El miedo es un sentimiento que en la mayoría de ocasiones es relacionado con situaciones desagradables, peligrosas, bochornosas etcétera en el caso de los seres humanos. Para otras especies parece ser un simple sentimiento de supervivencia que lleva al huir inmediato y espontáneo en situaciones de peligro físico.
Aquí abordaremos el miedo en la acción humana como herramienta de ejercicio político o instrumento de dominación.
¿Puede ser el miedo una herramienta de dominación?
El miedo a la muerte no es inherente a las civilizaciones humanas, más bien ha sido introducido en las diferentes culturas por medio de credos religiosos, y el refinado proceso de civilización que ha alejado cada vez al hombre de su condición de ser finito. Así podemos dar cuenta de la percepción que se tiene o tenía en diferentes sociedades de procesos biológicos como el envejecimiento o la muerte.
En algunas vertientes del budismo la muerte es un proceso natural que va acompañado de un renacer como un otro; para algunas tribus precolombinas era un viaje y reencuentro. Así podemos dar cuenta de algunas de las formas en que se ha percibido cultural e históricamente el desvanecimiento de la existencia.
Según Norbert Elias con el proceso de la civilización el hombre se ha enajenado cada vez más de su condición natural de individuo. Las diferentes instituciones que han emergido para realizar labores propias del hombre han hecho que estos cada vez se sientan más alejados de eventos naturales como las enfermedades, la vejez, muerte y sepultura o cremación de seres humanos.
Puede afirmarse en este orden de ideas que el miedo es un proceso paulatino que viene refinándose con el pasar de los años. Este proceso no ha pasado en vano para las fuerzas encargadas de orientar el mundo hacia lo que ellos consideran es la libertad, el bien o la justicia. Cuando hablamos aquí de fuerzas orientadoras del mundo nos referimos a la autoconciencia dominante, a la que no tuvo miedo a la muerte, según la relación hegeliana de amo y siervo.
Según Hegel el siervo terminó siendo siervo después de haberse enfrentado en una disputa a muerte por la voluntad del otro con una autoconciencia que terminó dominando (tomando el poder) por no haber tenido miedo a morir en dicha contienda por la libertad.
Así la encarnación del amo en Colombia, es decir, el gobierno actual (y los demás) sabe cuál fue el instrumento que lo ubicó en la posición privilegiada en la que se encuentra. Sí el miedo, y cOmo lo indica el viejo adagio campesino “vaca ladrona no olvida el potrillo”. De esta manera el miedo sale a relucir en diferentes formas dependiendo del actor social o la coyuntura política. En ocasiones la presentan en forma de posibles crisis económicas como lo pudimos ver en las pasadas elecciones presidenciales, con el vacío discurso de que si se apostaba a un proyecto político diferente naufragaríamos en una crisis económica como la de Venezuela.
En otras ocasiones aparece como prohibición a la libertad de expresión que tanto pregonan, a la amenaza de quedarse sin trabajo, al encarcelamiento, castigos severos como en el caso de los militares que se atrevieron a levantar su voz contra lo que consideran un mal gobierno etcétera.
Vemos también que una forma común de inculcar en la sociedad tan efectivo sentimiento de dominación, es el aniquilamiento de sujetos atrevidos que se atrevieron a alzar la voz en contra del amo sin importar su frialdad e indolencia. Aunque no es claro quién asesina sistemáticamente a líderes sociales, si es claro a quién incomodaban, cómo y porqué lo hacían.
En tiempos de protesta, especialmente a partir del 21 de noviembre del presente año, el fortalecimiento y abuso de las fuerzas policiales han sido un claro instrumento de infundir el miedo. Expresión de ello son también las calles militarizadas, los toques de queda y el conjunto de mercenarios dotados de la más falsa y desdibujada conciencia, hablamos del Escuadrón Móvil Antidisturbios, en su mayoría jóvenes de procedencia modesta, convertidos en experimento del conductismo científico, que no les permite ver más allá de su fortaleza física y su sueldo mensual.
Sin embargo, el panorama es escalofriante teniendo en cuenta la transformación en el sistema moral que hace que las generaciones de la sociedad contemporánea estén cada vez menos aferradas a la existencia y por ende sean peores receptorAs del miedo. El gran instrumento del orden social.