Mientras en Colombia educan para matar, en Ucrania vuelven a la escuela en medio de bombas de guerra

Mientras en Colombia educan para matar, en Ucrania vuelven a la escuela en medio de bombas de guerra

Aunque Ucrania lleva más de 200 días en guerra, las escuelas vuelven a abrir este mes de septiembre. En Colombia, miles de niños dejan la escuela por la violencia

Por: Armando Arboleda Riascos
septiembre 14, 2022
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Mientras en Colombia educan para matar, en Ucrania vuelven a la escuela en medio de bombas de guerra

La educación no puede parar. Llama la atención que, en la guerra entre Rusia y Ucrania, a pesar de los daños sufridos por esta última en su infraestructura escolar, las escuelas vuelven a abrir sus puertas en el mes de septiembre.

Hay todo tipo de destrozos y las imágenes que llegan son desalentadoras, con el caos perturbador de los lugares de enseñanza bombardeados, pero aún, en este ambiente hostil y poco amigable la educación sigue impartiéndose, desde la casa, el hospital, los albergues, de forma virtual, en línea en fin, cualquiera sea el medio.

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Debemos coincidir en que sin la existencia de la educación no somos los mismos. Mucha de nuestras transformaciones, sociales, culturales, económicas y de desarrollo humano pasan por nuestra relación con los procesos educativos y la forma como los llevamos a cabo durante toda nuestra vida.

La forma como las sociedades avanzan en procura del bienestar colectivo, va de la mano con la oferta educativa, los programas y las ventajas comparativas que la formación del ciudadano otorgue.

La frase atribuida a Kant, y que dice: “Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él", tiene mucho sentido, si bien, hay que analizarla en toda su extensión.

El caso ya citado de Ucrania, no dista mucho de lo que se vive en la costa pacífica y concretamente en nuestro territorio.

Según el primer informe trimestral de la Defensoría del Pueblo en 2021, el Valle del Cauca ocupó el primer lugar de afectación por desplazamiento forzado masivo a nivel nacional, con 26 eventos que afectaron a 3.237 familias, 10.097 personas, de los cuales 21 fueron desplazamientos intraurbanos relacionados con 26 barrios del Distrito de Buenaventura en donde grupos armados ilegales sostuvieron enfrentamientos en las calles.

Lo anterior, con su carga de dramatismo e ignominia, muestra cómo nuestro mundo, el que conocemos, el que hemos habitado, poco a poco va perdiendo sentido, y el desarraigo, destruye la familia que siempre hemos construido.

En este contexto, las instalaciones de las escuelas siguen en pie como testigos mudos de la locura con que los intereses y la criminalidad rampante somete a la comunidad.

Las escuelas se quedan esperando el retorno de las risas, los juegos y las alegrías que los niños irrigan por todo el espacio comunitario.

Visitar nuestra zona rural, enseña la importancia de la educación para grupos humanos que cifran su esperanza de futuro, en el aprendizaje que sus hijos pueden obtener asistiendo al encuentro con los maestros.

Incluso, en el marco del desplazamiento de territorios como Bajo Calima, en los lugares de albergue, los docentes van a impartir las clases.

Llena de esperanza hablar con los maestros, y ver como preparan sus materiales, sus contenidos e imparten las lecciones en entornos que no son destinados para tal fin.

Todo esto, lleva a una reflexión obligada. ¿Por qué si creemos tanto en la educación y su papel transformador, nos educamos para matarnos?

Y la frase del presidente Petro toma sentido: “qué pendejada, negro matando a otro negro”. Hay que revisar esa afirmación. Y es que, si tenemos tanta fe en el papel de la escuela, ¿de dónde salen entonces las personas que extorsionan, matan y desplazan a sus paisanos?

Indudablemente, algunas de las familias porteñas tendrán mucho que explicar al juicio de la historia, por los vejámenes en que han incurrido algunos de sus hijos. La educación no puede parar. Pero, el individuo debe transformar sus instintos primarios vía la formación que obtiene en ella.

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