A través de su historia reciente, Colombia ha sido un país donde un grupo de familias de empresarios y políticos se han mantenido unidos para asegurar su control sobre el Estado. Lo que siempre los ha aglutinado es el objetivo común de mantener sus privilegios en una sociedad caracterizada por sus inmensos niveles de exclusión. Ello podría explicar por qué nuestros conflictos armados siempre terminan siendo guerras entre pobres. Para no ir demasiado lejos, el conflicto actual se ha dado fundamentalmente en el sector rural, donde están los más pobres de los pobres, y sus actores todos pertenecen exactamente a este grupo marginado de la sociedad: soldados pobres y guerrilleros pobres. Las élites se las han arreglado para resolver sus diferencias de otra manera.
Precisamente por el poder y riqueza que han logrado, solo un milagro lograría fraccionar este poderoso establecimiento colombiano. Pero hoy es evidente que ese milagro lo logró el expresidente y actual senador Álvaro Uribe Vélez. Por primera vez en Colombia— al menos en el tiempo que nos ha tocado vivir— las elites están fraccionadas o con la paz de Santos o con Uribe. La pregunta de fondo que amerita serias reflexiones es que viene ahora.
Lo positivo es que a diferencia de lo que sucede actualmente en Brasil, los dueños tradicionales del país no las tienen todas a su favor y no pueden llegar al poder —si es que alguien se los quita— a borrar todo lo anterior. Lo dice la prensa internacional: Temer, el presidente interino de Brasil que representa ese establecimiento, ha nombrado un gabinete solo de hombres poderosos y se borrarán muchos de los avances logrados como el reconocimiento a la mujer, a la población mestiza, a sectores LGTI. Se botarán millones de trabajadores públicos pero seguramente la economía volverá a crecer y eso es lo que le importa al sector dueño de la riqueza y de poder que estuvo por fuera durante la presencia del Partido de los Trabajadores. Una muy dura lección para la izquierda latinoamericana. Sus errores y su falta de transparencia, que también caracterizan a las elites, se las cobran al resto de la sociedad de manera mucho más dura, cuando estos sectores tradicionalmente opositores cometen esos pecados.
El fraccionamiento brutal que Uribe incentiva con su Resistencia Civil
puede terminar en una confrontación armada entre ricos,
algo que este país no conoce y no tiene la menor idea sobre sus consecuencias
Pero lo grave es lo negativo: este fraccionamiento tan brutal que Uribe incentiva con su Resistencia Civil puede terminar en una confrontación armada entre ricos, algo que este país no conoce y no tiene la menor idea sobre sus características ni sus consecuencias. Era lo único que le faltaba a esos colombianos que entre víctimas directas y víctimas indirectas del conflicto actual, son la gran mayoría, y que ante estas circunstancias lejos de ver la paz se enfrentarían ahora sí a una poderosa guerra civil. ¿Será que Uribe puede ignorar las consecuencias de lo que está armando?
Y aquí es donde estas clases medias colombianas, tan arribistas, tan equivocadamente despolitizadas, tienen un cuarto de hora que se tienen que utilizar para evitar una tragedia peor que la que se ha vivido hasta ahora y que poco o nada tocó al establecimiento. Por el contrario, sectores como los terratenientes salieron beneficiados como lo muestran los índices de concentración de tierras de propietarios, y lo poco que se sabe sobre la riqueza que claramente se ha concentrado aún más. O en el mejor de los casos, nunca se ha distribuido.
Sensatez y activismo no por la guerra ya no tan implícita de Uribe, sino definitivamente por la paz. No más sentarse a esperar que esta división de los poderosos determine como siempre el futuro de esta sociedad bañada en sangre. Es la gran oportunidad para que el resto de país que es la mayoría —entre pobres vulnerables y clase media somos cerca del 95 % de Colombia— tome las riendas de esta sociedad y realice las grandes transformaciones sociales que nunca ha salido adelante. Recuerden el Pacto de Chicoral, que acabó con la posible reforma agraria de Carlos Lleras.
No nos engañemos. Solo una mayoría nacional sensata que apoye el proceso de paz con todas sus limitaciones, puede darle a esta Colombia excluida la posibilidad de ganarse el puesto que requiere en el manejo del país. Si gana la apuesta de la confrontación, de la Resistencia Civil, esa parte del establecimiento más retardatario nos desandará siglos y dejará más sangre de la que ya conocemos.
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