El presidente mexicano Lázaro Cárdenas desde el mismo momento que estalló la sublevación fascista de los generales Mola, Sanjurjo y Franco se puso al lado del gobierno constitucional de la República. México fue de los pocos países latinoamericanos en brindarle ayuda militar y económica al gobierno republicano pues la mayoría simpatizaba con el nazismo o el fascismo italiano. Hasta tal punto llegó su solidaridad que México puso a disposición de los refugiados españoles sus legaciones diplomáticas en Francia. Lázaro Cárdenas le ofreció asilo al presidente Manuel Azaña en la legación de Montauban, pues estaba amenazado por el régimen de Vichy. Cuando Azaña murió en esa ciudad francesa el 3 de noviembre de 1940 fue enterrado con la bandera mexicana.
México acogió generosamente a los exiliados republicanos españoles facilitándoles además barcos para su viaje trasatlántico. La señora Amalia Solórzano Bravo, esposa del presidente Lázaro Cárdenas, participó activamente en el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español que “adoptó” a 500 hijos de republicanos mejor conocidos como los “Niños de Morelia”. A finales de 1939 y a comienzos de 1940 llegaron a México miles de refugiados entre los que se destacaban intelectuales y figuras de las artes, las letras y las ciencias que vinieron a fortalecer el acervo cultural del país. “¡Bienvenidos a México! El gobierno y el pueblo mexicano les recibe como exponentes de las causas imperecederas de las libertades del hombre”
Virgilio Fernández nació exactamente hace 100 años en Larache (Marruecos), aunque es de familia andaluza (Cabra y Sevilla). Cursó sus estudios de enfermería en el hospital de la Macarena de Sevilla para más adelante especializarse en Cádiz como Auxiliar Médico. Cuando su familia se trasladó a Madrid continuó sus estudios de enfermero en el Hospital la Princesa. Era un joven inquieto que formó su conciencia rebelde gracias a sus lecturas en temas relacionados con la Revolución de octubre y las conversaciones con el dirigente comunista Checa. Hasta tal punto llegó su compromiso con la causa que él y su hermano Carlos repartían el periódico de las Juventudes Comunistas por las calles de la capital.
Virgilio conocía de primera mano el sufrimiento de ese lumpen marginal que en muchas ocasiones se presentaba en el hospital a rogar atención médica de caridad. La visión de esa España irredenta y empobrecida lo marcó para el resto de sus días. Especialmente esa miseria extrema y eterna a la que estaba condenado el mundo rural y que se traduce en el grito desgarrador de “¡Tierra y Libertad!” La dignidad humana pisoteada mientras los burgueses y aristócratas gozaban de incontables privilegios.
En todo caso en España durante los meses previos el golpe de estado fascista del 18 de julio de 1936 experimentó un inusitado periodo de agitación política y social. Algo que tenía un antecedente directo en el “Bienio Negro” donde fueron abolidas todas las leyes que habían sido tomadas contra la iglesia y los propietarios de bienes raíces. La ley de Reforma Agraria fue abandonada en la mayor parte de las regiones. Los terratenientes se jactaban: “¿tenéis hambre? ¡Comeos la República!”. El partido socialista por medio de Largo Caballero llamó a la insurrección en pos de la victoria de la dictadura del proletariado. “Ya no habrá lucha de clases porque exterminaremos a la otra clase” Unos hechos que hacían presagiar el peor de los desenlaces. La revolución de Asturias —que fue reprimida con saña por el gobierno del radical cedista Alejandro Lerroux— conduciría más adelante la formación del Frente Popular.
Desde el mismo instante que se produce la sublevación fascista y, aunque era menor de edad, Virgilio se presentó como voluntario para atender a los numerosos heridos que llegaban del cuartel de la Montaña, donde se habían amotinado los militares rebeldes al mando del general Fanjul. Las tropas fieles al gobierno republicano utilizando la artillería y aviación tras varios días de encarnizados combates lograron tomarlo con el sangriento saldo de 600 muertos, un número indeterminado de heridos y la destrucción total del edificio.
Los generales fascistas proclamaron la cruzada nacional por la salvación de España decididos a exterminar a los “rojos ateos hijos del demonio”. “Orden. Toda oposición será violentamente reprimida. Aplicando el terror ganaremos la guerra”.
El joven Virgilio fue destinado a los servicios de sanidad de las milicias populares que partieron al frente de Somosierra (sierra norte de Madrid). Era imperativo detener las primeras oleadas de las fuerzas franquistas que pretendían romper el frente de Madrid. No sabemos si en esta era ultra tecnológica del excesivo confort los jóvenes serían capaces de alistarse como voluntarios y arriesgar sus vidas por una causa justa. ¿Quién es capaz de asumir tan alto sacrificio sin mayor recompensa que el martirio?
Virgilio se suma a la Columna Mangada y posteriormente se integra al batallón Dombrowski de la XIII Brigada Internacional —constituida por voluntarios polacos, la mayoría obreros—, que juraron lealtad a la República, s0iguiendo al pie de la letra el ideario comunista que dice que los proletarios no tienen patria. A costa de un gran número de bajas resistieron con valentía la violenta ofensiva tanto en la sierra madrileña, la Ciudad Universitaria y el Jarama. La famosa consigna antifascista del ¡No pasarán! pronunciada por Dolores Ibárruri, “la pasionaria”, el día 19 de julio de 1936 en el Ministerio de Gobernación en Madrid, se cumplió al pie de la letra.
El ejército republicano partía con desventaja al carecer de una estructura militar convencional, armamento moderno, carros de combate o aviación mientras que los nacionales contaban con armas de última generación proporcionados por sus padrinos Hitler y Mussolini. Las milicias populares la constituían reclutas inexpertos y unos mandos medios y superiores sin estudios, ni conocimiento en tácticas militares. Capeaba a sus anchas la indisciplina y la anarquía. Mientras que el ejército Nacional se había fogueado en la guerra del Protectorado Español de Marruecos y sus generales africanistas demostraron ser los más sanguinarios y genocidas. Por ejemplo, sin ningún escrúpulo el ejército español bombardeó con gas mostaza a la población civil en la guerra del Rif dejando miles de muertos. La fama precedía a unidades míticas como la Legión, los Regulares (el cuerpo más condecorado del ejército español compuesto en su mayoría por soldados marroquíes), los tiradores de Sidi Ifni o los mercenarios del Sahara. Los militares españoles humillados por la derrota del 98 —en la guerra hispano-norteamericana— soñaban con el renacer del imperio pero no enfrentando sus enemigos naturales —Francia o Inglaterra— sino contra su propio pueblo.
Tras su bautizo de fuego Virgilio participa en la batalla de Brunete —donde estuvo a punto de morir ametrallado— Morata de Tajuña, Guadalajara o Belchite. Una tarde en un improvisado hospital de campaña en Morata de Tajuña conoce a Ernest Hemingway que se presentó como corresponsal de guerra de la North American Newspaper Alliance. El impacto de esos cuerpos desmembrados y malheridos la recogería en un artículo titulado “la humanidad no les perdonará” Antifascismo es la defensa de la dignidad humana, el primer valor en la vida y en la literatura de Hemingway. En la batalla de Guadalajara el Ejército Popular de la República y las Brigadas Internacionales le infringieron una severa derrota al Corpo Truppe Volontarie Italiano enviado por Mussolini para intentar penetrar por el flanco norte a Madrid. De la victoria no sacaron mayores réditos pues no pudieron seguir adelante a falta de equipos bélicos. Los fascistas reaccionaron con una masiva movilización de tropas que les obligó a replegarse cuando su intención era continuar hacia el País Vasco.
La guerra —que duró tres penosos años— convirtió a España en un gigantesco campo de batalla donde dirimían sus disputas el fascismo y el comunismo. Lo cierto es que las democracias burguesas occidentales no iban a consentir que se instalara un régimen pro soviético o estalinista en España y por eso toleraron la intervención armada de Hitler y Mussolini en auxilio al ejército nacional.
Se ha acuñado el término de “guerra civil” cuando en realidad se trató de una sublevación militar contra el orden constitucional que desató una de las catástrofes más espantosas del siglo XX. Los historiadores revisionistas intentan criminalizar a los defensores de la democracia y de la libertad, a los que acusan de fraude electoral en la elección de 1936 donde salió ganador el Frente Popular e igualmente del asesinato del líder del CEDA Calvo Sotelo. El mejor argumento para justificar el alzamiento de los generales fascistas.
La derrota en la batalla de Teruel y el avance de las tropas nacionales hasta Vinaroz en la ofensiva de Levante (que dividía a la República en dos zonas) obligó a la República a jugarse la última carta con una ofensiva de gran envergadura. El ejército popular no hacía más que retroceder y perder posiciones por lo que necesitaba un golpe de efecto para recuperar la iniciativa y levantar la moral de sus soldados. Entonces, en el mes de julio de 1938 los miembros del Estado Mayor, con el visto bueno del presidente Negrín, decidieron lanzar la famosa Ofensiva del Ebro. Para tal efecto se constituyó la Agrupación Autónoma del Ebro al mando del teniente coronel Juan Guilloto “Modesto” en la que se movilizaron 100.000 soldados, carros de combate, artillería y aviación, aparte de los arsenales que recibieron de México, Checoslovaquia y la URSS. En la batalla intervinieron las mejores unidades de los tres cuerpos del ejército al mando de Etelvino Vega, Tagueña y Enrique Lister. En una situación tan comprometida se fijaron el objetivo de al menos alargar la guerra con la esperanza que las potencias intervinieran a favor de la República ante el empuje expansionista de la Alemania nazi. Virgilio, que había alcanzado el grado de teniente, se encontraba adscrito a los servicios sanitarios de la 35 División Internacional (batallón Dombrowski) los cuerpos especiales de la República. Su unidad cruzó el río Ebro —sector de Mequinenza— en la madrugada del día 25 de julio de 1938 por los pontones construidos por los ingenieros antes de que la avenida provocada por los nacionales —al abrir las represas de Tremp y Camarasa— los destruyera por completo.
El ejército republicano en las primeras de cambio avanzó sin obstáculos ansioso por abrirse paso con dirección a Valencia. Pero a pesar del esfuerzo sobrehumano el frente se estancó en Gandesa donde tuvieron que cavar trincheras en la denominada guerra de desgaste. Según confiesa el mismo Virgilio había jornadas en que les llegaban hasta 1000 heridos que debían atender en las propias trincheras ante la imposibilidad de evacuarlos a la retaguardia. Apenas contaban con una ambulancia donada por Suiza que tenía un quirófano completo y una mesa de operaciones. En circunstancias tan extremas se vieron obligados a realizar amputaciones y cirugías de urgencia. El Comité de No Intervención auspiciado por Francia, Inglaterra y EE. UU. obligó a que se cumpliera la desmovilización de los países extranjeros involucrados en la contienda —que no fueron acatados en su totalidad por Italia, Alemania y Portugal— mientras Las Brigadas Internacionales inician su retirada en septiembre de 1938. Antes de que terminara la ofensiva del Ebro a los Internacionales los trasladaron a Villafranca del Penedés (Cataluña).
Agotados, sin tropas de refresco y ante la falta de armamento y munición el día 16 de noviembre de 1938 el estado mayor central del ejército republicano dio la orden del repliegue definitivo. Ahora solo les quedaba escapar a Cataluña con el propósito de salvar los restos del naufragio. La República agonizaba y solo un milagro podría salvarla.
Hasta que el día 26 de enero de 1939 el ejército franquista sobrepasa las últimas defensas situadas en el río Llobregat y entra en Barcelona. Las tropas del general Yagüe, jefe del cuerpo del ejército marroquí, marcharon altivas por el paseo de Gràcia y en una vibrante ceremonia izaron la bandera rojigualda en la plaza de Cataluña.
“España es una unidad de destino en lo universal” “todos los césares fueron generales invictos” y por “el imperio hacia Dios” señalan el rumbo de los nuevos tiempos. ¡Arriba España! ¡Arriba Franco!
En esos instantes Virgilio se encontraba de servicio en el hospital de Sant Pau atendiendo a los heridos provocados por los bombardeos de la aviación italiana. Cuando se dio cuenta que los fascistas le estaban pisando los talones no le quedó más remedio —junto a otros dos camaradas— que robar a mano armada una ambulancia de la Cruz Roja para escapar con dirección a la frontera francesa. El ejército republicano desmoralizado comenzó la retirada a la que se unió un éxodo masivo de población civil temerosa de las represalias. Nada más cruzar la aduana francesa los gendarmes condujeron a Virgilio y sus compañeros al campo de concentración de Saint Cyprien en el que rodeados de alambres de púas se hacinaban miles de combatientes republicanos. Al drama del exilio se unía la humillación de ser tratados como peligrosos criminales constantemente vigilados por guardianes coloniales marroquíes o senegaleses. Bajo condiciones extremas; sin comida, sin agua, sufriendo el frío, la lluvia y la mala alimentación hizo que muchos murieran de hambre o enfermedades.
El 23 de agosto de 1939 se firma el Pacto de No Agresión entre Alemania y la URSS que debemos considerar a todas luces el acta de defunción de la República.
La madre de Virgilio, que se había refugiado en Francia con sus hermanos Carlos e Inés, pone un anuncio en un periódico en un intento por localizar a su hijo. Alguien lo lee y le comunica a Virgilio que lo reclaman y entonces las autoridades del campo de Saint Cyprien le otorgan un permiso especial para reunirse con su familia. Y es así como desde el puerto de Burdeos abordan un navío americano con rumbo a New York, para posteriormente hacer una escala la Habana y por último dirigirse a Veracruz (México) que se convertiría por los azares del destino en su nueva patria. En un principio deciden trasladarse a Monterrey donde ante la falta de recursos económicos tiene que ponerse a vender artículos farmacéuticos. En esa ciudad terminó sus estudios de Medicina en la UNLM y conoce a su mujer la artista canadiense Gene Byron. Junto a otros camaradas fundan el Centro Republicano Español de Monterrey donde se reunían los poetas del exilio Pedro Garfias y León Felipe. Posteriormente a finales de los años cincuentas fija su residencia en Guanajuato. Virgilio aparte de su profesión de médico se dedicó a la difusión cultural: fundador del festival Cervantino de Guanajuato, y organizador en San Miguel Allende de las reuniones anuales de los excombatientes de la Brigada Lincoln. Al morir su esposa en 1987 crea en la hacienda Santa Ana el museo Gene Byron. Tal era su compromiso político que se presentó como candidato a la presidencia municipal de Guanajuato por el PRD. En la actualidad es un destacado militante del partido Morena.
El propio presidente francés Edouard Daladier el 25 de febrero de 1939 reconoció al régimen fascista del general Franco. No es de extrañar una actitud tan perversa pues él fue uno de los firmantes el 30 de septiembre de 1938 de los Acuerdos de Munich en el que los jefes de gobierno de Reino Unido, Francia, Italia y Alemania dieron carta blanca a la anexión de los Sudetes– abriendo el camino a la invasión de Polonia que desencadenó el inicio a la Segunda Guerra Mundial. Daladier socialista radical en esa ocasión tuvo un amable encuentro con el führer como puede observarse en las fotos de la época.
La República Española de antemano estaba condenada a muerte porque las potencias aliadas prefirieron el nazismo al comunismo. El 1 de abril finaliza la guerra de España con el último parte de guerra emitido desde el Cuartel General de Burgos: “en el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas Nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Firmado: Generalísimo Franco”.
El triunfo de Franco no hacía más que constatar la hegemonía fascismo en Europa.
Al terminar la II Guerra Mundial los republicanos españoles que habían engrosado las filas de la resistencia francesa en la lucha contra el nazismo esperaban a cambio que los aliados apoyaran sus planes de derrocar al régimen franquista. El Partido Comunista organizó en octubre de 1944 con unos 7.000 voluntarios de la AGE (Agrupación de Guerrilleros Españoles) la Operación Reconquista de España que comenzaría con la invasión del valle de Arán. Al mando estaba el coronel López Tovar cuyo cometido era el de instalar un gobierno provisional en Viella y alentar la insurrección popular que derribara al caudillo. Pero ante la superioridad del ejército Nacional movilizado para hacerles frente se vieron obligados —por orden de Santiago Carrillo— a regresar al otro lado de la frontera. Franco aprovechó la derrota de la invasión roja para erigirse en el “adalid de la libertad”.
En febrero del 1945 se reúne la Conferencia de Yalta con la presencia de Stalin, Roosevelt y Churchill, líderes de los países ganadores de la Segunda Guerra mundial. La geopolítica del mundo cambia por completo pues a partir de entonces comienza la guerra fría entre el comunismo y el capitalismo. Un hecho que convierte a Franco en una ficha imprescindible para los aliados por su feroz anticomunismo.
Cada día que pasa van quedando menos de la vieja guardia de los republicanos españoles. Por lo tanto tendremos que resignarnos a admirar su legado póstumo en los archivos, bibliotecas, hemerotecas o filmotecas Nos embarga la nostalgia de lo que pudo ser y no fue. La herencia del bando Nacional es esta España monárquica y burguesa contraria a los principios republicanos de igualdad y fraternidad. El jefe de estado se elige en el lecho nupcial, es decir, producto de las relaciones sexuales entre sus majestades los reyes. “Las urnas son los óvulos y los votos los espermatozoides” “Nuestro único rey es el pueblo español”.
La revolución española proletaria y campesina que pretendía demoler las estructuras feudales y forjar una sociedad más justa y libre, cayó derrotada por el nazi-franquismo. La mal llamada transición política no es más que la restauración borbónica —como lo dispusiera en su testamento el caudillo— tutelada por los militares que incluso intentaron dar un golpe de estado el 23 de febrero de 1981. “Que hace el rey Juan Carlos I con su guerrera de capitán general plagada de medallas cuando jamás ha ganado una batalla”, “Los borbones siempre han sido unos perdedores” y “Nuestro único rey es el pueblo español” tercia rabioso el centenario brigadista.
Virgilio reside desde hace décadas en Marfil, un pueblecito pintoresco situado en las colinas de Guanajuato, donde construyó su casa al estilo andaluz como reminiscencia de su tierra natal. A pesar del derrumbe del bloque socialista siempre ha mantenido intactos sus principios ideológicos ligados con el comunismo libertario. Desde México contempla el panorama político español —vía internet— anonadado y perplejo al constatar el auge de la extrema derecha. “siempre ha estado allí pero ahora parece que se han caído todas las máscaras”.
Mientras tanto México padece uno los momentos más críticos de la historia por la espiral de violencia causada por los carteles de la droga, la delincuencia común. Aparte la corrupción sistémica hace imposible cualquier a corto plazo. Ante tamaño desafío Virgilio ha decidido apoyar incondicionalmente al nuevo presidente López Obrador del partido Morena. Parece mentira que en el ocaso de su vida tenga que experimentar una “guerra civil” que ha dejado ya más de 200.000 muertos en los últimos 12 años. Aunque permanece postrado en una silla de ruedas y conectado a un respirador artificial saca fuerzas de flaqueza levanta el puño en alto y grita: ¡Viva la República! “En España debe resucitar el espíritu del No Pasarán” y es que nada menos y nada más está a punto de cumplir un siglo de vida. Él junto a su compañero Josep Almudéver, son los dos únicos brigadistas vivos. No puede creer que haya llegado a esta edad tan longeva “es un milagro rojo” Con su voz entrecortada, y que apenas se escucha por culpa del respirador artificial, dotado de una memoria prodigiosa capaz de recordar hasta el más nimio detalle va relatado uno a uno los capítulos más relevantes de la guerra de España. Su salud está muy delicada pero a pesar de las adversidades permanece lúcido y optimista: “todavía tengo que asistir la proclamación de la Tercera República” y una vez más se nos revela como un símbolo perpetuo de resistencia.
Los representantes políticos de los diferentes partidos, sean de izquierda o de derecha, se negaron a hacer una ruptura con el régimen franquista presionados por ese poder en la sombra que siempre ha ejercido la iglesia, los militares, banqueros y empresarios, aceptaron la restauración monárquica.
Por último, en 1955, España ingresa en la ONU legalizando así el criminal el régimen franquista. Los exiliados republicanos en México ingenuamente pensaban que Franco tenía los días contados y que pronto regresarían a su patria. Luego, en 1959, la visita de Eisenhower a Madrid pone fin a su aislamiento internacional refrendado con la instalación de las bases yanquis de Zaragoza, Torrejón, Morón y Rota. Desde el advenimiento de la democracia borbónica el nacionalismo español ha cedido soberanía al integrarse en la OTAN y al CEE que son las instituciones más representativas del mundo libre capitalista. El reino de España ineluctablemente asume el despreciable papel de peón del imperialismo norteamericano.
Mi primer encuentro con el exilio español lo tuve en el año de 1992 cuando atendiendo una invitación del PT (Partido del Trabajo) visité Monterrey (México). Allí me reuní con los activistas que venían desarrollando un programa de integración social en los barrios más pobres de la ciudad invadida por migrantes campesinos. Un dirigente del PT me llevó hasta el domicilio del republicano español don Alfredo Gracia Vicente.
Don Alfredo fue el menor de trece hijos nacido en el seno de una familia de humildes campesinos de Castel de Cabra en Teruel. Desde muy temprana edad se dedicó a las labores de pastoreo. Era un niño muy inquieto al que le gustaban los libros y por este motivo a los catorce años se marchó a Barcelona a estudiar la escuela primaria junto con su hermana. La única salida para redimirse de la ignorancia y la pobreza. Gracias a su espíritu de superación logró sacar el título de profesor de magisterio. Dominaba perfectamente el catalán que adoptó como su segunda lengua. Nadie podía creer que el hijo de un gañan hubiera conseguido alcanzar tan altas metas. Al producirse el golpe de estado del 18 de julio de 1936 inmediatamente se enrola en el servicio de alfabetización las milicias populares del bando republicano. En esa época casi el 70% de la población española era analfabeta.
Participó en la batalla de Teruel y en la del Ebro aunque sin empuñar las armas porque se dedicaba a las labores educativas con los soldados. En todo caso siempre estaba listo para hacer guardia, cavar trincheras o transportar municiones. Colaboró estrechamente con el poeta Miguel Hernández y editó numerosos folletos educativos como el “Burro ilustrado”. De los tres mil milicianos que contaba su brigada al final tan solo sobrevivieron 30. Siempre se avergonzó de este hecho que lo hacía sentir un cobarde. Tras la derrota del ejército republicano como tantos otros miles de españoles se dirigen hacia la frontera francesa donde al cruzarla es detenido y trasladado al campo de concentración de Saint Cyprien. En ese infierno apenas estuvo un par de semanas pues sus familiares vinieron a reclamarlo para conducirlo hasta el puerto de Le Havre desde donde embarca con destino a New York, luego a la Habana y por último el puerto Veracruz. El gobierno mexicano le concede asilo político y comienza su largo exilio en “el plus ultra legendario de la libertad”, según sus propias palabras. Este humanista y maestro de escuela se integró perfectamente en una sociedad que le abrió los brazos como si se tratara de un hijo prodigo. En principio residió en el puerto de Tampico para posteriormente trasladarse a Monterrey donde se dedicó a la labor educativa, promoción de la lectura y de las artes plásticas en una ciudad industrial donde la cultura estaba relegada a un segundo plano. Fue profesor emérito en la Facultad de Ciencias de la Comunicación FCC impartiendo la materia de Apreciación de Estética. También abrió una sucursal de la librería de Cosmos y una sala de exposiciones que era el punto de encuentro de la intelectualidad regiomontana. Por allí pasaron Luis Buñuel o Max Aub y los poetas Pedro Garfias y León Felipe. Gracias a ese vínculo de unión entre la España republicana y los intelectuales mexicanos se inicia un renacimiento cultural sin precedentes que perdura hasta nuestros días. En esos años también conoce al brigadista Virgilio Fernández del Real con quien organiza la dirección del Partido Comunista Español en México. Definitivamente son vidas paralelas que por arte de magia confluyen en un idéntico camino.
Estuve disfrutando durante varias semanas de su amable compañía y hospitalidad, y, sobre todo, de sus charlas que me revelaron por vez primera las historias del inmenso sacrificio que supuso para los milicianos de la República Española empuñar las armas en defensa de la democracia y la libertad.
En sus conversaciones siempre tenía en mente a su pueblo natal y la importancia de proteger la cultura popular como parte intrínseca de la identidad. Este era uno de los principales propósitos del gobierno republicano que se vio truncado con el alzamiento nacional. Alfredo Gracia Vicente muere en el año de 1996 dejando una honda huella en Monterrey tanto es así que la biblioteca de la Universidad Autónoma de Nuevo León lleva su nombre.
Pasaron los años hasta que en el año de 2018 asistí a la conmemoración de los 80 años de la batalla de Caspe. El ayuntamiento de dicha localidad aragonesa organizó una serie de actos de homenaje a aquellos combatientes antifascistas que sacrificaron sus vidas en nombre de la libertad. Allí en medio de ese paisaje árido y estepario se encontraba el único superviviente de ese sinigual combate el brigadista don Virgilio Fernández del Real que venía en una silla de ruedas empujada por su esposa Estela Cordero. En esta ceremonia institucional el presidente de la comunidad de Aragón el señor Javier Lambán inauguró un monumento dedicado a las Brigadas Internacionales. “Llegaron voluntariamente desde tierras extrañas a ofrendar sus vidas y eso los enaltece”.Ese día inesperadamente comenzaron a bajar las temperaturas y hacer un frío tremendo, no obstante Virgilio no se amedrentó ante las inclemencias del tiempo y a pesar de sus 99 años se mantuvo impertérrito y en guardia como si estuviera rememorando lo sucedido hace 80 años en ese paraje. Lamentablemente por la noche fue trasladado a un hospital de Alcañiz aquejado de una grave dolencia respiratoria. Todos esperaban un fatal desenlace pero una vez más le ganó otra batalla a la muerte.
La batalla de Caspe se desarrolló en el marco de la ofensiva del ejército nacional sobre Aragón en el que movilizaron las fuerzas de choque del cuerpo del ejército marroquí o regular, la división de Aragón, de Navarra, la de los Pirineos, la Littorio, la 23 de marzo y las Flechas Negras italianas que pretendían abrirse camino hacia Lérida.
Caspe era la sede del autoproclamado Consejo de Aragón —mayoritariamente anarquista— que ejercía su poder sobre la mitad oriental del bajo Ebro aragonés. El general Vicente Rojo concentró la 45 división y las XI XII XIV XV de las Brigadas Internacionales pero a pesar de la heroica resistencia fueron incapaces de contener la violenta ofensiva fascista. Caspe se rindió el día 17 de marzo de 1938 mientras las tropas republicanas retiraban con dirección a Mequinenza, Fayón y Gandesa. En la finca la Rosaleda se instaló el cuartel general de Yagüe y el estado mayor del ejército marroquí que meses después intervendrían en la batalla del Ebro.
No estamos hablando del pasado con nostalgia o romanticismo porque es necesario reivindicar la memoria histórica hoy más cuestionada que nunca por la derecha monárquica (PP, Cs, Vox) que pregonan el olvido en aras de la reconciliación – Al cumplirse los 80 años del estallido de la conflagración bélica —según los herederos del antiguo régimen— es mejor pasar la página para no exacerbar los ánimos. Los crímenes de lesa humanidad cometidos por el franquismo, los fusilamientos, las torturas, las fosas comunes, los desaparecidos, encarcelados o exiliados hacen parte de los “daños colaterales típicos de todas las guerras”.
Son las siete de la mañana y como es tradicional en México llegan a la casa de Virgilio un grupo de mariachis a cantarle las mañanitas. Su patria de adopción le rinde su merecido homenaje a un hijo ilustre que supo valientemente enfrentar a pecho descubierto al monstruo del fascismo.
Le deseamos larga vida al decano de los Brigadistas Internacionales.