solio presidencial, bajo la firme convicción de que el cambio esperado sería una realidad; expectativa bajo la cual será evaluado el cumplimiento del gobierno en la ejecución de sus propuestas. El eslogan central de la campaña del presidente Petro fue “Colombia, potencia mundial de la vida”, lo que da a entender que la protección de la vida es el eje central de su gobierno y, en consecuencia, ha de darle tratamiento especial a la preservación del medio ambiente.
Hay dos factores que inciden notoriamente en el deterioro de las condiciones ambientales: el consumo de energías fósiles (carbón y petróleo) y la extinción de la flora (deforestación). El primero genera monóxido de carbono, causante de la contaminación del medio ambiente, que afecta seriamente la vida sobre la tierra. El segundo reduce la vegetación y, por tanto, su capacidad para absorber el monóxido de carbono. Esto nos indica que la deforestación es tan dañina como las energías fósiles, por lo que los gobiernos deben preocupase por minimizar el uso de estas energías y evitar la deforestación a fin de garantizar las condiciones que preservan la vida.
El uso del carbón y el petróleo durante los últimos dos siglos ha sido determinante en el acelerado desarrollo económico mundial y actor principal en el proceso de concentración de la riqueza y de los grandes desequilibrios mundiales. En doscientos años, el consumo de estos dos recursos ha afectado seriamente las condiciones ambientales, vislumbrándose, en un plazo no muy lejano, la extinción de la vida sobre la tierra. En consecuencia, para evitar este desastre apocalíptico, es apremiante la pronta sustitución de estos recursos por energías alternativas.
El desarrollo de la economía colombiana se ha visto favorecido significativamente por los aportes de las energías fósiles, hasta el punto de que en los actuales momentos generan el 60% de las exportaciones y aportan al Estado anualmente más de 30 billones de pesos. Estos son esenciales en la ejecución de los planes de desarrollo. Así pues, su sustitución debe darse mediante un plan que defina con claridad las fuentes que han de reemplazar estos ingresos para no causar un colapso social y económico.
Con base en lo expuesto, le corresponde al Ministerio de Minas y Energía y al Ministerio de Medio Ambiente definir las políticas y los planes a implementar para que la sustitución de las energías fósiles, por energías alternativas, se desarrolle de manera progresiva y lo menos traumática posible. Hay que identificar las fuentes que han de generar los ingresos que suministran actualmente las energías fósiles.
Es lamentable que la ministra de Minas y Energías, doctora Irene Vélez, haya limitado su gestión a reiterar el anuncio, en forma amenazante, de no suscribir nuevos contratos de exploración y explotación de hidrocarburos, sin presentar ningún plan alternativo para la correspondiente sustitución de energías. Dicho comportamiento terminará afectando la confianza de los inversionistas en la sostenibilidad de nuestra economía, con las dañinas consecuencias que esto pueda acarrear. Con eso en mente, la pregunta es: ¿responde la actitud de la ministra de Minas y Energía a la política y al plan de sustitución de energías del presidente? De ser así, el rumbo de la economía colombiana es incierto. De no serlo, la ministra estorba y sobra.
Por otro lado, la situación que se presenta en el Ministerio de Medio Ambiente no es menos grave. Ante la magnitud de la deforestación que se está dando anualmente (175.000 hectáreas) y el descontrolado incremento de la minería ilegal que contamina las fuentes de agua que abastecen el consumo de muchas poblaciones, es apremiante actuar con claras políticas y acciones eficaces para detener esta grave afectación a los recursos naturales de nuestro país. Igualmente, es vital impulsar de manera intensiva la reforestación, a fin de restaurar el daño que se le ha hecho a los bosques.
¡Qué peligro! El tiempo corre, las comunidades se desesperan y la oposición… al acecho.