No todos los grandes autores, en el pleno desarrollo de su creatividad, han conseguido adjudicarse el Premio Nobel, el lauro literario más grande que se le puede otorgar a cualquier escritor del globo terráqueo. Esa es una realidad que no se puede negar, y genera con el pasar del tiempo muchos interrogantes.
El debate que se plantea, ese que nos lleva a derimir quién sí o quién no se merece la medalla de Alfred Nobel, deja en él aire la siguiente cuestión: si todo pasa por un talento sobrevalorado, el cual la Academia Sueca descarta y no lo toma como lo que dice ser; o simplemente una injusticia literaria, más bien representada por una postura ideológica que va en contravía de lo que piensan los jurados suecos de cada época.
Milan Kundera, el célebre autor checo, es uno de los muchos escritores que no consiguieron viajar hasta Estocolmo para recibir semejante distinción. Usted, amigo lector, podrá sacar sus propias conclusiones: tiene la libertad de creer que como escritor Kundera no era tan brillante, o que su manera de ver la condición humana no era garantía suficiente para llevarse la medalla. En lo que respecta a mí, que lo he leído a conciencia y emoción, no me queda duda que el haber criticado el pensamiento socialista de su época lo condenó.
En una época que distinguía a los autores de corte socialista más granados del siglo XX, era difícil que un disidente del régimen soviético se ganara el aprecio de la Academia Sueca, que de por sí se muestra a veces progresista y conservadora cuando le conviene. Para ese entonces estaba de moda la izquierda intelectual, de tal forma que escritores como Pablo Neruda y Gabriel García Márquez, entre otros, fueron muy bien recibidos, claro está, sin desconocer, más allá de su filiación política, el talento que cada uno posee.
En este orden de ideas, Kundera no podía estar en la lista del consagrado galardón, simplemente porque mostró el lado real de lo que son los regímenes socialistas. No nos olvidemos que salió exiliado de Praga, y solamente hasta la década del setenta pudo hacerse ciudadano francés. Con su obra nos dio a entender cómo sobre vive el amor en medio de la represión, dejando una idea muy clara del lo que es el pensamiento socialista: una vana ilusión.
No quiero que se piense que la falta de un premio demerita el trabajo de un escritor, porque la grandeza de este se encuentra en el respeto que le tienen sus lectores, los cuales reconocen la calidad de su obra y sabrán valorarlo con el pasar del tiempo. Sin embargo, muchas veces no se ha analizado por qué no se lo consagra como a otros escritores, a veces con menos méritos o poca destreza literaria.
En lo que compete a Kundera, se debe decir que no se lo tuvo en cuenta por los vaivenes de unos críticos con una particular forma de ver el mundo. Con La insoportable levedad del ser, una exquisita novela que consigue hacer una profunda reflexión filosófica sobre la existencia y los sucesos que en ella se repiten, de mostró una sensibilidad fuera de orbita y anticipó algunos acontecimientos históricos: la caída del Muro de Berlín y la desintegración de Checoeslovaquia. En otras palabras, la caída de los regímenes soviéticos.
Esa es la opinión que tengo del Nobel que nunca se le entregó, y usted, amigo lector, podrá refutar o coincidir conmigo. Pero está más que demostrado que grandeza nunca le faltó para ser premiado, porque que a veces incide más el pensamiento que impera en el momento de la premiación, el cual sigue siendo toda una incertidumbre que a muchos lleva a pensar si estos críticos son coherentes con sus decisiones.