Mil y otras formas de corrupción

Mil y otras formas de corrupción

"Luchar por erradicar la corrupción es muy parecido a lograr la paz. Podemos empezar por nuestros hogares y familias con el ejemplo"

Por: Oscar Mendoza P.
agosto 23, 2017
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Mil y otras formas de corrupción

Entre las múltiples definiciones de corrupción el diccionario de la Real Academia de la Lengua señala que es “Acción y efecto de corromper o corromperse, vicio o abuso introducido en las cosas no materiales y en las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. Estas descripciones se quedan muy cortas ante las variadas e inverosímiles prácticas que traspasan la ética, valores y principios elementales y se convierten en hábitos delincuenciales que corroen la familia, las instituciones privadas y públicas y por ende, la sociedad en general.

Todos conocemos y tenemos familiares, amigos o conocidos que son funcionarios públicos y que, en su gran mayoría, hacen bien su trabajo y construyen país desde su gestión de lo público. Las manzanas podridas siempre están asociadas a grandes contratos, poder en la decisión de las compras estatales, mando en la definición de los planes de adquisición y la escogencia de los ganadores, control en el proceso de contratación para favorecer a unos en las licitaciones y, como sucede en los recientes escándalos del congreso y las altas cortes de nuestro país,  quien ostenta la autoridad para legislar, formular y administrar la ley y la justicia donde se favorece a un grupo privilegiado que usualmente aglutina poder económico o político.

Si en lo público llueve en lo privado no escampa. Escándalos salen todos los días a la luz pública en compañías del sector farmacéutico, fabricantes de automóviles, entidades de sector financiero o educativo, de turismo o construcción por mencionar algunos sectores, que son frecuentemente cuestionadas y en algunos sonados casos, multadas por prácticas comerciales que atentan contra la salud, la ética, el medio ambiente, la responsabilidad social o simple y llanamente abusan e incumplen con sus clientes, proveedores, aliados u otros grupos de interés los cuales, los cuales, en amplía mayoría, pasan desapercibidos sino hay un muerto de por medio, un niño afectado, un anciano perjudicado o cuando el tema se sale de madre e impacta a millares o cientos de miles y se vuelve excusa perfecta para desviar la atención de otros escándalos o es mejor “poner en cintura” porque tanto el tema como las consecuencias pueden sobrepasar los límites establecidos.

Las frases que escucho en Colombia desde que tengo uso de razón es “acá nunca pasa nada, si alguien denuncia no le paran bolas, mejor quédese callado o lo matan, no sea pendejo mejor aproveche y saque su tajada, es que acá se roban hasta un hueco o las típicas todo el mundo sabe quién, donde y cuando tal cosa pero nadie hace nada”, entre otras.

En Macondo circulan mil y unas historias que uno cree inverosímiles pero que, tristemente el tiempo comprueba su verdad. Llámese periodista, medio, ONG, empresa, interventor, auditor o cualquier afectado a título personal o en grupo ante la última inmoralidad descubierta, siempre mencionan “yo lo denuncié, nadie me prestó atención, lo venimos diciendo hace 10 años o la desmoralizadora frase de que la justicia en Colombia, cojea, se arrastra, se demora pero llega”.

Cuanto tiempo llevamos escuchando que los fallos de tal alta corte, tribunal de arbitramento o entes de control están amañados para favorecer a X, Y o Z persona o entidad. Cuantas décadas llevamos oyendo que en tales entidades de orden nacional o local se manipulan los términos de referencia con licitaciones a dedo o que están autorizando el uso de componentes que desde el siglo pasado han sido declarados tóxicos y nocivos por la FDA u otros organismos de países desarrollados. Desde cual época escuchamos que en tal parte venden cosas robadas, de contrabando, falsifican diplomas, deshuesan carros robados, venden droga o hacen cualquier tipo de chanchullo.

Hay también otras prácticas, que se disfrazan de relaciones públicas, networking o nuevos modelos de negocio donde se traspasan las líneas de la moral y la ética y se ingresa en un escabroso laberinto donde todo lo que no es considerado ilegal es permitido y bien visto por muchos. Ir a ver los partidos de la selección Colombia a Barranquilla, el US Open o la última función del Cirque du Soleil con todos los gastos pagos por una empresa de la cual será juez, auditor o influenciador en la opinión pública se volvió moda en la última década.

Hospedarse gratuitamente en una propiedad en el extranjero, recibir el pago de la matrícula de una maestría en el exterior para un hijo, un viaje todo pago a un clásico Real Madrid – Barca, a un concierto de Andre Rieu, fuertes donaciones a proyectos sociales o tarjetas de crédito para compras ilimitadas en el exterior llevan siendo denunciadas por algunos periodistas en Colombia desde hace mucho tiempo al referirse a como algunas personas y empresas intentan influir, comprar conciencias o asegurarse de decisiones convenientes de personas claves a futuro en organismos de control, líderes de opinión, creadores de tendencias y en los mismos medios de comunicación.

Lo mismo sucede cuando el proceso de selección de personal en entidades públicas y privadas escoge el candidato o la candidata esposa de fulano, sobrino de aquel, primo de no sé quién, en donde se construye una telaraña de tráfico de influencias y poder que favorece la retribución del favor cuando el afectado lo requiera.  Y ni ahondar en las fundaciones a nombre de familiares que reciben millonarios contratos a dedo o algunas organizaciones religiosas que durante las elecciones movilizan votos a través de la fe y luego crean empresas de amplios objetos sociales que los convierte de la noche a la mañana en grandes contratistas del estado en sospechosa coincidencia del ejercicio del poder del candidato que ayudaron a elegir.

"El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe"  escribió Jean-Jacques Rousseau en su obra El Contrato Social. Todos los ciudadanos tenemos parte de culpa, sea por conocimiento, omisión o acción y tenemos la posibilidad de aportar nuestro grano de arena para cambiar la situación. Nada se mueve a menos que uno lo empuje. Luchar por erradicar la corrupción es muy parecido a lograr la paz. Podemos empezar por nuestros hogares y familias con el ejemplo. Por criticar menos y aportar más. Por comprometernos a participar y quitarle espacio a los corruptos. No tenemos tiempo para estar en la junta del edificio hasta que se pierde una plata. Nos asquea la política pero votamos por los mismos de siempre a sabiendas de que hacen por el país. Señalamos a los corruptos, pero se nos olvida mirarnos al espejo, más cuando hemos sido cómplices silentes, intentamos sobornar a un policía de tránsito o dicho a un contador que haga números para pagar menos en la declaración. Todos somos sociedad y todos podemos aportar.  Es el momento de actuar. El lugar es aquí y el momento es ahora. El futuro de Colombia está en manos de todos y cada uno de nosotros.

 

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