Los pobres colombianos no deberían votar. Siempre terminan disparándose en el pie, siempre se hacen el harakiri, siempre votan contra sus propios intereses. Si fueran coherentes en las pasadas elecciones habrían votado por el candidato que más les convenía. A ellos no les importó que Petro, en su programa de gobierno, prometiera revocar la nefasta reforma laboral que Uribe impuso en el 2003 y que acabó con el pago de las horas extras, el recargo nocturno y derechos tan básicos para el trabajador como tener seguridad social. Gracias a esta medida los empresarios pudieron ahorrarse cerca de 400.000 millones de pesos al año. Está claro que el uribismo le viene como un guante a los grupos económicos y por eso lo apoyan. Los pobres colombianos lo hacen porque tienen alma de esclavos y el tono autoritario, casi soez del expresidente, les recuerda al patrón de una finca, al papá abusador y respetado, al gamonal que oprime. En Colombia los pobres aman sus cadenas.
Para el pobre con ínfulas de analista político es populismo que un candidato les ofrezca educación de calidad gratis. Arribistas, prefieren promesas como la libertad de mercado que según ellos los hará ricos vendiendo en las esquinas de los colegios avena con pasteles de yuca. Sacan pecho con una dignidad aprendida de los noticieros que dirige Claudia Gurisatti y afirman que no hay nada peor que las cosas gratis. ¡Eso es chavismo! Gritan orondos, eso es socialismo del Siglo XXI. El pobre más representativo de esa especie es el patético Miguel Polo Polo.
La semana previa a la segunda vuelta electoral de hace un año este humilde muchacho de Tolú llegó al frío bogotano para transmitir en sus redes sociales las incidencias de lo que terminó siendo el regreso del uribismo al poder. En el infausto domingo en el que Duque ganó fue de los primeros en llegar al cubo de Colsubsidio donde las huestes del Centro Democrático celebraban su victoria. Allí este ingenuo muchacho se tomaba fotos y entrevistaba a rancias señoras bogotanas tipo Martalú que desde hace generaciones han despreciado su raza, su condición social y hasta el pueblo donde nació. Entrevistó a un Duque envalentonado en donde prometió, en su aborrecible lenguaje tecnócrata, impulsar políticas económicas para ayudar a jóvenes emprendedores. Los ojos de Miguel lo miraban con amor. Creía cada una de esas palabras. A los jóvenes de su pueblo el presidente no les prometía educación superior de calidad y gratuita sino algo más importante: un carrito sanguchero para hacer su propia empresa.
El pobre, en este naufragio que es la Colombia uribista,
lo único que busca es un pedazo de madera
para flotar él solito
Tuvo que pasar un año para la desilusión. Miguel Polo Polo es mezquino como el colombiano promedio. A él nunca le preocupó que el gobierno le tirara mendrugos de pan a las devastadas universidades públicas colombianas, que intentara meter una reforma económica que pondría a pasar hambre a su clase social, que no respaldara la iniciativa de acabar con la corrupción en el Congreso. No, lo único que lo movió a la desilusión fue que el Centro Democrático le negara el aval para aspirar a la alcaldía de su municipio. No más. El pobre, en este naufragio que es la Colombia uribista, lo único que busca es un pedazo de madera para flotar él solito. Si se aferra otro a la madera le da un puño y lo deja hundir en el mar de su ignorancia.
Miguel Polo Polo tiene 23 años y es un esclavo del sistema. Hace unos meses publicó una fotico de él con el uniforme de Claro. De donde él viene es un triunfo tener un camello en una empresa como Claro. Esa foto terminó costándole el puesto, un trabajo de, a lo sumo, un milloncito de pesos al mes y que nunca lo sacaría de la pobreza. Sin embargo él, digno hijo de la educación colombiana, amaba sus cadenas. Es una desgracia que existan pobres como él. Necesitamos una universidad que aúpe el alma rebelde de los jóvenes, que promuevan muchachos que quieran torcer la historia. No más muchachos obedientes con el poderoso y mezquinos que solo salgan a protestar por lo que les conviene. No queremos más estudiantes tomándose selfies con Carrasquilla o con Alicia Arango. Queremos pobres rebeldes y no lamebotas como este pobre muchacho. Miguel Polo Polo es el tipo de pobre que ha aceptado con resignación que en este país existen cinco familias que reinan y oprimen y un pueblo que obedece en silencio y agradecido. Si los pobres van a seguir creyendo que esto es una puta monarquía lo mejor es que le quiten el derecho al voto. Qué tristeza que en este país los pobres sean uribistas,