Ese fue el planteamiento que se me hizo ayer día de elecciones en medio de un típico desayuno de domingo. Mi ceja arqueada reflejaba la contrariedad de lo dicho, y la respuesta recibida fue: ¿y no es como lo hacen en este país?
Las prebendas electorales no son un fenómeno novedoso si repasamos la historia política de Colombia, partiendo del mismo relato familiar en donde se me contaba que cierto candidato presidencial, en medio de su campaña repartía sanduches y Coca-Cola; lo curioso con esto último era que la bebida gaseosa aun no llegaba al país, solo quien tenía el poder adquisitivo suficiente para viajar a Estados Unidos podía darse ese gusto , ni siquiera en los denominados locales San Andresito se podía conseguir. Que mejor manera de llegar al pueblo con una novedad oscura y efervescente.
Y a lo largo del día el tema se convirtió en una polémica de dimes y diretes que recayeron en mi persona por ser el único integrante apto para sufragar y sumar un voto más a la ultraderecha justificando razones económicas y sociales con una frase escabrosa:” prefiero mil veces tener de presidente un ladrón de cuello blanco, que ver a un guerrillero ejerciendo funciones públicas” (usted sabrá de quien se trata).
Contrario a lo que muchos harían, no me fui lanza en ristre, sacando a relucir mi utopía de política basada en la diplomacia y la formalidad, porque tristemente saldría acribillada en ese debate improvisado sumando diez personas que obviamente les conviene a grosso modo que su candidato saliera ganador. El momento cumbre suscitó después del almuerzo cuando dije a viva voz que me esperaran (había paseo) porque me iría a votar.
CRASO ERROR!!! Mi caravana familiar se posesionó tanto de tema que casi se convierte en una turba iracunda donde todas las voces me rodearon diciendo que votara por equis personaje, pasando por encima de mi ideología y de mis “dizque creencias” políticas, hasta me juraron de prebenda un teléfono celular (mucho más grande que la caja de chicles inicial), finalmente me Salí del tumulto y me dirigí a votar con un sabor amargo y una lección en medio. Pensé que esto solo sucedía en poblaciones y municipios en donde el voto se vende por un tamal lleno de promesas sin cumplir, nada genera más contrariedad que esto suceda en el nicho familiar donde se supone es la base para fomentar volares y autonomía pero donde también se generan los peores desastres socialmente hablando.
Por lo demás, juzguen ustedes.
@ankatega