¿Cuántas veces en la ciudad o en los municipios pequeños nos vemos enfrentados a personas que se vuelven nómadas, son consumidores de marihuana, coca u otras sustancias psicoactivas y las autoridades no pueden hacer nada para evitarlo? Lo primero que hacemos es prepararnos para cualquier evento: esperamos temerosos a que se nos acerquen a pedirnos cualquier cosa mientras muestran un cuchillo en alguna de sus manos; nos asustan cuando los miramos y cuando hablan –cómpreme esto, deme una moneda para un pan porque tengo hambre—. Desafortunadamente, no encuentran una ayuda estatal para al menos asearse y cambiar de apariencia. Muchos cometen el error de entregarles lo que puedan con tal de salir del peligro: un billete o de pronto hasta el celular.
Nuestro sentimiento nos obliga a verlos con pesar; no quisiéramos que nuestros hijos cayeran en ese error.
¿Cuántos funcionarios públicos con poder y economía se han preocupado por ayudar a terminar con este problema social? ¿Cuántas campañas políticas malgastan dinero en lugar de producir soluciones a estos problemas? No se conoce en los municipios refugios para estos enfermos que deambulan por las calles y duermen en los andenes, produciendo malos olores y dejando huellas de malas administraciones en los municipios; parece no importarles, porque ni se mira cómo mejorar el turismo prometido que permite estos cuadros deplorables, mientras la publicidad, llama a visitar: “este hermoso y amado pueblo” .
Hoy llegarás a tu barrio, a tu pueblo y hasta tu vereda temeroso, prevenido esperando que Dios y la Virgen te proteja, mientras los elegidos, ni siquiera piensan cómo acabar con estos males que traen prostitución, ventas de drogas ilícitas, cultivos en tu región, enfrentamientos, muertes, robos, e inseguridad.
¿Cuándo diremos “Nuestro alcalde merece un aplauso porque acabó con todos estos males sociales" o "hay que hacerle una estatua a nuestro alcalde porque se lo merece"?