Los poetas descubrieron que los diccionarios apestaban. El Día del Idioma se reunió la Cofradía Mundial de Escritores y Poetas, y después de agudas deliberaciones formularon una Declaración de Alerta al Mundo. En sus observaciones insólitas afirmaron:
La palabra AMOR no ama; la palabra PERRO no ladra; la palabra PALOMA no vuela; la palabra HOSPITAL no cura; la palabra ABRAZO no existe; la palabra PARAÍSO compra el bienestar de los grandes empresarios; la palabra FUSIL mata; la palabra VERDAD está cansada; la palabra ÉTICA está desaparecida; la palabra FELICIDAD fue inhumada y la palabra POLÍTICA fue prostituida.
Pero lo que más les preocupó, aunque es sabido que los poetas no se preocupan por nada, fue la suerte del AGUA. Sin embargo, coincidieron en que “tomar agua nos da vida, pero tomar conciencia nos dará agua”.
Se aterraron al enterarse que en la tierra hay sólo 42 millones kilómetros cúbicos de AGUA dulce y que los embotelladores estaban tras de ella. Indagaron y hallaron que la palabra RÍO sabía a mercurio, que el mercurio no respetaba las fronteras y viajaba en los peces por todo el mundo y por la atmósfera.
Por primera vez se alarmaron. Descubrieron que los apellidos no eran inocentes, que los RÍOS se adueñaron de los mares; los MONTAÑA confiscaron el nacimiento de los humedales; los ARROYOS secaron los torrentes; los PUERTA, cerraron las entradas a los puentes; los PALMERA no dejaron ver los árboles; los FUENTES construyeron represas y el líquido vital fue colonizado, desviado, arrestado y vendido; tanto, que para poder llegar a las manos de los sedientos tenía que presentar su cédula blanca o azul y un recibo.
Hallaron que la palabra cántaro quedó como una parábola evangélica para que los creyentes recordaran el mito del Nilo, el Ganges, el Danubio y el Río de la Plata.
Se supo que el AGUA protestó cuando los manantiales fueron convertidos en un campo de concentración, cuando ya no mojaba, cuando los mercaderes de los acueductos la privatizaron, pero los medios humedecieron la noticia. La “aguaron”, dijo un estudiante de ecología.
Con el tiempo encontraron que las últimas botellas donde se conservaba el AGUA fueron quebradas y puestas como afilados recordatorios en los MUROS de las urbanizaciones; y los niños, que antes jugaban con la lluvia, sólo pudieron conocerla en las pantallas de vídeo porque nunca más los dejaron entrar a las FERIAS DE EL AGUA, allí sólo tenían puesto privilegiado el Chivas Regal y las cajas de cerveza.
Los escritores, que antes se bañaban en las piscinas privadas, optaron por ir a los chorros campesinos que aún existían y dijeron que cuando se les pusiera precio a las nubes, a los lagos, a los nevados y a los océanos, la Humanidad se moriría de sed y quedaría convertida en un desierto. Pero nadie les creyó, porque los incrédulos continuaban practicando los rituales del domingo lavando sus automóviles en las mansiones.
Cuando llegó el caos, los barcos y las lanchas tuvieron que pagar peajes para navegar; a todos los edificios y residencias les instalaron medidores y hasta los peces fluviales y marítimos se unieron para evitar que se les prohibiera nadar.
El agua pura y fresca fue sustituida por la Coca-Cola, los docentes trataron de sensibilizar a los estudiantes sobre la “humanización del agua”, insistieron en sacarla de la productividad global, cuidarla para que no se ausentara como suprema fuente de energía.
Tanta fue la preocupación, que si el petróleo todavía era como el sistema nervioso del capitalismo a nivel mundial, en palabras del sociólogo Atilio Boron, el agua era el corazón de la economía global y un infarto en cualquier momento acontecía.
Los ambientalistas de todo el mundo, con el maestro David Suzuki a la cabeza, después de escuchar la Declaración de los Escritores sobre la Ausencia del Agua, ratificaron el aserto de los dramaturgos, literatos, estudiantes, campesinos, indígenas trabajadores y poetas también sostuvieron que los grandes países, con Estados Unidos a la cabeza, no gozaban de buena salud y podrían efectuar guerras de rapiña por el agua para sobrevivir.
En tal virtud, organizaron el Primer Festival Mundial del Agua, pero como una de las fatalidades garciamarquianas nadie asistió, para melancólica decepción de los militantes de Derechos Humanos, porque los terrícolas pensaron que era un evento anarquista y no faltó quien dijera que el Congreso era financiado por los Rancheros de Texas, en tanto que algunos opinaron que era un astuto llamamiento acuático de las multinacionales para subirles el precio a los sedientos. Hasta pronto.