Luego del incendio que amenazó con arrasar a la gran catedral de Notre-Dame de París en 2019, fue finalmente presentada al mundo entero en su versión restaurada. La catedral de Notre Dame (de Nuestra Señora) es una catedral católica dedicada a la Virgen María, ubicada en París y rodeada por el río Sena.
La primera piedra para su construcción se puso en el año de 1163 y se terminó en 1345. Es por eso, una joya arquitectónica que representa, como pocas, la estética propia de la Edad Media.
Es tal la fascinación que genera que en 2018 (un año antes del incendio del que hoy se recupera) recibió 12 millones de visitantes.
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Ese mismo espíritu del medioevo ha hecho que se le asocie a interminables referentes culturales modernos y se vea como el símbolo de esa época extraña de caza de brujas, oscuridad, altísima religiosidad y esa amenaza constante de un diablo acechante.
No extraña entonces que Notre-Dame haya sido, por ende, sobreviviente de las diversas situaciones de violencia que involucraron a Francia en 700 años: se salvó de ser destruida en la histórica quema de París de 1871 y no fue convertida en cenizas (como sí sucedió con alguna de sus pares arquitectónicos) en la Segunda Guerra Mundial.
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— EL PAÍS (@el_pais) December 7, 2024
Y por si fuera poco, los historiadores están de acuerdo en que en Notre-Dame nació la polifonía, nada más y nada menos que la revolución musical que permitió la composición a varias voces de una pieza musical.
Una experta en la historia de Francia, Maryvonne Saint Pulgent, afirma que “El incendio reveló a la Francia laica, a la vez halagada y perpleja, la dimensión mundial de la gloria de Notre Dame, mucho más allá del cristianismo occidental que Notre Dame de París encarna por encima de todo”.
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Suficientes razones que explican el desfile de figuras de la política mundial en la reapertura de la gran catedral de Notre-Dame: el presidente Macron tuvo un nuevo cuarto de hora al recibir a una treintena de figuras de la política mundial incluyendo a electo presidente de EE. UU., Donald Trump y a su par de Ucrania, Volodímir Zelenski. Eso sí, brilló por su ausencia el papa Francisco, que extrañamente declinó la invitación.
