Sí, de hablar sin tapujos y sin miedo, quitarle las caretas de honestidad y dignidad a ciertos dirigentes políticos que hace 40 años cohonestan con el delito en todas sus formas; que infiltraron toda la admistración pública y conformaron un narcoestado.
Basta ya de esta sociedad hipócrita que se ensaña únicamente contra esos miles de lavaperros, mensajeros, mulas, soplones, campaneros y sicarios del gigantesco narcotráfico, quienes le ponen el pecho a las balas. Contra los que ponen los muertos en las confrontaciones con la ley y en las vendettas, que sólo dejan huérfanos, viudas, madres, padres y hermanos llorando.
Ellos sí arriesgan todo, van a la cárcel de verdad, no a la detención en una finca o jugar golf en una guarnición militar. Ellos que en su inmensa mayoría son producto del maltrato infantil, de la exclusión social. Aquellos que si sobreviven, deforman la conciencia y adoran las armas. Si tienen cachas de oro, mejor. Los que se acostumbraron a matar y les hace falta. Lo que buscan hembras de exuberantes tetas y nalgas. Esos que lavan las balas en agua bendita, usan escapulario, llevan estampitas de María Auxiliadora o la Virgen del Carmen en el bolsillo. Y veneran a las mamás (papá es cualquier hijueputa), quienes los bendicen para que les vaya bien en su "trabajito", sabiendo a qué se dedican.
A ellos sí los castigan con todo el peso de la ley; son la carne de cañón, los chivos expiatorios para que los cacaos, los políticos mafiosos de bien, vivan tranquilos y en absoluta impunidad, sin arriesgar un pelo.
¿Qué les ha pasado a los presidentes involucrados directa o indirectamente en el narcotráfico? ¿Al embajador en Uruguay, presunto productor de coca? ¿Y al actual subpresidente, comprando votos por mil millones, donados por el Ñeñe, su "hermano"? Nada.
De ellos hablan marginalmente los medios de comunicación amordazados y cómplices del gobierno. Y los protegen envolviéndoles en gruesos mantos de duda y presunción de inocencia.
Pero hay que ver los titulares en primera página: truenan bombos y platillos los días enteros estigmatizando a los maestros, a los opositores políticos, al pobre, al de ruana; al negro, al homosexual, a los venezolanos; a las mulitas en los aeropuertos y a los indios de la minga convertidos en narcoterroristas. Satanizándolos.
Y el antro democrático, "la gente de bien" clama al unísono por su exterminio, pero se callan la jeta por media tonelada de coca en la avioneta Azcárate. Por Memo Fantasma y nuestra canciller la tía Martuchis. Son bastante lacónicos con estas "tragedias familiares". Silencio mudo de Duque, del procurador lenguaraz; ni "AJUA" ni Molano salen a despotricar contra estos adalides del trabajo, enpresarios defensores de la moral y las buenas costumbres. Ellos, "gente de bien", no tienen la culpa de que su papá o algún familiar haya sido o sea mafioso, pueden ejercer sus altos cargos. ¡¡Claro que sí!! Los lazos de sangre no responsabilizan disciplinariamente ni inhabilitan.
Basta ya de encarcelar basuqueros y marihuaneros, soldados y agentes de policía, robagallinas, raponeros, mulitas y funcionarios públicos de bajo rango, mientras los grandes dirigentes políticos y altos mandos de la fuerza pública acumulan riqueza y pingües beneficios a costa de la desgracia de millones de personas con el nefasto tráfico de estupefaCientes. Su impunidad se tiene que acabar, se puede hacer, siempre y cuando no se nos ocurra votar en estas elecciones —otra vez— por el que diga el Señor de las Sombras, señor tenebroso, el innombrable, Varito, o matarife, como se le conoce ahora al jefe máximo del narco-gobierno actual.