En Colombia la gente se basa en dos sentimientos para elegir a un gobernante: el miedo, que en la mayoría de veces es solo marketing político (sucio), y el descontento social, que aunque es más tangible, también es el menos puesto en práctica a la hora de elegir, aunque siempre vivamos con él.
El colombiano promedio es mentalmente vulnerable con sus miedos y ese declive emocional es el escenario perfecto para crear estrategias que lleven a este a ser dominado con facilidad. Hoy el miedo colectivo es la guerra y la situación venezolana, y es precisamente ese guión el utilizado por los partidos tradicionales, que con tal de seguir disfrutando de todos los beneficios que les ha dejado el poder te intimidan diciéndote que cualquier movimiento alternativo, venga de donde venga, está directamente ligado con un grupo criminal y llevará a Colombia a vivir como Venezuela.
Sin embargo, también tenemos nuestro descontento social, ya que siempre vivimos quejándonos de la corrupción, del sistema de salud, de la precariedad educativa, del desempleo, del salario, del transporte, etc. Todo eso causado por la misma tradición política de más de un siglo. No obstante, al momento de elegir, lo hacemos basándonos en el miedo infundado por situaciones que no existen y no en ese descontento tangible con el que nos chocamos cada día.
Hoy día cada movimiento escoge uno de esos sentimientos para publicitarse basándose en este. La ultraderecha tradicional siempre buscará la forma de amplificar ese miedo a base de peroratas infundadas, aprovechándose del hecho que la mayoría de las personas son perezosas para leer e investigar y solo se guían en uno que otro meme, muy seguramente creado por un grupo político, y también pagando en una red social para que fluya por esta.
Además, está la publicidad de los movimientos alternativos que te muestran todas las falencias de los gobiernos anteriores y las posibles soluciones para estas —todas siempre causadas por un mal superior, la corrupción—, pero que de alguna manera es menos fuerte que el miedo al momento de elegir, aunque sea el único argumento tangible del escenario político.
Para finalizar es bueno plantear un ejemplo:
Tienes un punto de destino y tienes dos opciones de llegada, el camino Y y el camino X. Alguien te dice que el camino Y es muy inseguro y entonces escoges el X sin dudar, luego esa persona aprovecha la oscuridad del sendero y te quita tus pertenencias, al tiempo que te agrede físicamente. Al día siguiente tomas el mismo camino temeroso de “la inseguridad” del Y, que plasmó en tu mente aquella persona, y de nuevo esta misma te agrede y te roba. Si en la tercera oportunidad tomas el mismo camino, pues el problema está en ti y en tu forma de dejarte vencer fácilmente por tus miedos. Solo tú decides si investigas las dos opciones o si sigues confiando en quien evidentemente te miente. Solo tú decides el verdadero y seguro camino a seguir.