Desde hace unas semanas, fecha en la que volví a Bogotá tras varios años de vivir lejos de Colombia, he notado con impresión que existe un personaje en la región Caribe del que muchas personas se burlan pero al que, supuestamente, también apoyan y admiran otras tantas.
El sujeto en cuestión es un muchacho de piel morena que, fácilmente, deja ver que proviene de una familia humilde, pues no tiene ni el acento ni la pinta propia de un miembro de las odiosas familias costeñas millonarias. Su nombre es Miguel y su apellido, que se repite como la maldición que carga este país en la espalda, es Polo. Según la información que él mismo suministra en sus redes sociales, el joven nació hace un cuarto de siglo y es administrador público de la Universidad de Cartagena. Según lo que me contó un amigo al que le pregunté por Polo Polo, quien parece un cantante vallenato de esos que se ganan la vida gritando borrachos por las cantinas, el jovencito es conocido en este zancudero ensangrentado por ser un defensor acérrimo de las tesis del uribismo, uno de los motores que hacen que no pare de regarse el suelo colombiano con el preciado liquido rojo. Por eso, cuando me enteré de aquello, quise saber un poco más sobre el personaje que, por ejemplo, ve en la infeliz de María Fernanda Cabal a una mujer llena de virtudes y no a la nefasta leguleya racista que, en medio de una entrevista para la revista Gente, aseguró en el 2014 que "si uno pone a los negros a trabajar, se agarran de las greñas". ¿Qué podrá pensar Cabal de Polo Polo, con el que hace unos días se tomó unas fotos en la playa? ¿No le dará asco abrazar a ese negrito pobretón del interior del país? Ojalá la señora Cabal nos lo cuente, con sinceridad, algún día, aunque sé que pedirle ese valor a un político es tan ridículo como pedirle castidad a una prostituta.
Independientemente de que muchos colombianos ven a Polo Polo como un comediante y no como un generador de opinión política, conforme me fui dejando llevar por las publicaciones del fanático del uribismo pude evidenciar que, por desgracia, hay mucha gente que cree que Miguel es un ejemplo a seguir, cuando en realidad él no es más que un títere bochornoso del Centro Democrático que, en grandes rasgos, lo utiliza para mostrar que se puede ser pobre y apoyar la doctrina que defiende a los millonarios. Por más que sea complejo de entenderlo, en suma, Polo Polo lo único que hace con sus videos pintorescos es defender a capa y espada, desde su profunda miseria, al expresidente Uribe Vélez, quien en el 2020 declaró que tenía un patrimonio de casi trece mil millones de pesos. ¿Será que el muchacho cree que algún día el expresidente lo puede hacer llegar a tener al menos el 20% del patrimonio que tiene el líder de la extrema derecha colombiana? Pues, Miguelito, puede que así sea, pero eso no va a ser gratis y, lo más probable, es que todo el dinero que le haga ganar esa gente venga manchado con sangre. Aunque el muchacho actualmente no es más que un uribista raso, hay algo que convierte a Polo Polo, al que muchos entienden como un ser indefenso, en una ficha peligrosa pues a futuro su imagen de ciudadano superado (ese que salió de la pobreza gracias al hecho de serle leal al jefe criminal) puede ser usada en términos electorales. Aunque suene paranoico lo que afirmo, en un país en el que más de diez millones de personas votaron por el mamarracho de Iván Duque hay que tener cuidado con figuras desclasadas como la de Miguel porque, lamentablemente, ellos son las fichas que mejor saben mover en el terreno político los sinvergüenzas que quieren seguir arruinando el futuro de más de cincuenta millones de personas