Una vez se despertó el joven Paul McCartney con una melodía en la cabeza, afanado, antes de que se le escapara de entre el sueño la canción, buscó un piano y la tocó. Era Yesterday. Creía que a alguien le había robado las notas. Le preguntó a su productor George Martin si le resultaba conocida la canción. Jamás la había oído. Era Dios, implantándole una idea en la cabeza. Paul y John marcaron una época. Los Beatles es el grupo más maravilloso de todos los tiempos y si tienen alguna duda deberían ver Get Back, el documental de Peter Jackson que acaba de estrenar Disney.
Paul se presentó en Colombia en el 2012 causando sensación en Bogotá en uno de los conciertos más apoteósicos que se hayan hecho jamás en este país, sólo comparable con el de Roger Waters en el 2018. Sin embargo, cuando se intentó presentar en Medellín en octubre del 2017, debieron cancelar el concierto por la baja venta de entradas. Algo completamente diferente a lo que pasó con Karol G quien desató una verdadera locura en todo el país. El 95% de la ocupación hotelera de Medellín se llenó y hubo dos fechas a reventar en el Atanasio Girardot.
Es evidente que el público ha cambiado y que ahora el rock, como la salsa, está muriendo. Los nuevos ritmos, para bien o para mal, se apoderan de las listas de radio y Spotify. No es nuestra intención caer en el placer anacrónico de criticar el reggetón solo porque está de moda, lo que si queda claro es que Paul McCartney ya es menos importante para los paisas que la cantante bichota. Lo triste es que vivimos lo suficiente como para presenciarlo.