Hace un poco más de un año fuimos convocados a un plebiscito anticorrupción. Fue una votación hermosa porque no se trataba de elegir un político de esos que prometen y prometen para después no hacer nada, dedicarse a robar y traicionar a sus electores. Se trataba de manifestar de manera contundente el rechazo a las prácticas corruptas que pululan en nuestra democracia. Y mucha gente lo entendió, muchísimas personas salimos a votar. Se logró una participación histórica de once millones y medio de sufragios…!pero no fueron suficientes!
Con esto se configuró un tránsito hacia la gran decepción pues, al no alcanzar el umbral exigido por la Constitución (faltaron un poco más de 200.000 votos), lo que proponía el Plebiscito no quedó consagrado en norma de obligatorio cumplimiento.
Los once millones y medio quedamos como esos barcos que rondan las costas europeas con su carga peligrosa de inmigrantes, a los que nadie quiere recibir. Si logran desembarcar los extraditan de nuevo, de lo contrario terminan hundiéndose en las azules aguas del Mediterráneo. Lo mismo nos pasó a los que salimos felices, convencidos ingenuamente que con una papeleta íbamos a enderezar este país.
Más de un año a la deriva en las aguas peligrosas del Gobierno y el Congreso.
Duque ofreció llevar las normas votadas ante el Congreso para convertirlas en Ley,
muchos congresistas se ofrecieron para hacer realidad este anhelo, pero no fue así
Llevamos más de un año a la deriva en las aguas peligrosas del Gobierno y del Congreso. Para empezar el presidente Duque ofreció llevar las normas votadas ante el Congreso para convertirlas en Ley y muchos congresistas ofrecieron sus buenos oficios para hacer realidad este anhelo… pero no fue así. Una a una se han ido hundiendo las propuestas de lucha contra la corrupción. La última naufragó ayer y de su mala suerte se acusan mutuamente Senado y Cámara.
Poco importa ahora quien le dio el martillazo final, lo que importa es que ya no será posible que por norma legal quien sea acusado de corrupción tenga que pagar sentencia en una cárcel común y no como sucede hoy que los condenan y les dan “mansión por cárcel” o si acaso se ponen muy severos los jueces, los mandan a un sitio privilegiado como los hogares de soldados y policías. Pero cárcel, lo que se dice cárcel, no pagan los corruptos, sino los pobres rateritos de Transmilenio.
Esta frustración ciudadana deja algunos aprendizajes. Para empezar, que la corrupción no la vamos a acabar vía legal. No son las normas los que harán de Colombia un país menos bandido, aunque no hay que negar que se requieren. Sin embargo, la lucha contra la corrupción debe gestarse como un gran propósito nacional, como ha sido dejar de fumar o cumplir las elementales normas de tránsito. Hay que educar en la legalidad, haya o no leyes sobre el tema.
Desde muy temprana edad niños y niñas deberían entender que el crimen no paga, que ilegalidad no es solo matar a una persona, sino poner el interés particular por encima del bien común, que ser corrupto es colarse en una fila, comprar los exámenes del colegio, solicitar una cita prioritaria por ser persona con algún privilegio, etc., etc. Todo esto se enseña y obviamente, en nuestro país, se está enseñando de la manera equivocada y con el ejemplo torcido del “todo vale”.
También tenemos que enseñar la participación. Aunque once millones y medio son muchos votos, representan un porcentaje muy pequeño del censo electoral. Las y los promotoras del plebiscito hicieron un gran trabajo al conseguir más de cuatro millones de firmas para exigirle al Congreso que lo convocara. Sin embargo, ¡que decepción tan grande cuando todo este trabajo fue a dar a manos de personas como Alberto Macías presidente del Congreso!
Finalmente, el mayor aprendizaje es que la lucha contra la corrupción no se puede dejar en manos de ese nido de ratas que es la politiqueía en Colombia. Las ratas no se van a tomar el racumin por voluntad propia, hay que dárselos a las buenas o a las malas. Y eso solo lo hace una ciudadanía consciente y decidida, que ya debería estar en las calles protestando porque dejaron hundir el barco que zarpó del muelle del plebiscito.